En participaciones anteriores hemos señalado cómo las respuestas que actualmente se tienen en el orden político y económico para resolver las grandes crisis que enfrentamos en el planeta, son insuficientes. Desde hace décadas, hemos ensayado modelos políticos y económicos que parten del individualismo y una visión sistémica para resolver retos cada vez más complejos.
La forma en que nos aproximamos a los fenómenos sociales tiene origen histórico en el siglo XVI, aunque su consolidación se realizó en el XVIII. Nuestra forma de pensar en materia política tiene, si lo vemos en perspectiva, poco tiempo. Menos de 300 años en el total de la historia de la civilización representa un porcentaje pequeño.
Las formas de gobierno que se concibieron en la antigüedad clásica fueron reinterpretadas en la modernidad. Conceptos como democracia, república u oligarquía fueron modificados de acuerdo a la circunstancia histórica del momento.
Así se creó el paradigma de los modelos políticos derecha-izquierda, libertad-igualdad o espacio público-privacidad. Esos paradigmas no se concebían de forma igual en la Grecia clásica o en la República Romana. El cambio paradigmático se dio en el siglo XVIII para realidades del siglo XVIII, por lo que parecen haberse quedado atrás.
Una idea clásica que se reinterpretó en la modernidad es el republicanismo, idea que está siendo revisada en algunos ámbitos académicos, sobre todo de origen anglosajón.
El modelo occidental de República es la República Romana, previa a la época imperial en la que el modelo que le dio grandeza es el del ciudadano que, llamado al Senado, realizaba funciones por un tiempo determinado y luego regresaba a su ciudadanía como si existiera una línea continua entre ésta y la función pública.
En la idea de republicanismo clásica el bien común prima sobre el bien privado, lo cual significa que el gobernante no gobierna su provecho sino en el de la comunidad. En cambio, la concepción moderna de República se basa en el liberalismo, en el que el bien privado prima sobre el bien común.
Haber construido la idea política desde el bien privado, esto es, desde el individualismo tanto en el pensamiento conocido como de derecha o de izquierda, llevó a abandonar aspectos fundamentales del bien común y de allí se entiende en parte el origen de la crisis ambiental por la que atraviesa el planeta, el desamparo de grandes núcleos humanos y la insuficiencia de las herramientas de política pública para enfrentar desde el gobierno los problemas actuales sin la participación de la sociedad civil.
Hoy vivimos un tiempo en el que tenemos que buscar respuestas a nuevos problemas. Algunas respuestas se pueden encontrar volviendo a las ideas originales, que se deben actualizar pero que contienen elementos permanentes, como recita el dicho “flores nuevas en raíces viejas”.
Por: José Antonio Lozano Diez
SY