Las armas son artículos industriales, casi siempre de tecnología avanzada cuyas prestaciones no pueden ser modificadas por los comandantes que las utilizan y tratan de alcanzar el máximo rendimiento. En 1945, tras tres años de intensas investigaciones científicas, experimentos, miles de cálculos matemáticos (sin computadoras) y realizaciones tecnológicas en los campos de la metalurgia, la balística y la ingeniería, al costo dos mil millones de dólares, Estado Unidos fabricó tres bombas atómicas, lo que no tenían era como lanzarlas sobre blancos ubicados a más de 10 mil kilómetros de distancia. Entonces no existan los misiles, menos aún los intercontinentales.
La primera parte de la solución fue adaptar aviones B-29 y preparar las tripulaciones, cosa realizada en California y la base aérea de San Antonio de los Baños, próxima a La Habana. Todavía no era suficiente porque los B-29 no podían volar de Nuevo México a Japón y regresar porque entonces los aviones no se reabastecían en el aire, procedimiento utilizado a partir de la Guerra de Corea (1950-1953).
La solución fue transportar por mar en el crucero Indianápolis las bombas desde San Francisco hasta el Archipiélago de Las Marinas, exactamente la isla de Tinian, desde donde despegarían los B-29 que, tras 2 mil 500 kilómetros de vuelo, dejaron caer sus mortíferas cargas sobre Hiroshima y Nagasaki. Aunque no sustituyeron a la aviación estratégica (de largo alcance), los misiles se han convertido en los medios portadores por excelencia para las armas nucleares, porque entre los principales adversarios, Estados Unidos, antes la Unión Soviética y ahora Rusia, China y Corea median grandes distancias, lo cual prolonga el tiempo de vuelo de los misiles y facilita las intersecciones.
Por esas y otras razones, los adversarios procuran “adelantar”, es decir acercar los misiles a los blancos, lo cual logran mediante bases militares en el extranjero, portaaviones y submarinos. En los años sesenta del siglo pasado, Estados Unidos, con aliados en Europa y Asia, “cercó” a la Unión Soviética con un cinturón de bases militares, lo cual la URSS no podía ripostar porque carecía de aliados en las inmediaciones de los Estados Unidos.
La situación cambió cuando en 1961 Cuba se definió como socialista y asumió una estrecha alianza político-militar con Moscú. En 1962, se combinaron la voluntad de la Unión Soviética de apoyar a Cuba y contribuir a su defensa frente a la agresividad de los Estados Unidos y aprovechar las ventajas estratégicas que signifi caba “adelantar” sus misiles y de 10 mil kilómetros hasta Estados Unidos emplazarlos a 150, reduciendo el tiempo de vuelo hasta los blancos de 25 a siete minutos, lo cual virtualmente anula las posibilidades para interceptarlos.
Así, la URSS convertía misiles de corto y mediano alcances en estratégicos. Estos dos argumentos, uno esgrimido por la Unión Soviética, que invocó sus preocupaciones por Cuba, y la dirección de la Isla, que asumió como un deber contribuir a mejorar la situación militar de la Unión Soviética y de la comunidad socialista, explica el acuerdo adoptado en 1962 para instalar misiles con ojivas nucleares en Cuba. En mayo de 1962, comenzó la más vasta operación con armas nucleares de toda la historia. Desde toda la Unión Soviética en cientos de viajes de tren se concentraron en unos 10 puertos de embarque alrededor de 50 efectivos militares y miles de toneladas de armas pesadas de todo tipo, incluidos 42 misiles de alcance medio y decenas de uso táctico, así como seis bombas atómicas.
Así, en unos 80 buques mercantes, llegaron las ojivas nucleares y las rampas, atravesando los supervigilados estrechos del Bósforo y Magallanes sin ser descubiertos. Tampoco fueron detectados los submarinos que protegían a los convoyes. Los militares viajaban en las bodegas de los buques y los capitanes zarparon sin conocer el destino con tres sobres sellados. El primero que debían abrir tras una semana de navegación indicaba: “Dirigirse al Bósforo”, el segundo del que tomarían conocimiento al rebasar Turquía orientaba: “Seguir hasta Gibraltar” y, una vez en el océano Atlántico, se abría el tercero que ordenaba: “Poner rumbo a Cuba, puerto de La Habana”.
El 15 de octubre, cuando algunas de las rampas estaban prácticamente operativas, un avión espía U-2 fotografió los emplazamientos. Al otro día el presidente Kennedy fue informado y tras intensas negociaciones entre Estados Unidos y la Unión soviética, de las cuales Cuba fue excluida, el 28 del mismo mes la Unión Soviética cedió, los misiles fueron desmantelados y devueltos a su lugar de origen. La Unión Soviética no obtuvo las ventajas que procuraba, Cuba no estuvo más segura, el bloqueo económico y la hostilidad persistieron hasta hoy. La operación nuclear fracasó porque aquello que mal comienza también suele terminar mal.
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JCL