Tan pronto logre salir de la tremenda encrucijada en que el virus Sars-Cov-2 la ha colocado, hasta poner al mundo de cabeza, la humanidad entera sufrirá un encontronazo frontal con la crisis climática y sus consecuencias, el verdadero monstruo que ella misma creó y alentó.
El tiempo está prácticamente agotado. El ser humano, de acuerdo con la ciencia, tiene no más de cinco años para cambiar por completo su modelo productivo y económico, a fin de lograr que el calentamiento global no supere el límite de 1.5 grados, pactado en el Acuerdo de París, en 2015.
Por décadas, la humanidad escuchó las advertencias sobre los peligros del calentamiento global, pero no actuó, censura ahora la ciencia. Y como resultado, alerta, el problema está aquí y nadie está a salvo.
Apenas el lunes pasado, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) presentó lo que es considerado el mayor y más completo análisis del mundo sobre la crisis climática, realizado para la Organización de las Naciones Unidas, y en el cual se precisa que una de las tareas ya impostergables sigue siendo la urgencia de reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero durante el próximo lustro, en particular el dióxido de carbono.
El Informe es contundente. No se anda con rodeos. El daño está hecho. Los desastres naturales recientes en diferentes regiones del planeta se derivan del calentamiento global. El cambio climático causado “indudablemente” por la actividad humana ha llevado al mundo a su período más cálido en 2 mil años y “tendrá seguramente efectos irreversibles durante milenios”, señala el IPCC.
Los efectos del cambio climático impactan ya de manera severa e irremediable a los glaciares de montaña y en los polos, los cuales seguirán derritiéndose (hasta la desaparición de algunos), incluso reduciendo las emisiones. Los océanos continuarán creciendo sus niveles y las inundaciones serán cada vez más frecuentes y destructivas.
El asunto es sin duda de la mayor importancia. Tiene implicaciones directas con la vida y eventual extinción de todas las especies en nuestro planeta, incluida por supuesto, la humana.
Es cierto que la crisis sanitaria con la que hoy contiende el mundo entero nos tomó por sorpresa y ha conseguido que la ciencia, la política y el poder y los recursos económicos se enfoquen en esta lucha sorda que no parece tener un fin ni inmediato ni cercano. Sin embargo, esto pasará en algún momento dejando en la humanidad saldos, muchos de ellos inconmensurables, que apenas comenzamos a vislumbrar.
La pregunta es si será en ese momento, una vez que la pandemia haya quedado atrás, cuando los humanos tendremos la lucidez, la garra y la decisión suficientes para confrontar un problema mucho mayor que el anterior, con infinidad de aristas y complejidades y para lo cual desafortunadamente ya no nos queda tiempo. Más nos vale que sí.
Los actuales cambios en el clima “no tienen precedentes ni parangón en los últimos siglos e incluso milenios”, concluye el Informe de los expertos. El planeta entero enfrenta la última oportunidad para su viabilidad de futuro. No es exageración. El daño es mucho más grave de lo que todos pensábamos.
El Informe es un baño de realidad, que no podemos ni debemos desatender. Como humanidad no terminamos de verlo. Ni siquiera a adivinarlo. Hoy el coronavirus nos tiene ocupados, preocupados y maltrechos. Pero el desafío está aquí. Y a querer o no, la crisis climática es el monstruo que tendremos que enfrentar tan pronto superemos la pandemia del coronavirus.