Thomas Malthus (1766-1834) nunca se ha ido. Demógrafos, expertos en economía política y aficionados al devenir de los problemas económicos en el mundo y a las nulas bondades del crecimiento de la población, lo recuerdan cuando nuevas catástrofes llaman la atención. En síntesis, Malthus, uno de los primeros demógrafos, al cavilar sobre los obstáculos al crecimiento de la población, afirmaba, en lo que él denominó Obstáculos destructivos, que la miseria y sus consecuencias, i.e., mala alimentación, insalubridad, enfermedades, trabajos mal remunerados, hambre, peste y epidemias, eran factores seminales cuya presencia impedía el crecimiento de la población mundial. Sus inquietudes —pobreza, epidemias—, con respecto a la salud poblacional, siempre han sido vigentes. Covid-19 invita a releer las teorías malthusianas.
SARS-cov-2, ingrato compañero de la humanidad, ha servido para mostrar las maravillas de la sabiduría médica, i.e., vacunas, así como los límites del conocimiento científico: las infecciones y los decesos no ceden y por ahora no contamos con medicamentos eficaces para combatir al virus. Las muertes por Covid-19 son más frecuentes, como señalaba Malthus, en poblaciones marginadas y pobres. Dicho patrón es mundial. México no es la excepción.
Un estudio publicado este año en The Lancet, revista médica señera —se fundó en 1823— y respetada, analiza las consecuencias presentes y futuras de la orfandad. Destacan los problemas de salud mental, violencia física, emocional y sexual. A lo anterior, agrego la vulnerabilidad in crescendo de los infantes y la falta de cuidado de la mayoría de los países, cuya pobreza se concatena con la ya de por sí raquítica protección de la población depauperada. El número de niñas y niños en situación de la calle aumentará, las autoridades serán rebasadas, la violencia se reproducirá y muchos serán objeto de trata y blanco idóneo para el narcotráfico. Los decesos de los progenitores o de los abuelos conllevan serios problemas para la niñez, sobre todo cuando la situación económica es mala.
Entre marzo de 2020 y abril de 2021 se estudió el efecto de la pandemia en diversas naciones. De acuerdo a los estudios publicados en The Lancet, México ocupa el primer lugar en orfandad, aunque como bien señala Samuel Ponce de León, eminente epidemiólogo, las cifras dependen, en buena medida, de los sistemas de vigilancia epidemiológica de cada nación: por ejemplo, ¿son confiables los datos en India?
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia define orfandad como la muerte de uno o ambos progenitores. En México, 131 mil 325 niñas y niños perdieron a uno de los progenitores (la mayoría de las veces al padre) o a ambos. La cifra aumenta a 141 mil 132 debido al deceso de la abuela o del abuelo, denominados cuidadores secundarios, cuyo papel es fundamental en naciones como la nuestra: su presencia le permite al padre o a la madre continuar trabajando.
En el estudio publicado el 31 de julio por la Universidad de Oxford y 12 centros de investigación se documentó que en el mundo, 1,562,000 niños/niñas sufrieron la pérdida de un cuidador, ya sea uno de los progenitores o de los abuelos. Las conclusiones del estudio son crudas y obvias: la orfandad y la muerte de alguno de los progenitores o abuelos es una pandemia oculta; por lo anterior, agregan, es menester acelerar la vacunación amén de la necesidad de ofrecer apoyo económico y psicosocial a los/las huérfanos.
Malthus feneció hace casi dos siglos. Sus preocupaciones, miseria, trabajos mal remunerados y pandemias siguen vigentes. Covid-19, en un mundo súper poblado, 7,800 millones, y súper conectado, desnuda y reta: por ahora el virus ha ganado la batalla contra la tecnología y la ciencia.