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Opinión

Un fantasma recorre América: fraude electoral

Por Jorge Gómez Barata

En 227 años (1789-2016) en los Estados Unidos se han elegido 45 mandatarios que han liderado 68 administraciones. En ese proceso, existen varios momentos decisivos: la Constitución, las enmiendas 12º, 13º, 14º, 15º, 16º, 19º, 22º, 23, 25º, 26º, la ley electoral de 1965 y decenas de otras legislaciones y disposiciones regulatorias de aspectos asociados a las elecciones.

A pesar de eventos como la guerra contra Gran Bretaña en (1812) cuando Washington fue ocupada e incendiados el Capitolio y la Casa Blanca y el presidente James Madison tuvo que ser evacuado, las guerras mundiales y las de Corea y Vietnam, así como la crisis económica de 1930 y escándalos como Watergate, ninguna elección presidencial ha sido suspendida, aplazada ni desconocida.

A pesar de que nueve presidentes no han terminado sus mandatos (cuatro por magnicidios, cuatro por muerte natural y uno por renuncia) ninguno ha sido depuesto, no hubo ninguno interino y nunca se ha interrumpido el ritmo institucional. Los 55 representantes de los 13 estados que, a fines del siglo XVIII, época caracterizada por las monarquías, redactaron la Constitución y, partiendo de cero, idearon el modo de elegir al presidente, concibieron un sistema electoral que ha sobrevivido a todos los avatares, realizando un aporte a la cultura política.

Lo más discutido entonces y ahora es la forma de elección basada en el llamado Colegio Electoral, que establece un singular método para elegir al presidente. De lo que realmente se trata es de que los Estados Unidos no son un país sino una federación formada originalmente por acuerdos entre 13 estados que, en aras de la unidad, cedieron sus aspiraciones de soberanía, aunque conservaron para ellos el derecho a elegir al presidente. En Estados Unidos el presidente es electo por los estados, y no hay una elección, sino cincuenta.

Aunque criticado, el sistema de elección presidencial les ha funcionado y es uno de los pilares y de las fortalezas del sistema político estadounidense que exhibe el récord de regirse por la misma Constitución durante 230 años, longevidad seguida por la de México (1917) con 103 años. En un período tan dilatado, en un país donde el federalismo entraña enormes complicaciones y donde el dinero desempeña un enorme papel en la financiación privada de las multimillonarias campañas, es lógico que abunden los conatos electorales que, en varias ocasiones ha obligado a intervenir al Congreso y al tribunal Supremo, no obstante, nunca se realizado un fraude electoral total.

Lo paradójico, según me indicó el doctor Jesús Arboleya, es que sea un presidente norteamericano quien sugiere que en las presidenciales 2020, puede haber un fraude que altere el resultado electoral e implique desconocerlos. Al levantar semejante sospecha, Trump deslegitima el sistema y causa un daño irreversible a la versión americana de la democracia. Se trata del clásico disparo en el pie.

 

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