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Opinión

La descolorida de Petro

El senador Gustavo Petro es candidato a la presidencia de la República por su propio partido de izquierda el Pacto Histórico. En las pasadas elecciones presidenciales alcanzó la segunda votación, a corta distancia de quien las ganó, el actual presidente de la República, Iván Duque.

Su propuesta de gobierno es claramente socialdemócrata, como corresponde a alguien salido de las canteras de la izquierda: militó en el M19 y estuvo en la cárcel por hechos de su militancia, es decir, delitos políticos. Fue senador -sin duda el mejor- por varios periodos y sus debates de control político lo graduaron de enemigo de la derecha encabezada por el expresidente Álvaro Uribe.

Gracias a sus denuncias, tan bien fundamentadas que nunca pudieron ser desmentidas, el país empezó a conocer el escándalo de la parapolítica, esa cadena de crímenes en que los aliados del gobierno se unieron con los paramilitares que cometieron toda clase de delitos atroces como masacres y despojos de tierras de los campesinos que después terminaron con nuevos dueños.

Por eso nos sorprendimos -espantamos- en el año 2008 cuando votó en el senado por Alejandro Ordóñez para procurador general de la Nación. Se trata de una persona de extrema derecha, contrario al aborto, al matrimonio igualitario y al libre desarrollo de la personalidad garantizados por la Constitución, conocido porque en su juventud organizaba quemas de libros como las de la inquisición con los textos que él consideraba contrarios a sus creencias religiosas.

Años después dijo que lo volvería a hacer con sentido pedagógico. Pero lo peor fue la justificación que Petro dio a ese voto: dijo que lo hizo para poder ejercer control sobre su gestión, argumento absurdo porque esa es una prerrogativa de los legisladores sin importar si votaron o no por el funcionario a quien aplican el control. Petro fue alcalde de Bogotá con una plataforma de izquierda y sus realizaciones allí beneficiaron principalmente a las zonas económicamente menos favorecidas de la capital. La derecha se empeñó en tumbarlo y finalmente lo logró Ordóñez, el mismo por quien votó para procurador, quien además lo inhabilitó para ejercer cargos públicos por 15 años, con lo cual pretendía acabar su carrera política. El Consejo de Estado anuló en buena hora esa decisión.

En este momento Gustavo Petro se encuentra adelantando su campaña para la presidencia por el Pacto Histórico como se denomina ahora su organización, antes Colombia Humana, sin aceptar alianzas con otras organizaciones de izquierda -o centro izquierda porque ahora nadie quiere ser llamado de izquierda- de las cuales él mismo proviene, pero ya se ve que senadores y representantes a la Cámara adscritos a otros movimientos o partidos, debaten en este momento abandonarlos para pasarse a las toldas petristas.

Esas deserciones que ya se ven venir dividirían el Partido Verde, en el cual militan Antonio Navarro (su antiguo copartidario y jefe en el M19, ex copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, ex ministro, ex gobernador y ex alcalde) y Antanas Mockus, también ex alcalde de Bogotá. Estos dos emitieron un comunicado indicando que no ven posible una alianza con Petro.

Ante ese radicalismo de Petro para no aceptar alianzas, ahora hemos experimentado una nueva sorpresa que me atrevo a calificar como lamentable: en su acto de campaña en Barranquilla, plaza que le ha disputado con éxito a la clase dominante, ante un auditorio entusiasta que llenaba la Plaza de la Paz, dijo que no era ateo, para congraciarse con la población creyente.

¿Qué lo llevó a semejante retroceso en su planteamiento si entre los ocho millones de votos que obtuvo en las pasadas elecciones a la presidencia es de suponer que estaba esa masa católica y en menor medida protestante? ¿Sería para quitarle electores al exrector de la Universidad de Los Andes, hoy su contrincante, quien se ha manifestado abiertamente ateo y que en cambio pide no crear confl ictos por las creencias religiosas?

La fe religiosa de un candidato pertenece a su fuero privado; Colombia es un país laico, con separación entre la iglesia y el estado que es precisamente lo que garantiza a libertad religiosa. Esto que suena tan fácil se logró con un largo y sostenido trabajo de mucha gente y organizaciones. Luego vino la siguiente sorpresa: Petro presentó con un gran abrazo a Alfredo Saade, pastor evangélico antiabortista, machista, homofóbico, enemigo del matrimonio igualitario y defensor de todas las causas retardatarias que creíamos que él combatía.

¿Cómo es posible que las mismas puertas que Petro cierra a los líderes y movimientos de izquierda que buscan aliarse con él las abra de par en par a personas y movimientos que impusieron el NO contra el plebiscito por la paz engañando a los creyentes con que el Acuerdo de Paz proponía volver homosexuales a sus hijos, que regalarían el país a las FArc y que Colombia se volvería una segunda Venezuela?

Durante la alcaldía de Petro veíamos con desesperanza cómo casi cada día se presentaban las renuncias o despidos de funcionarios brillantes y honestos que considerábamos sus aliados naturales.

No lograba hacer equipo con nadie, en cambio ahora vemos a la caverna como su coequipera. Hoy en día Petro puntea en todas las encuestas de intención de voto para las presidenciales de 2022, pero tal como están las cosas su triunfo no significaría el de las ideas que lo llevaron a ser una ilusión de cambio.

Presentarse falsamente como un cristiano devoto es burlarse de la confianza de los creyentes que lo siguen. La arrogancia ya lo ha llevado a decir que Jesús se parece a él. Ya varios de sus aliados más destacados le están pidiendo que explique ese discurso y han advertido a los pastores ahora reconvertidos en petristas que van a seguir luchando porque las iglesias paguen impuestos.

 

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