Ningún país del planeta ni todos juntos cuentan con capacidades para vencer a Estados Unidos o a Rusia en una contienda nuclear; mientras que ellos, confrontados entre sí, tienen asegurada la destrucción mutua, pero ninguno podrá disfrutar de la victoria. El poderío nuclear acumulado por las superpotencias es de tal magnitud que resulta inútil.
No obstante, como en los tiempos de la Guerra Fría, los aprestos bélicos mutuos comienzan a generar análisis y cálculos acerca de las posibilidades de ambos en una confrontación. Algunos enfoques, entre ellos los de Henry Kissinger y Dimitri Medvedev, sugieren que puede crearse una situación análoga a la de 1962 cuando, durante la Crisis de los Misiles en Cuba, el mundo estuvo al borde de la guerra.
Separados por alrededor de 8. 000 km., los centros vitales de Rusia y Estados Unidos están fuera del alcance de las armas convencionales de ambos incluso, debido al desarrollo de las defensas antimisiles, en parte, también de los cohetes que, detectados en el momento de despegar, deberán recorrer distancias que permiten operar a las contramedidas. Es cierto que las ventajas mutuas, pueden ser anuladas por las poderosas flotas de submarinos nucleares de ambos, aunque para eso también se diseñan defensas.
Lo más peligroso ahora que, en torno a Ucrania, cuyo ingreso a la OTAN parece inminente, ocurra como en la Guerra de Corea cuando tuvo lugar una confrontación entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética por “persona interpuesta”, situación que llegará a un clímax en el momento en que, en virtud de acuerdos bilaterales o de la admisión de Ucrania en la organización atlántica, tropas de Estados Unidos ingresen en la antigua república soviética fronteriza con Rusia.
La confrontación pudiera desatarse porque Ucrania opere militarmente contra los territorios separatistas de Donetsk y Lugansk en los cuales, al amparo de Rusia se han instalado repúblicas “independientes” que aspiran a integrarse a ella. En esta situación se crearía un virtual estado de guerra entre Rusia y Ucrania que justificaría la intervención de la OTAN, incluido Estados Unidos. En esas circunstancias la OTAN pudiera ceder a la tentación de “liberar a Crimea” y Rusia comprometerse en una guerra para la cual no se percibe una solución de salida.
Aunque en términos convencionales Rusia es con mucho la mayor potencia militar europea, la OTAN, suma una fuerza convencional impresionante que Rusia pudiera enfrentar, aunque sin ganancias a la vista. Si bien la heredera de la Unión Soviética, cuenta con armas y efectivos, le faltan potencial económico y alianzas políticas. Para Rusia ir a la guerra significa aplazar sus objetivos económicos y sociales, incluso renunciar a muchos de ellos, poner en peligro la cohesión interna y enfrentar otra vez las carencias de la guerra sin metas que justifiquen semejantes sacrificios.
Lo más probable es que Putin acuda a su arma secreta preferida: la prudencia y la capacidad para evitar la guerra único modo de ganarla.
Por Jorge Gómez Barata