Trump acaba de ser nominado para el Premio Nobel de la Paz. Christian Tybring-Gjedde, un miembro del Parlamento noruego del derechista Partido del Progreso, fue quien sometió esta nominación. Ese mismo parlamentario, por cierto, ya había nominado previamente a Trump por sus negociaciones con Corea del Norte. En el caso actual, la nominación se debe al rol que jugó el presidente estadounidense para la conclusión del acuerdo de normalización de relaciones entre Emiratos Árabes Unidos (EAU) e Israel. La nominación cae a Trump como anillo al dedo, dado que la Casa Blanca ha buscado justamente encuadrar el pacto EAU-Israel como un acuerdo de paz. Lo que EAU e Israel están firmando es, en realidad, un convenio de formalización de relaciones que ya existían, pero que no eran reconocidas abiertamente y que, al hacerlo, en efecto, tienen ahora un enorme potencial de crecimiento. Pero las palabras importan y nombrar a éste como un “tratado de paz” tiene una razón de ser. Por consiguiente, es necesario analizar dicho convenio desde distintos ángulos. Uno es, por supuesto, su relevancia geopolítica. Otro, la importancia política que este acuerdo tiene para Trump justo en estos momentos de su campaña electoral.
Empiezo por esto último. Sabemos que Trump ha necesitado desde el inicio de su gestión presentarse como un presidente que cumple. Entre otras cosas, él prometió conseguir la paz en entre palestinos e israelíes, mediante el “Acuerdo del Siglo”. El problema es que este compromiso no se logró llevar a buen puerto. Los negociadores palestinos fueron percibiendo que la parte israelí estaba siendo ampliamente favorecida por Washington, se fueron sintiendo cada vez más aislados y terminaron por romper los contactos con la Casa Blanca. Por lo tanto, para propósitos de la campaña electoral en curso, urgía una especie de premio de consolación. Ahí es donde entra la ardua gestión diplomática que la Casa Blanca ha estado haciendo para que Israel formalice relaciones con varios países árabes de los cuales, hasta ahora, sólo EAU y Bahréin se han aventurado a dar el paso.
El acuerdo EAU-Israel abre a la luz pública relaciones que ya existían, pero potencializa un enorme crecimiento de las mismas. Desde la perspectiva comercial y tecnológica, hasta temas de armamento se vislumbran grandes oportunidades para ambos países. También hay factores geopolíticos que son cruciales de tener en cuenta. Israel y EAU se posicionan ya formalmente del mismo lado de un complejo mapa de alianzas, coaliciones y rivalidades regionales. No es que no lo estaban, pero ahora, ya de manera abierta, su alianza tenderá a crecer.
De manera tal que, como vemos, la normalización y fortalecimiento de relaciones entre EAU e Israel, tiene objetivos estratégicos que rebasan con mucho la campaña electoral de Trump. Sin embargo, no es propiamente de “Paz en Medio Oriente” de lo que se puede hablar. De hecho, las condiciones para construir la paz en la región pasan por generar, no reducir, los incentivos para reactivar procesos de negociación entre las partes conflictuadas. En este caso, las estrategias de Trump han resultado en un paulatino aislamiento, no en la inclusión de la parte palestina, la cual tendría que estar negociando de manera integrada, si es que de verdad estuviésemos hablando de conseguir un “Acuerdo del Siglo” y un verdadero proyecto de paz. Mientras eso no ocurra, el discurso de paz sólo forma parte de la campaña electoral y del mensaje que se busca transmitir para lo cual, lo del Nobel, aunque se quede en nominación, resulta muy conveniente.
Por Mauricio Meschoulam
Twitter: @maurimm