Sabemos que millones de personas desconfían de las vacunas, y, como resultado, se rehúsan a ser inoculadas. Aunque los porcentajes varían de país a país, no se trata de un fenómeno focalizado, sino global. Una parte de esas personas duda de las vacunas por convicciones propias acerca de potenciales daños o efectos secundarios que pueden ocasionar. Pero esta semana, un reporte del NYT llama la atención, pues señala que, según los datos, ciertas personas que desconfían en la vacuna, cambian de parecer cuando escuchan mensajes pro-vacunación por parte de doctores, familiares o amistades que conocen. Esto se conecta con la investigación que hemos llevado a cabo en nuestro país desde 2011. Comparto unos comentarios al respecto.
Primero, ¿qué tanta de esa desconfianza corresponde directamente a las vacunas, y qué tanta procede de la desconfianza en las instituciones? Eso es por ahora difícil de responder. Lo que sí sabemos es que estamos hablando de un fenómeno global. El Barómetro de Confianza Edelman 2021 reporta que los liderazgos en el mundo se encuentran en crisis; 73% de las personas de una muestra global desconfía de sus gobiernos y la desconfianza en medios de comunicación tradicionales se encuentra en niveles históricamente bajos.
Segundo, comprender lo anterior es crucial pues facilita un entorno en el que circula masivamente información contradictoria o falsa, los rumores, o en el que se enfatiza la excepcionalidad (por ejemplo, las personas quienes, a pesar de ser vacunadas, lamentablemente pierden la vida). Además, son justamente esos gobiernos percibidos como ineficientes, corruptos o alejados de la problemática de la ciudadanía, los encargados de proveer esas vacunas e implementar las campañas de vacunación.
Tercero, nuestra investigación en México (2011-2019) mostraba fenómenos muy similares. Aunque nuestro objeto era identificar los factores que construyen socialmente el miedo y las percepciones acerca de la violencia, identificamos una elevadísima desconfianza en los medios de comunicación tradicionales. Nuestros primeros estudios cualitativos, basados en cientos de entrevistas de profundidad en toda la República, mostraban que la desconfianza en medios recibía un altísimo porcentaje de las menciones. Posteriormente, y con la colaboración de Lexia, en una muestra representativa nacional encontramos, entre otras cosas, que esa desconfianza en medios tradicionales se confirmaba, pero que, además, estaba altamente correlacionada con la desconfianza en el gobierno (nota: este estudio en particular fue efectuado un mes antes de la toma de posesión de AMLO).
Cuarto, lo interesante era este otro dato: las personas tienden a confiar mucho más en aquello que experimentan en carne propia, en lo que ven con sus ojos, en aquello que conversan con su gente cercana, o en las experiencias de personas en las que sí creen. Esto se conecta directamente con lo que señala el NYT. Ello apunta hacia algunas claves para resolver, al menos en parte, el problema de salud pública que representa el que amplios porcentajes de la población decidan no vacunarse: se necesita implementar estrategias de base, estrategias locales, ancladas en personas que la gente conoce de manera directa, que puedan convencer a sus barrios, a sus conocidos y gente cercana, acerca de la importancia de la vacunación.
De paso, por ahí podría haber también algunas ideas acerca de cómo se necesita combatir esa desconfianza en otros rubros en los que una desconexión entre el discurso oficial, o el de los “narradores tradicionales de la verdad” (Brahms, 2019) y la ciudadanía de a pie, tiene a la gente en el planeta realmente harta y frustrada con sus instituciones.