Estamos a la mitad de la justa olímpica y ya hay suficiente material para hacer análisis en clave de derechos. De entrada, el que las olimpiadas se hayan pospuesto y que se celebren sin público, implica la necesidad de garantizar el derecho a la salud.
Hay que comenzar remarcando que estamos ante las olimpiadas más balanceadas en cuanto a la participación de hombres y mujeres en la historia. Se logró un 48.8% de competidoras, aumentando el 45% en Río de Janeiro. Hay que recordar que, en Atenas 1894, no hubo participación de mujeres y que, en París 1900, representaron el 2.2% pudiendo competir solo en deportes restringidos para ellas.
Cabe aclarar que hoy, casi todos los deportes pueden ser practicados con independencia del sexo, salvo las restricciones a la participación masculina a nivel olímpico, como en gimnasia rítmica que tiene ya ejecutantes hombres en muchos países y el nado sincronizado, que se considera solo para mujeres a pesar de que, en los orígenes, hubo hombres integrando el ballet acuático.
Tokio 2020 va a ser la primera olimpiada en la que compita una mujer transgénero.
La mala nota la dio la Federación de Natación (FINA), al prohibir los gorros para cabello afro, porque su volumen hace que no “se siga la forma natural de la cabeza”. La medida se consideró racista y, por fortuna, se está revisando. Obviamente, el uso de gorras de mayores dimensiones no daría ventaja alguna a las nadadoras que usaran este aditamento.
El otro tema que ha sido noticia mundial, aunque no se trató de algo que sucediera en la sede olímpica, fue una protesta de jugadoras de handbol de playa porque la Federación Europea multó al equipo noruego por usar pantalones cortos y no bikini. En el volibol de playa, los códigos de vestimenta son amplios, incluidas las mangas y pantalones largos que fueron considerados para no excluir a nadie que, por razones religiosas, quisiera portarlos.
Otra cuestión relacionada con la ropa fue la elección de gimnastas alemanas de llevar licras que les cubren todo el cuerpo argumentando que es más práctico y que se sienten más cómodas y que caer en la cuenta de ello llegó con la pubertad. El mensaje se ha leído de múltiples maneras, pero vale la pena escucharlas directamente a ellas.
En Tokio 2020, se siguió con el reconocimiento de derechos de personas refugiadas que inició en Río. En esta ocasión, se formó una delegación de 29 integrantes, lo que implica que se triplicó el número en relación con la edición anterior. Una de sus integrantes, la nadadora siria Yusra Mardini realizó la hazaña de salvar 16 vidas al empujar, durante más de tres horas, una lancha con migrantes en el mar Egeo.
El Comité Olímpico busca que las condiciones de un país —en guerra o con cualquier tipo de conflicto— impidan que sus nacionales queden fuera de su posibilidad de participación en una Olimpiada cuando cumplan los estándares de clasificación. En palabras de Thomas Bach: “En un mundo ideal, este equipo no debería existir, pero desafortunadamente, las razones por las que se creó todavía existen”.
El tema de la salud mental lo puso sobre la mesa la multicampeona Simone Beil, es algo que el deporte institucionalizado ha escondido o evadido pero que habrá que abordar muy pronto.
No cabe duda que, en Tokio, ya se establecieron marcas relacionadas con la progresividad de los derechos y la buena nueva es que la humanidad va por más.