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Opinión

Deténgase, señor presidente

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Pecamos de inocentes quienes pensamos que después de haber atravesado por el contagio de COVID-19 y dos semanas de convalecencia, el presidente Andrés Manuel López Obrador se presentaría públicamente, tan humilde como recuperado. Ha sido un golpe a la dignidad de los familiares de fallecidos por COVID-19 y de los contagiados que hoy se juegan la vida conectados a un respirador, verlo sonriente ratificar su estrategia, con nula sensibilidad sobre lo que atraviesa la población que gobierna.

Quienes hemos estado cerca de pacientes con síntomas graves de COVID-19 hemos presenciado la agonía de quien siente de cerca la muerte mientras pierden oxigenación, hemos visto cómo mientras esperan con ansias que llegue el medicamento, agonizan una muerte que pudo haberse evitado. Si usted, señor presidente, pasó por esa agonía de contagio, algunos días o al menos algunas horas, debería estar dispuesto a escuchar una respetuosa y sencilla solicitud: Deténgase.

Deténgase, señor presidente, antes de burlarse del uso del cubrebocas. Antes de pregonar con el ejemplo para sus seguidores que salen a las calles sin cubrir boca ni nariz, asintomáticos o con síntomas y ponen en riesgo la vida de quienes comparten con ellos transporte público, puesto callejero, oficina, edificios, restaurantes, etc. Acérquese a la ciencia y entérese de que el aumento de casos per cápita es cuatro veces menor en lugares donde el uso de cubrebocas era obligatorio a comparación de regiones donde no lo es, según un estudio comparativo de 200 países referido por la revista Nature. Otro estudio en Estados Unidos, también referido por la revista, concluyó que el uso de cubrebocas reducía el contagio hasta en 2 puntos porcentuales al día. Estimaron que el uso de cubrebocas obligatorio evitó casi medio millón de contagios, inclusive controlando otras medidas de mitigación como la sana distancia. Además, reduce la dosis del virus que recibe quien se contagia y, por lo tanto, reduce la gravedad de la enfermedad. ¿Cuántos contagios y en consecuencia cuántas muertes se pudieron evitar si usted portara el cubrebocas y lo hiciera obligatorio?

Deténgase, señor presidente, para revisar el raquítico presupuesto asignado a la atención de la pandemia, para obligar a que se entregue la información del personal médico fallecido que su gobierno ha dejado de reportar, para urgir a los militares a quienes concedió la administración de aduanas, que aceleren el tránsito de los medicamentos a los que usted tuvo acceso en el Instituto Nacional de Nutrición y a los que los demás ciudadanos no pueden aspirar. Pare unos minutos para garantizar el nombramiento de una servidora o servidor público que entienda la magnitud de la responsabilidad que requiere llevar la cabeza de la Cofepris, para destrabar todos los trámites que la burocracia que le rinde cuentas, no libera.

Deténgase, señor presidente, mire las cifras desgarradoras, detrás de las que había personas con vida, con ilusiones, con hijos pequeños como el suyo, con nietos para ver crecer. Piense en los más de mil muertos por día que ha dejado esta estrategia, sea empático con las más de 160 mil familias que hemos perdido un ser querido. Antes de tomar el micrófono en su mañanera y denostar adversarios o descalificar periodistas, haga un alto y piense en cada persona que muere durante el minuto en el que usted se vanagloria de sus logros.

Deténgase en nombre de las mexicanas y mexicanos que se quedaron sin aliento, luchando por su vida, dé un revire serio a su fallida estrategia. Deténgase antes de subirse al estrado y pida un cubrebocas, pórtelo como quien asume el potencial de su aceptación pública y comunique su compromiso por detener lo que hasta ahora se ha provocado, una crisis que solamente a usted parece venirle como anillo al dedo.

 

Por: Maite Azuela

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