Un día como hoy, medio siglo atrás, la humanidad respiró aliviada; la Crisis de los Misiles había concluido disipándose el peligro de un holocausto nuclear. La iniciativa para aquella inédita acción fue de Nikita Jruschov, entonces secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética que, meses después, en un acto políticamente incalificable, trató de negar su responsabilidad, aunque para ello tuviera que falsear la historia y faltar a la verdad.
Cuba fue el último país en sumarse al campo socialista encabezado por la Unión Soviética, también el primero y único donde la URSS emplazó armas nucleares. Cincuenta años atrás, Moscú y La Habana tomaron la más trascendental de las decisiones militares desde el bombardeo de Hiroshima. ¿De quién fue la idea y cómo se adoptó la decisión?
Al respecto, Rubén Jiménez Gómez, Teniente Coronel (r), de las Tropas Coheteriles de Cuba, autor de la más completa investigación sobre la Crisis de los Misiles de 1962, refiere que Fedor Burlatski, allegado a Jruschov, reveló que en el mes de abril de aquel año, en Crimea, el mariscal Rodion Malinovski, ministro de Defensa de la URSS, comentó a Jruschov sobre los cohetes nucleares "Júpiter" emplazados en Turquía, que podían impactar a la URSS en diez minutos, mientras que los misiles intercontinentales soviéticos, demorarían 25 minutos para llegar a Estados Unidos.
Según el relato, Jruschov respondió que ellos, los soviéticos, podían crear una situación similar desplegando cohetes con ojivas nucleares en Cuba. Así nació la idea que poco después el premier soviético comentó con su segundo, Anastas Mikoyan, y con Andrei Gromiko, ministro de Relaciones Exteriores. Ambos objetaron la idea. Así las cosas, Nikita llamó a consultas al consejero de la embajada soviética en Cuba, Alexei Alexeiev que también trató de persuadirlo de que era una mala idea.
A propósito, el 21 de mayo de 1962 se efectuó en Moscú una reunión del Consejo de Defensa a la que Alexeiev fue invitado. En el curso del encuentro sorpresivamente Jruschov preguntó al embajador cuál sería la reacción de Fidel Castro ante la propuesta de instalar cohetes con ojivas nucleares en Cuba. El estupefacto embajador respondió que le parecía poco probable que el líder cubano aceptara la idea.
En la reunión se acordó elaborar una propuesta para ser considerada en una próxima reunión. La tarea recayó sobre el Mayor General Anatoli Gribkov, jefe de la Dirección de Operaciones. El 23, el plan estuvo listo y el 24 se efectuó la una segunda sesión del Consejo de Defensa en la cual se aprobó la propuesta del emplazamiento de armas nucleares en Cuba. El plan fue aprobado y se haría firme cuando fuera ratificado por Fidel Castro, para lo cual se acordó enviar una comisión a Cuba.
El 29 de mayo llegó a La Habana la comisión presidida por Sharaf Rashidov, primer secretario del Partido Comunista en Uzbekistán, integrada además por el Mariscal Serguei Biriuzov, jefe de las Tropas Coheteriles Estratégicas, el embajador Alexander Alexeiev y otros especialistas militares. Según Alexeiev, todos estaban convencidos de que Fidel no daría su consentimiento. Se equivocaron.
En La Habana, el mismo día de su llegada, la delegación se encontró con Fidel Castro quien escuchó la propuesta. El entonces Comandante en Jefe ha explicado que en aquel momento entendió que los soviéticos estaban interesados en instalar los proyectiles para modificar su favor la correlación de fuerzas y mejorar la posición militar de la Unión Soviética. El dirigente cubano hizo algunas preguntas y planteó que necesitaba reunir a la dirección del país para informar y tomar una decisión.
“A mí, ha explicado Fidel, no me gustaba la presencia de esa base militar soviética en Cuba, por una razón de imagen de Cuba, de imagen de la Revolución Cubana. Pero no lo analizamos como una cuestión de gusto o no, sino desde el punto de vista ético y moral. Vimos aquello desde otro ángulo: si deseamos que los soviéticos nos apoyen en caso de una agresión, sería inmoral oponernos a la presencia de esas armas en nuestro país, puesto que esas armas fortalecen también a la Unión Soviética... Por eso dimos una respuesta positiva”.
Al regreso de la delegación enviada a La Habana, el 10 de junio, en Moscú se reunió el Presidium del Comité Central en la cual el Mariscal Biriuzov contó su impresión de que los dirigentes de Cuba se consideraban más como benefactores de la Unión Soviética y de su causa que como sus protegidos”.
Esta versión del proceso mediante el cual se tomó la decisión está exhaustivamente documentada, fue recogida en las memorias de Nikita Jruschov y fue ratificada por Anastas Mikoyan y otros líderes militares y políticos soviéticos y varias veces reafirmada por Fidel Castro. De ese modo se estableció la verdad.
Sorpresivamente, hace apenas unos días la televisión cubana emitió un documental del afamado cineasta cubano Manuel Pérez Paredes, que consiste en una narración del exTeniente General y vicedirector de la KGB soviética Nicolai Leonov, relacionado con el proceso político cubano desde julio de 1953, cuando casualmente conoció y trabó amistad con Raúl Castro a bordo del buque en que el líder cubano regresaba de un evento político en Rumania.
Tal vez no tan casualmente como la primera vez, tres años después, cuando Raúl había participado en el salto al cuartel Moncada, Leonov entonces funcionario diplomático en la embajada soviética en Ciudad México, casualmente, fortuitamente contacto con Raúl Castro en Ciudad México donde el líder cubano se preparaba para continuar la lucha revolucionaria. Ninguno podía imaginar el curso de sus vidas, tampoco la relación que establecerían sus países.
En abril de 1963, como una operación de desagravio, por el modo desafortunado como la Unión Soviética condujo la Crisis de los Misiles, especialmente por las negociaciones a espaldas de la dirección cubana que culminaron con la retirada unilateral de los cohetes, cosa que disgustó a Fidel, el líder cubano fue invitado a visitar la URSS.
La visita comenzó el 27 de abril de 1963 y se prolongó durante 38 días. Entre muchas actividades, concebidas para halagar al líder cubano, estuvo la invitación para participar en el desfile del primero de mayo. Concluido el evento, Leonov que fungía como traductor entre Fidel y Jruschov, cuenta que se dirigieron al Kremlin donde hubo un aparte donde se reunió casi toda la máxima jerarquía soviética, incluido Jruschov que departía con el líder cubano.
En aquel ambiente distendido, según recuerda Leonov, Jruschov se dirigió a Fidel y comentó: “Afortunadamente se resolvió el problema creado por la idea tuya de emplazar cohetes nucleares en Cuba”. Sorprendido por el comentario que no venía al caso y era falso, Fidel reaccionó con energía: ¡Mía no, fue tuya! La idea de emplazar los misiles fue tuya. Nosotros la aceptamos, nos la tragamos”.
Cuenta el traductor que el ambiente se caldeó y, mientras Jruschov insistía en su versión, Fidel replicaba como si fuera un tiroteo. Nervioso, Leonov, el traductor apenas podía hacer su trabajo y, “casualmente” dejó caer una botella de coñac, rompió algunas copas y derramó la bebida sobre los presentes. El barullo detuvo la discusión que no fue retomada.
La pregunta no es de quién fue la iniciativa. Cosa perfectamente establecida y documentada, sino por qué Jruschov intentó aquella falsificación, incluida la maniobra de hacer que, por educación, Fidel la admitiera. No sucedió de esa manera porque: “Fidel es Fidel”. Así terminó un inexplicable intento por alterar la historia. Luego contaré otros trascendidos de lo narrado por Leonov.