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Opinión

A puerta cerrada

El fenómeno de la violencia política en época electoral no es nuevo, pero es útil intentar un análisis de la conducta de los grupos violentos a partir del supuesto teórico de que cada una de estas bandas criminales actúa como un actor racional, es decir, buscando maximizar beneficios y por tanto se fija un objetivo estratégico escogiendo el curso de acción dentro de varias alternativas a su disposición en términos de costos y beneficios.

Si el objetivo a largo plazo es la toma del poder local y estatal, hay indiscutibles indicios de control sobre amplios territorios donde el Estado está ausente y rebasado. La retaguardia estratégica de los cárteles, donde se resguardan sus cabecillas, son generalmente áreas particularmente protegidas con la naturaleza y con difícil acceso vial. Varios estudios han encontrado que los resultados electorales pueden ser manipulados o alterados por el uso selectivo de la violencia política al dañar la candidatura de alguna alternativa electoral o favorecer a alguna otra en particular.

México vive un ambiente de gran violencia política y con las fuerzas sociales enfrentadas entre sí en una coyuntura electoral donde la mano presidencial está metida de lleno en el proceso. Un gobierno cuyo mantra es dejar hacer y dejar pasar, cualquier episodio encabezado por las organizaciones criminales ha abierto aún más la puerta para la impunidad. Entre abrazos y no balazos los criminales le han perdido el respeto al Estado mexicano, a nuestras fuerzas armadas y a cualquier autoridad, sea estatal o municipal.

Los narcotraficantes han tomado el control territorial de varios procesos electorales y ejemplos sobran. Candidatos asesinados, secuestrados y levantados en plenos actos partidistas son el botón insigne del fracaso de los gobiernos que conocen perfectamente bien la situación delincuencial en sus estados y municipios.

Se asume que para eso se reúne un gabinete de seguridad todos los días, pues. Para presentar soluciones estratégicas al vergonzoso mapa de sangre que tiñe a la cuatroté incapaz de hacer valer el uso legítimo de la fuerza contra cárteles que colocan a México en escenarios específicos de guerra.

La cara de la brutalidad por la irrupción delincuencial como un proyecto de control territorial en varias regiones del país debe ser atajado; los poderosos jefes criminales se dan el lujo de definir qué políticos tienen opciones para ocupar cargos de representación popular en los congresos o en las gubernaturas. Permitir como una gran transacción que delincuentes pretendan negociar su legitimación en la sociedad a través de las instituciones democráticas o como informantes para resolver casos y evitar ser extraditados es una ruta sin retorno y peligrosa. Los errores de juicio de los que hoy detentan el poder están estrechando el margen de maniobra.

Reducir el fenómeno de violencia e inseguridad que vive el país a un simple regaño, desdén o justificación bananera evadiendo responsabilidades desde el relato mañanero, pinta a esta administración que se degrada en múltiples rubros. La reacción de López Obrador ante el desastre en materia de seguridad apunta a ese mecanismo claro de negación para invalidar una parte de la información desagradable como si no existiera. Sin embargo, la realidad se impone ahora también con el desastre en la seguridad del sector aéreo y la ineptitud de la SCT logrando la degradación de México a Categoría 2 como emblema de este gobierno ya francamente de cuarta.

Las explicaciones pedestres de funcionarios leales, pero incapaces y sin los perfiles adecuados, sumadas a la austeridad —que en plena pandemia pegó en el sector salud— han costado vidas de miles de mexicanos.

La imagen de este gobierno danza en una interminable cascada de errores estratégicos e ineptitud, y la visita de Kamala Harris, pocos días después del proceso electoral, dice mucho del fondo de la preocupación estadounidense que ha atestiguado la mano blanda contra organizaciones delictivas y la mano dura contra los adversarios del régimen. Que nadie se asombre con lo que le deparará el futuro a mediano plazo a la orquesta de la cuatroté. Ya se la oye desafinar, destemplada, disarmónica. Y eso que faltan aún los caminos postelectorales…

Por Marcela Gómez Zalce

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