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Opinión

Los fuetazos del presidente eterno

Tomás Uribe Moreno es el hijo mayor del expresidente Álvaro Uribe Vélez y es conocido desde hace por lo menos 15 años en los ambientes empresariales del país. Recientemente los seguidores de su padre han sacado a relucir su nombre como posible candidato a la presidencia de la República y, aunque él niega tener aspiraciones en ese campo, como quienes lo promueven son del partido que Uribe dirige con mano férrea, la duda ha quedado sembrada. 

Este joven (40 años) se dio a conocer durante la presidencia de su padre (2002-2010) por sus viajes en el avión presidencial para hacer negocios de artesanías (según crónica de una periodista de la época) y por el revuelo que se armó porque unas tierras que él y su hermano menor, Jerónimo, compraron en zonas que en el Plan de Ordenamiento Territorial -POT- figuraban como rurales muy poco tiempo después fueron convertidas en zonas francas con lo cual tuvieron una ganancia del 3.000%. Se dijo que el negocio había sido posible porque se beneficiaron de información privilegiada.

Por ese entonces publicó la prensa que en una reunión sobre la destinación de esas tierras los había acompañado uno de los ministros de su padre y saltaron las críticas por la mezcla espuria de lo público y lo privado.

El presidente dijo entonces que sus hijos eran jóvenes emprendedores, trabajadores, que todo lo obtenían gracias a su laboriosidad. Pero en el aire quedó la idea de que jóvenes que hasta hacía muy poco tiempo tenían como única actividad económica conocida la venta de manillas artesanales de pronto resultaron ricos.

Pero lo cierto es que nunca han sido procesados, que se conozca no hay denuncias en su contra ni siquiera por parte de los más ácidos contradictores de su padre, que son muchos.

Desde hace unos meses, como dije al principio, ha aparecido con insistencia el nombre de Tomás: que asiste a reuniones del Centro Democrático (partido de gobierno dirigido por su padre) y que opina sobre política a pesar de que insiste en que ese no es su campo, que su único interés es empresarial.

Siguiendo la línea de su padre, el principal objeto de sus ataques es Gustavo Petro, candidato de izquierda que en las pasadas elecciones sacó ocho millones de votos en la segunda vuelta, que actualmente repite su aspiración y la última encuesta -del 22 de abril pasado- sobre intención de voto arroja un 38.3% a su favor frente a 15.9% de Sergio Fajardo segundo en las preferencias del electorado. Y en la encuesta del 26, que incluye alcaldes, expresidente Uribe, presidente Duque y candidatos presidenciales, el único que sube su imagen positiva y baja la negativa es Petro.

Sobre Fajardo dice Tomás que le inspira miedo por “socialista” y por sus compañías (aludiendo a que es amigo de Juan Manuel Santos), asegura que su proyecto político requiere mínimo tres periodos presidenciales (no menciona que su padre se hizo reelegir con triquiñuelas e intentó una segunda reelección. A Petro lo rechaza por ser, (según él) admirador de Chávez y de Jesús Santrich “un narco”; que estatizaría las pensiones (Petro no lo ha propuesto) y que desprecia a los empresarios (lo cual tampoco corresponde a la realidad), y saca a relucir un video de la última campaña en que Petro aparece, sonriente, metiendo fajos de billetes en una bolsa. Él dice que es dinero de origen legítimo, producto del préstamo de un amigo, por lo cual aceptó que lo filmara, pero hasta el fin de sus días cargará con ese INRI.

También propuso Tomás que la Justicia Especial de Paz -JEP- creada por el Acuerdo de Paz, debería desaparecer y ser reemplazada por un formulario en internet: “¿Qué hace la JEP en la práctica? Escucha a unos exguerrilleros y ex paramilitares. Si confiesan, les dan penas simbólicas. Yo pienso que es más práctico… que en un formulario por internet confiesen sus crímenes y nos ahorramos 330.000 millones al año”. A lo cual el presidente de la JEP respondió: “Ignorancia absoluta sumada a un anhelo de impunidad absoluto, porque así no se investiga en un Estado de derecho. Significa un desprecio por la justicia colombiana, significa un desconocimiento de las instituciones”.

Pero lo que ahora lo tiene como protagonista en las redes sociales son las anécdotas que contó de su infancia para resaltar con admiración el carácter férreo de su padre: recordó Tomás que cuando estaban pequeños su hermano Jerónimo odiaba los jugos que tuvieran semillas y que un día le brindaron uno de banano y fresa y al sentirlas vomitó sobre el vaso. Entonces su padre, con sentido didáctico, le obligó a tomarse su propio vómito con el jugo para que aprendiera.

Contó también que durante la visita de Bush, en sus tiempos de hijo del presidente, él tenía, como acostumbra, las manos en los bolsillos y entonces: “mi papá rompió el protocolo. Casi me manda un manazo y me dijo: “¡saque las manos del bolsillo!”.

Ante las críticas virales en redes expresidente dijo que en sus tiempos esa era la forma de educar (¿?) y que ahora lo veía de distinta manera, pero las fuerzas políticas y las redes sociales relacionan esa forma de ver la “educación” con su estilo en la política: el lema de su presidencia fue Mano firme corazón grande. Se preguntan si los falsos positivos que tuvieron su máxima expresión durante su cuatrienio reflejan su concepción de mano firme.

En mi modesta opinión lo que me parece alarmante es que su hijo considere que esas anécdotas son ejemplares, que ese es el paradigma de la firmeza y la educación. Y que a alguien que propone semejante adefesio sobre la JEP, donde empiezan a aflorar hechos graves y ocultos de nuestro conflicto armado y aplica la justicia transicional, nos la quieran empaquetar como futuro presidente.

Por Zheger Hay Harb

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