Porfirio Muñoz Ledo es sin duda uno de los personajes más destacados y reconocidos de la historia reciente de este país. Estará, a no dudarlo, en los libros de historia al nivel o incluso por encima de quienes han sido presidentes de la República. Su virtud no ha sido ganar elecciones, sino siempre estar ahí para construir acuerdos e instituciones.
Demócrata converso, Muñoz Ledo fue, como muchos de su generación, un implacable operador electoral del PRI de los setenta y presidente de ese instituto político durante la campaña de López Portillo. Si bien la elección fue todo menos democrática, nadie lo puede acusar de haber operado un fraude, pues López Portillo fue candidato único a la Presidencia; el PAN no presentó contendiente en aquella ocasión y Valentín Campa fue candidato testimonial de un clandestino Partido Comunista Mexicano. La conversión de Muñoz Ledo llega a finales de los ochenta, en el contexto del famoso “fraude patriótico” que el inefable Bartlett operó en Chihuahua en 1985 y, ante la falta de democracia interna del PRI, en agosto de 1986, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez Navarrete y Rodolfo González Guevara formó la Corriente Democrática del PRI. Como dirigente del Frente Democrático Nacional y con Cuauhtémoc como candidato fueron los primeros en ganarle una elección presidencial al PRI (y ahí aparece, otra vez, el inefable Bartlett).
El aporte de Porfirio a la democracia no ha sido su popularidad; nunca destacó como candidato. Lo que le ha dado el hoy Diputado rebelde al país es la construcción de esos pequeños y grandes acuerdos que han permitido avanzar pacíficamente hacia la democracia. El 1988 fue parte fundamental para la constitución de la Asamblea Nacional por el Sufragio Efectivo (Adese), primer gran acuerdo de sociedad civil y partidos de oposición para la defensa del voto. Fue impulsor y parte activa del Grupo San Ángel, un acuerdo político sobre el que se fundaron las nuevas instituciones democráticas. Estuvo al lado de Vicente Fox en la transición, y luego se convirtió en un certero crítico de su administración. Como presidente de la Cámara de Diputados le impuso la banda presidencial a López Obrador y lo acompañó, no sin diferencias, en la primeras reformas de este Gobierno. Hoy, desde dentro de la bancada de Morena, Porfirio es el crítico más severo y puntual a las actitudes autoritarias del Presidente.
La trayectoria de Porfirio Muñoz Ledo no está exenta de escándalos políticos y mediáticos; la pasión lo desborda. Pero si algo no se le puede escatimar es que se trata de una de la mentes más brillantes y preparadas de la política mexicana, con una capacidad intelectual y técnica que hoy, ante la cantidad de leyes mal hechas dictadas desde Palacio Nacional, se extraña más que nunca. Pero, sobre todo, a sus escasos 87 años Porfirio tiene una férrea voluntad de seguir luchando por la construcción de una democracia sólida y una República donde el equilibrio de poderes sea real y eso vale más que muchos de los gritos y sombrerazos de la oposición.
Por Diego Petersen Farah