En el escenario de la reunión de cancilleres de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), del cual se excluyó a los Estados Unidos, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, retomó la idea de la integración regional que, concebida por Simón Bolívar, casi 200 años atrás, apenas ha avanzado, entre otros factores, debido a Estados Unidos.
Como línea de deseos, las reflexiones de AMLO son pertinentes aunque de difícil realización. Él dice: “La lucha por la integración de los pueblos de nuestra América sigue siendo un bello ideal… Sus obstáculos principales han sido el movimiento conservador…, las rupturas en las filas del movimiento liberal y el predominio de Estados Unidos…”
¿De qué manera, me pregunto, pueden removerse tales obstáculos?
“…Sostengo -añade el Presidente- que ya es momento de una nueva convivencia entre todos los países de América, porque el modelo impuesto hace más de dos siglos está agotado, no tiene futuro ni salida”. La pregunta es: ¿cuántos de los actuales gobernantes latinoamericanos comparten esta idea y cuántos estarán listos para elaborar un consenso entre la clase política de cada país al respecto? Para comenzar ¿Cuantos políticos y empresarios mexicanos apoyarían tal cambio de modelo? Y, sobre todo: ¿Cuál sería el modelo alternativo?
Estoy de acuerdo en que, como se sugiere: “Hay que hacer a un lado la disyuntiva de integrarnos a Estados Unidos o de oponernos en forma defensiva” ¿Acaso quiere Estados Unidos integrarse con nosotros, los del Sur? “Es tiempo -dice Obrador- de expresar y de explorar otra opción: la de dialogar con los gobernantes estadounidenses y convencerlos y persuadirlos de que una nueva relación entre los países de América es posible”.
¿Será posible convencer al imperio para que deje de serlo? De qué manera será ese diálogo y quién lo realizará. No conozco ningún gobernante estadounidense que haya dedicado medio día a dialogar con ningún gobernante latinoamericano, incluyendo al propio AMLO.
AMLO se distancia de la realidad al afirmar: “Considero que en la actualidad hay condiciones inmejorables para alcanzar este propósito de respetarnos y caminar juntos sin que nadie se quede atrás”. ¿Acaso no miró a quienes tenía enfrente? Excepto los de Cuba, Venezuela y Nicaragua, no creo que hubiera otros cancilleres que endosaran sus palabras.
Entre lo más sensato estuvo la propuesta de generalizar la experiencia de México: “En este afán puede que ayude nuestra experiencia de integración económica con respeto a nuestra soberanía, que hemos puesto en práctica en la concepción y aplicación del Tratado económico y comercial con Estados Unidos y Canadá”.
El mandatario tiene razón al afirmar: “Obviamente, no es poca cosa tener de vecino a una nación como Estados Unidos. Nuestra cercanía nos obliga a buscar acuerdos y sería un grave error ponerse con Sansón a las patadas…” Al respecto, ni siquiera Cuba es una excepción. Buscar acuerdos con Estados Unidos es lo que ha hecho la clase política latinoamericana a lo largo de toda la historia. Es cierto, quien más ha conseguido es México. ¿Está México satisfecho con lo logrado?
De momento, en el discurso hay un giro: “…Con el paso del tiempo… se ha ido aceptando una circunstancia favorable a nuestro país: el crecimiento desmesurado de China ha fortalecido en Estados Unidos la opinión de que debemos ser vistos como aliados y no como vecinos distantes”. ¿Cree el presidente que China es el problema? Entonces. ¿La integración Latinoamérica es con Estados Unidos para frenar o contrarrestar a China?
Es interesante como AMLO cuenta cómo cuadró el círculo “…Como le comenté al presidente (Joe) Biden, nosotros preferimos una integración económica con dimensión soberana con Estados Unidos y Canadá, a fin de recuperar lo perdido con respecto a la producción y el comercio con China, que seguirnos debilitando como región y tener en el Pacífico un escenario plagado de tensiones bélicas… Nos conviene que Estados Unidos sea fuerte en lo económico y no sólo en lo militar…” (SIC)
Desde luego: “…Esto pasa por planear conjuntamente nuestro desarrollo… Deben definirse de manera conjunta objetivos muy precisos; por ejemplo, dejar de rechazar a los migrantes, jóvenes en su mayoría, cuando para crecer se necesita de fuerza de trabajo que, en realidad, no se tiene con suficiencia ni en Estados Unidos ni en Canadá… Digamos adiós a las imposiciones, las injerencias, las sanciones, las exclusiones y los bloqueos”.