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Opinión

El agente ERLA (#Lozoya) y su gran circo para la 4T

El agente ERLA, o si usted prefiere, al futuro testigo colaborador de la Fiscalía General de la República (FGR), quiere que usted y yo creamos que es una pobre víctima, que durante el sexenio pasado fue abducido por entes malignos y padeció algo similar al síndrome de Estocolmo.

Sí, Emilio Ricardo Lozoya Austin, ERLA, como el exdirector de Pemex le ha pedido al juez de su causa, Juan Carlos Ramírez Benítez, que sea identificado, empezó muy bien su circo. Y digo circo, porque hasta ahora eso ha sido: no hay ninguna información relevante que el agente-testigo-colaborador ERLA haya ofrecido. Ni una. Circo desde una suite hospitalaria, donde asumo que come y duerme muy bien, y donde aparentemente departe con los suyos a sus anchas.

ERLA, parecen vendernos hoy, fue una especie de agente doble de la 4T que, durante el sexenio pasado, penetró las mismísimas entrañas de la mafia del poder. Y ahí, pobrecito, en medio del malévolo gobierno de Enrique Peña Nieto, del que formó parte porque fue sometido emocionalmente, obligado por siniestros personajes que lo sedujeron y le lavaron el cerebro desde la campaña presidencial del 2012, el agente ERLA sufrió mucho: recibió cuantiosos millones de dólares, se hizo de una casita en Ixtapa y otra en Lomas de Bezares, y mal vivió en camionetas, helicópteros y aviones de lujo, siempre padeciendo por tener que usar los mejores trajes, camisas, corbatas y relojes y comer en los mejores restaurantes, todo eso que le impusieron Peña Nieto y Luis Videgaray, el exsecretario de Hacienda durante el gobierno anterior.

En la causa penal 261/2019, la de Odebrecht, en la que se le acusa de lavado de dinero, asociación delictuosa y cohecho, el agente Lozoya usó una frase preparada por su defensa: “En relación con los hechos que se me imputan, fui intimidado, presionado, influenciado e instrumentalizado”.

O sea, que Peña Nieto y Videgaray (asumo, porque eran los únicos que jerárquicamente estaban por encima de él, además de Pedro Joaquín Coldwell, entonces secretario de Energía), presuntamente lo intimidaron y presionaron. ERLA: o te corrompes y te mochas con nosotros, o te va mal.

Y presuntamente lo influenciaron: mira, ERLA (así le decían, de cuates), el que no transa no avanza, político pobre es pobre político, vivir fuera del presupuesto es vivir en el error, moral es un árbol que da moras, y todas esas lindas frases acuñadas desde el cinismo más acendrado del priísmo.

Y finalmente, supuestamente lo instrumentalizaron. ¿Qué demonios es eso, más allá de “utilizar algo o alguien para conseguir un fin”, como define el Diccionario de la Lengua Española? Sus abogados, Miguel Ontiveros Alonso y Alejandro Rojas Pruneda, nos regalaron esta joya sobre ERLA: “Fue utilizado en su calidad de instrumento no doloso en el marco de un aparato organizado de poder”. O sea, que nos quieren convencer a todos los mexicanos de que ERLA:–Cometió un delito… sin tener la intención de hacerlo, sin saber que estaba cometiéndolo, azuzado por la mafia del poder.–Presuntamente era corrupto sin saberlo. Presuntamente robaba sin saberlo. Presuntamente saqueaba el erario sin saberlo. Presuntamente se enriqueció ilícitamente sin saberlo. Presuntamente lavó dinero sin saberlo. Presuntamente se asoció delictuosamente sin saberlo. Presuntamente cohechó y fue cohechado sin tener la menor idea de lo bribón y cara dura que presuntamente era. Vaya circo. A ver, para que deje de ser circo: primero, que regrese lo que presuntamente desfalcó y cohechó: toda la lana. Y luego, que no sólo escupa nombres, que dé pruebas. Y que le quede claro a la FGR y al presidente: si este show no exhibe peces muy gordos, lingotes de oro, nos vamos a quedar con puro cacahuate de circo. Y alguien va a tener que pagar, por idear tan mediocre show de carpa…

[email protected] Twitter: @jpbecerraacosta

Por Juan Pablo Becerra-Acosta

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