En una andadura de 300.000 años, disfrutando del libre albedrio, la especie humana, se ha hecho a sí misma y ha construido un entramado de culturas y civilizaciones que forman la historia universal, una plétora de creaciones materiales y espirituales constituidas por la fe, el arte y la literatura, la cultura general y la cultura política, grandes doctrinas humanísticas y también, ideologías que estrechan los horizontes y mutilan el pensamiento.
“La ideología”, decía Marx, “es un conocimiento falso de la realidad”. “¿Por qué?” preguntó un estudiante, como los profesores no pueden evadir las preguntas directas, respondí. “Porque condicionan el conocimiento y la aproximación a la verdad a intereses, a veces legítimos otros mezquinos. Debido a que lo creado resulta inabarcable y ninguna persona o grupos de ellas, institución o texto puede narrar plenamente lo acaecido ni predecir lo que ocurrirá, son imprescindibles herramientas metodológicas que permitan percibir los planos más generales, explicar el conjunto y dentro de él cada momento y proceso.
De ahí surge la dialéctica entre lo general y lo particular, el todo y cada una de sus partes. Hasta alrededor del siglo XVIII, el siglo de las luces, las únicas explicaciones para el inabarcable conjunto, eran extrahumanas, la fe en fuerzas, misteriosa y todopoderosas asistió a la especie humana en su andadura que además de realizaciones colosales, estaba también plagada de infortunios. Del mismo modo que mediante ininteligibles procesos históricos, se creó la maravillosa cultura universal, se entronizó la injusticia social, madre de todas las desavenencias.
Así se confirmó que la evolución, mezcla de avances orgánicos y progreso cultural, librada a la espontaneidad, había fallado porque se constataba que, la esfera social, la zona de la realidad en la cual se realiza la convivencia humana, estaba plagada de imperfecciones y era necesario y posible corregirla.
Desde entonces, del mismo modo que removió montañas y modificó el curso de los ríos, creo inexplicables piramidales y magnificas catedrales, la especie humana se dio a la tarea de reformar la sociedad y, junto con cristianismo, el Renacimiento, la Ilustración y la Revolución industrial, aparecieron las grandes doctrinas filosóficas, primero el liberalismo que alumbró las revoluciones del siglo XVIII y el marxismo que dotó al socialismo de bases científicas.
La conjunción de conciencia y ciencia, pensamiento y acción, espontaneidad y voluntarismo y la comprensión de que la cultura, incluida la cultura política, son construcciones realizadas a partir de sumas, nunca de negaciones ha permitido avances sociales que aunque incompletos, avanzan en direcciones coherentes con la condición humana.
La creencia de que alguna filosofía o algún prohombre disfruta del privilegio de percibir el inmenso panorama de la cultura universal, responder a todas las interrogantes y diseñar el futuro es obviamente errónea, más exactamente falsa, como descabellado es el empeño de ejercer hegemonía cultural o política y regir a la especie y gobernar el planeta. Todos los que lo han intentado han recibido rudas lecciones de humildad. Los fracasos de todos los proyectos totalitarios ilustran la conclusión.
La dialéctica del proceso histórico es un conjunto de herramientas metodológicas para comprender, programar y conducir los procesos concretos, quien no se apropie de estos saberes y se comporte con arrogancia, se habrá colocado en el lado equivocado de la historia y sufrirá las consecuencias. Los ejemplos están a la vista. Allá nos vemos.