El día de ayer en el Senado de la República se aprobó una reforma histórica que busca reconocer en la Constitución como lenguas nacionales el español y todas las lenguas indígenas que se hablan en el país, además del lenguaje de señas mexicanas. Dicha enmienda parte de una minuta enviada por la Cámara de Diputados, que se aprobó con modificaciones, por lo que los diputados tendrán que ratificarla.
Se trata de incorporar este reconocimiento en el artículo 2 de la Constitución, lo cual constituye un acto de justicia histórica y una reforma relevante en lo político, en lo social y en lo cultural. Es una reforma que hace más democrático a nuestro Estado, reconociendo que es un Estado plurilingüístico.
Es una reforma relevante en lo social porque permite iniciar un proceso de igualdad y de equidad social de las comunidades indígenas respecto al resto de la nación, aceptando que éstas han sufrido históricamente desigualdad, discriminación y desconocimiento. También, es una reforma relevante en materia cultural porque reconoce la rica diversidad de nuestro país.
Se calcula que a la llegada de los españoles se hablaban aproximadamente 170 lenguas indígenas. De esas han desaparecido cien, lo cual debe llamarnos a la indignación histórica, pues da cuenta de una destrucción de lesa cultura.
El hecho de que después de 500 años se sigan hablando 68 lenguas indígenas en nuestro país habla de la férrea resistencia cultural de los pueblos originarios, pues sus lenguas sobrevivieron a la guerra de Conquista, a 300 años de Colonialismo y a 200 años de una idea civilizatoria liberal excluyente
La reforma aprobada reconoce esa hazaña y la lleva a la Constitución para que señale que en México se habla el Español, pero también se hablan el: Akateko, Amuzgo, Awakateko, Ayapaneco, Cora, Cucapá, Cuicateco, Chatino, Chichimeco, Chinanteco, Chocholteco, Chontal de Oaxaca, Chontal de Tabasco, Chuj, Ch’ol, Guarijío, Huasteco, Huave, Huichol, Ixcateco, Ixil, Jakalteko, Kaqchikel, Kickapoo, Kiliwa, Kumiai, Ku’ahl, K’iche’, Lacandón, Mam, Matlatzinca, Maya, Mayo, Mazahua, Mazateco, Mixe, Mixteco, Náhuatl, Oluteco, Otomí, Paipai, Pame, Pápago, Pima, Popoloca, Popoluca de la Sierra, Qato’k, Q’anjob’al, Q’eqchí’, Sayulteco, Seri, Tarahumara, Tarasco, Teko, Tepehua, Tepehuano del norte, Tepehuano del sur, Texistepequeño, Tojolabal, Totonaco, Triqui, Tlahuica, Tlapaneco, Tseltal, Tsotsil, Yaqui, Zapoteco, Zoque, así como la Lengua de Señas Mexicana.
México no será el primer país que haga este reconocimiento a la diversidad lingüística. Un caso interesante es el de la Constitución de la República de Bolivia que señala en su artículo 5:
“Son idiomas oficiales del Estado el castellano y todos los idiomas de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos, que son el aymara, araona, baure, besiro, canichana, caviteño, cayubaba, chacobo, chiman, ese ejja, guarani, guarasu’we, guarayu, itonama, leco, machajuyai-kallawaya, machineri, maropa, mojeno-trinitario, mojeno-ignaciano, more, moseten, movima, pacawara, puquina, quechua, siriono, tacana, tapiete, toromona, uru-chipaya, weenhayek, yaminawa, yuki, yuracare y zamuco”.
Con esta reforma, se reconocerá que nuestro país es diverso, que nuestro mundo son muchos mundos y que cada lengua, como decían en los diálogos de San Andrés. es una visión del mundo; y si desaparece una lengua desaparece una visión del mundo.
Por: Martí Batres Guadarrama