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Opinión

Día del Padre en tiempos de COVID-19

El tercer domingo del mes de junio se celebra en todo México y en algunas partes del mundo –por ejemplo en Panamá– el tan esperado por algunos, Día del Padre, desde luego que el rating y las manifestaciones de cariño y de amor son muy bajas o reducidas en comparación con el de la Madre, pero es un día que marca un respiro para el comercio organizado y para el informal. Estas manifestaciones de cariño serán opacadas por la contingencia que estamos viviendo por estar en plena Pandemia/Epidemia del COVID-19.

Las restricciones en este momento son tales que, si bien es cierto, imposibilita el ir a los restaurantes o centros comerciales a comer con papá, pero aún en esta contingencia hay algunos sitios públicos en donde previa reservación se podría alcanzar un lugar. Es importante siempre conservar la sana distancia, ya que los casos de contagio aún no bajan.

La figura del papá ha ido cambiando a lo largo del año, los de mi cohorte sabrán que a nosotros –en el mayor de los casos– nos tocaron papás singulares, que no demostraban cariño, que menos daban un abrazo y un beso, ni pensarlo siquiera. Los papás de antaño –no todos– son por lo regular adustos, faltos para la demostración de sus emociones familiares y eso ha hecho que no exista una gran atracción entre padres e hijos.

Los papás de antes no eran tan abiertos como los de ahora, el respeto, casi el miedo que les teníamos hacía casi imposible el cometer alguna falta, ya sea fuera o dentro de la casa. Ese miedo-respeto se ha mantenido en algunos lugares hoy día, en donde los papás son muy estrictos y no permiten que las opiniones de los hijos sean motivo de discusión. Su palabra es la ley.

En lo que respecta al de la letra, tuvo un papá al cual las demostraciones de cariño y afecto nunca fueron algo particular, que abrazos, no, y lo que sí puedo estar seguro es que un beso, eso sí nunca me dio. ¿Algún consejo? ¿Alguna recomendación o felicitación por logros alcanzados?, jamás y para cumpleaños, lo mismo. Eso ha servido para el de la letra y para los papás de mi edad, que lo tomemos como ejemplo para no caer en este error. Aunque cabe mencionar que hay papás de mis amigos o conocidos que se dan a querer y es un lujo tenerlos y presumirlos.

No recuerdo haberle hecho algún regalo en la escuela para mi papá, tampoco el haberlo invitado ni en mi infancia ni en mi juventud a algún lugar para festejarlo. Mi papá fue una persona que rehuía de las fiestas y de las comidas en familia. Muy parco en demostrar su cariño, aunque no dudo que nos quisiera –al de la letra y sus dos hermanos–, fue una persona sui generis.

Mi papá no era de aquellos que nos abrazaban ni mucho menos que nos dieran un beso, era de pocos estudios, pero en la época y condición que le tocó vivir desde temprana edad comenzó a trabajar. Deportista en su momento, candil de la calle y oscuridad en la casa. Tampoco lo fue en los momentos decisivos de nuestras vidas, ya que no se interesó en nuestros logros personales y académicos, pero así era mi papá. Así era Chuchito.

Los papás de ahora son modernos, ya saben que quieren sus hijos, los atienden desde temprana edad, los entienden, se preocupan por ellos, los felicitan por sus logros, por sus errores y siempre están pendientes de lo que les ocurre. Siempre hay un momento para ello. Los papás, como el de la letra, se sienten orgullosos de sus hijos –en mi caso particular de mi hija psicóloga, con una Maestría en Psicología– y de mi hijo –Licenciado en Turismo– y los presumo en todo momento.

A los papás de ahora nos tocó un tiempo difícil, un tiempo en donde las drogas, las malas compañías, los espacios de recreación y la libertad que se les da, están a la orden del día. Qué hacemos los papás de hoy, aconsejarlos y encomendarlos a Dios para que no les pase nada. Ahora a los hijos ya no se les regaña, se les aconseja y, si ellos no lo toman en cuenta, poco tenemos que hacer.

Los papás del siglo XXI –no del Centro de Convenciones– somos más amigos, más consejeros, que el concepto de antaño de papá. Pero hay que tener en cuenta que, si bien es cierto están en un mundo diferente a los de antaño, los nuevos papás y los modernos tienen en sí la misma función de hace miles de años. Tratar de educar con el ejemplo, darles los consejos adecuados, no caer en excesos, evitar los malos tratos y sobre todo enseñarles que la vida se basa en los valores y cuando se inculcan a tiempo y de la mejor manera, serán hijos de bien los que lo acompañen en su vejez.

Los papás de ahora van al gym, visten con ropa de marca, tratan a sus hijos como sus amigos y ya aquella forma de tratarlo como Ud. ya se ha ido perdiendo, pasando al tú. El de la tinta creció con el trato de Ud. hacia los papás y sus mayores. A mí me tocó ser papá de tú. Aunque siempre he tratado de establecer una línea entre el ser padre y amigo, en ocasiones eso no se ha logrado.

Los papás vienen en diversas presentaciones y tamaños, los hay guapos, feos y medio feos, gordos, flacos, fornidos, debiluchos, con cara de “machete”, risueños, relajistas, serios. Con estudios de posgrado o sin ellos, profesionistas, artesanos, comerciantes o dedicados a algún oficio. Jóvenes y ni tanto, con sus características muy propias, etc. Pero sea cual fuere su diseño, la figura del papá hoy día debe ser siempre la que dé el buen ejemplo con su forma de ser y hacer.

Este domingo que es el Día del Padre, los papás, como el de la letra, seguramente recibiremos algún regalo, previamente sugerido o alguna sorpresa, la ida a comer fuera de la casa, eso no será posible por la contingencia, pero siempre es de esperarse que se pida comida de algún sitio que tenga entrega a domicilio, aunque a mí me gustaría comer pib, pero creo que eso no sucederá.

El trabajo de los papás no es sencillo, ni hay cursos para aprender cómo ser el mejor. El de la letra no cree ser un buen padre, creo que le faltó más cercanía con sus hijos, pero así es la historia. De lo que estoy seguro y creo que he dejado huella es en aconsejarles ser puntuales, el decirles y enseñarles con el ejemplo el buen vestir, el respetar las normas del trabajo y sobre todo el dejar una huella en lo que hacemos, porque de seguro se lo recordarán las generaciones venideras.

Por lo anteriormente mencionado líneas arriba, a mis caros lectores les deseo un buen domingo de Día del Padre y, más que regalos, hay que esperar de nuestros hijos respeto y sobre todo un abrazo y un beso, que eso vale más que muchas cosas.

Para todos los padres que conozco y para los desconocidos, les envío desde esta tribuna un abrazo y un deseo de un buen día, aunque en algunos casos sólo sea ese en que se les recuerde.

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