Hasta ahora, cuando hablábamos de migración irregular en México —los que cruzaban en la frontera sur o trataban de cruzar en la frontera norte hacia los Estados Unidos— estábamos enfocados en los centroamericanos, principalmente de Honduras, Guatemala y El Salvador. Pero algo está cambiando en los flujos migratorios que debería llamarnos la atención.
Cuando estuve en Tapachula, hace un par de semanas, casi todos los extranjeros que andaban en el parque central o las calles del centro, eran haitianos, que parecen ser el grupo más numeroso en esa ciudad en este momento. Desde el año pasado, los haitianos también están en segundo lugar en las solicitudes para el refugio (asilo) en México, con los cubanos en tercer lugar, después de los hondureños que siguen siendo los más numerosos, pero muy por encima de los migrantes provenientes de El Salvador y de Guatemala.
En la frontera norte, el gobierno de Estados Unidos reporta que los hondureños y guatemaltecos son los grupos más numerosos que se encuentran en la frontera con México, con 161 mil y 152 mil cada uno desde octubre del año pasado, pero los salvadoreños, 50 mil, son apenas un poco más que los ecuatorianos, 40 mil, mientras que los cubanos y brasileños están un poco encima de los 20 mil y los venezolanos se acercan a ese número con un poco más de 17 mil. También hay unos cuantos miles de nacionales de países africanos, la gran mayoría de los cuales vienen desde Panamá después de haber cruzado el Tapón de Darién, un bosque selvático sumamente peligroso.
Todo esto sugiere que los patrones de movilidad en las Américas están cambiando rápidamente, con muchos ciudadanos de países caribeños y sudamericanos decidiendo buscar nuevas opciones en México o cruzando México en esperanza de llegar a los Estados Unidos. Puede que esto sea un cambio pasajero, pero también es altamente posible que esto es un nuevo patrón en las migraciones latinoamericanas y del Caribe. De ser así, tanto en México como los Estados Unidos tendremos que prepararnos para olas nuevas de migrantes que están viajando de tierras cada más lejanas y en números cada vez más grandes, con todos los desafíos que esto plantea para las decisiones de quién es admitido, quién recibe asilo y cómo se integran en nuestras sociedades.