Por Humberto Musacchio
El martes de esta semana, el doctor Hugo López-Gatell dijo que de acuerdo con las evidencias, en México la curva de casos “se ha aplanado”. Si bien advirtió, “para que nadie se confunda y malinterprete”, que “aplanar la curva no quiere decir que es exactamente plana, exactamente plana no, (pues eso) querría decir que no tenemos una epidemia. Lo que quiere decir es que comparado con lo que hubiéramos tenido si no hubiéramos hecho las intervenciones, principalmente estas masivas de la Jornada Nacional de Distancia, habríamos tenido muchos más casos”.
Una traducción posible de lo dicho por el doctor López-Gatell es que la curva de casos se ha aplanado, pero en realidad no se ha aplanado, sino todo lo contrario. La curva no es exactamente plana. En realidad sólo un poquito, porque si no, pues hubiera sido diferente, tal vez menos, tal vez más. Y como digo una cosa digo la otra, ¿O cómo era aquello de la Chimultrufia?
El doctor López-Gatell es un reputado científico y cada día intenta informar sobre el curso de la epidemia y explicar lo concerniente al virus y lo que ocurre como consecuencia de su aparición y propagación, pero no siempre consigue hacerlo en forma contundente y convincente. Cabe suponer que un primer impedimento para que las cifras que aporta sean precisas y su interpretación correcta es la falta de estadísticas confiables, lo que se confirma porque más de una vez ha ofrecido información atrasada o parcial y rectificaciones.
Los propios datos oficiales permiten suponer que no todo marcha bien. Por ejemplo, el martes se contabilizaban 26,025 personas contagiadas, pero el número de finados por el Covid-19 era 2,507, uno de los porcentajes de mortalidad más altos en el conjunto de países afectados por el bicho maligno. Sería bueno que el doctor López-Gatell nos explicara las razones de tanta defunción.
Los expertos están de acuerdo en que la sana distancia entre las personas es la mejor prevención contra el contagio. Sin embargo, necesitamos saber por qué las autoridades federales y locales permiten la aglomeración en los mercados y en el metro a ciertas horas y en determinados lugares.
Ante las estadísticas que nos ofrecen, los legos suponemos que si una curva “se aplana” es precisamente porque tiende a ser recta. En el caso que nos ocupa, la línea dejaría de ser ascendente y si no baja por lo menos ya no debía subir. Pero no es el caso. Tampoco estamos muy seguros de que el número de contagios y defunciones esté disminuyendo, porque los números oficiales dicen otra cosa.
Se entiende que el gobierno evite soltar informaciones que alarmen a la población, pero esa precaución no contribuye a tranquilizar los ánimos, pues se decía que “el pico” de la peste, esto es, el aumento más acelerado de contagios y muertos sería esta semana, pero es obvio que la predicción no ha sido confirmada por la realidad.
Por su parte, el presidente López Obrador ha hecho anuncios un tanto aventurados, pues al parecer nadie sabe si saldremos de la emergencia a mediados o fines de mayo, en junio o en octubre. Incluso, voces autorizadas dudan que se haya producido el aplanamiento anunciado, como es el caso del doctor Miguel Betancourt, presidente de la Sociedad Mexicana de Salud Pública, quien señala que las autoridades han modificado por lo menos tres veces la forma de contabilizar los casos.
Alguien debería decirnos por qué hay tanta disparidad en los precios de los insumos y equipos que se han adquirido para afrontar la crisis. Los ciudadanos también tenemos derecho a saber por qué todavía hoy, cuando se supone que estamos en “el pico”, México sigue buscando y comprando insumos médicos y equipo en diversos países y por qué, desde diciembre o enero, no se recurrió a nuestros científicos y técnicos para elaborar en el país lo necesario a un precio que en teoría habría sido menor.
Otra pregunta indispensable es por qué se siguen habilitando espacios como hospitales si la epidemia tenderá a disminuir después de esta semana. En suma, los mexicanos requerimos información confiable para tomar decisiones sobre nuestra vida, pero nos tratan como menores de edad. El gobierno y los particulares requieren estimaciones más precisas para planear la recuperación económica. ¿Es mucho pedir?