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Opinión

ExFARC: el secuestro fue un agradable paseo

La senadora Sandra Ramírez, del partido Comunes, conformado por la antigua guerrilla de las FARC luego de su desmovilización, afirmó, en el marco de un homenaje de ese partido a Jorge Briceño –“Mono Jojoy”, como se le conoció en la guerrilla- que “los secuestrados tenían sus comodidades… tenían su camita, su cambuche (lugar donde vivir)”. En ese mismo escenario dijo que el “Mono” (en Colombia se llama monos a los rubios) había sido un feminista.

Las memorias de exsecuestrados, todas coincidentes en lo fundamental, las fotos de las jaulas de esas víctimas encadenadas y encerradas peor que animales, la comparecencia de los excomandantes de las FARC ante la Justicia Especial de Paz (JEP) y su presentación ante la Comisión de la Verdad, han mostrado la crudeza de esa tragedia. Fueron miles, algunos todavía desaparecidos a pesar de los esfuerzos y el compromiso de contribuir a dar con su paradero; muchos murieron en cautiverio mientras sus captores seguían cobrando su rescate. Según la JEP las FARC secuestraron, por lo menos, a 21 mil 396 personas, imputó a ocho miembros del antiguo secretariado por crímenes de guerra y de lesa humanidad y ellos aceptaron los cargos.

El secuestro contribuyó en gran medida a la degradación de la guerra, arrastró a personas que se alzaron en armas persiguiendo un ideal hasta convertirse en seres que ahora, luego de su desmovilización, se muestran aterrados de mirarse en ese espejo de su transformación, como dijo “Timochenko” luego de oír a Ingrid Betancurt, secuestrada durante siete años, cuando habló ante la Comisión de la Verdad: esa no era la guerrilla a la cual él se incorporó para luchar por un país mejor. Y ahora, la senadora Rodríguez sale a dar semejante declaración.

Después de que varios excomandantes se han mostrado -desde cuando estaban en La Habana adelantando los diálogos- espantados al ver el odio que han despertado en la población y luego se han conmovido con el apoyo de tantos en este país que apuestan por su reinserción, que dan la pelea porque se respeten sus vidas, porque se cumpla lo firmado en el Acuerdo de Paz y que el gobierno viola cada día. Con declaraciones como esa, echa por tierra el esfuerzo de los excomandantes y miles de exguerrilleros que han mostrado un compromiso real con la verdad y el reconocimiento de las víctimas y su reparación y atiza el fuego que los enemigos del proceso de paz avivan cada día.

No es la primera vez que esta senadora tiene que retractarse, quizá bajo la presión de sus mismos compañeros, como cuando negó, ante las evidencias, que hubiera habido reclutamiento forzado de menores y lo ha hecho también ahora: “Quiero ofrecer excusas de corazón a las víctimas por mis desafortunadas declaraciones. No fue mi intención. También ofrezco excusas a quienes se sintieron ofendidos. Como firmante de la paz y senadora hoy, soy consciente de los gravísimos hechos, y muy dolorosos, que ocurrieron en la guerra”.

Habría que mirar por qué ella, y no otra de tantas exguerrilleras que se han destacado en la paz, fue la elegida para ocupar una de las curules que el Acuerdo les otorgó. Supimos por primera vez de su existencia por una foto publicada en el periódico El Tiempo, donde aparecía lavándole los pies a su marido, el comandante Manuel Marulanda “Tirofijo”.

No sé si el concepto de feminismo pueda estirarse tanto como para hacerlo coincidir con actitudes como esa. En la foto que mostraba a los soldados secuestrados tras una alambrada de púas, encadenados, posaba el “Mono Jojoy” recostado en uno de los tocones que sostenían la cerca, como un hacendado ante el corral de su ganado.

Esa escena grabada y fi lmada fue devastadora para la imagen de la guerrilla; hasta el punto de indignar al Comandante Fidel Castro, quien al verla dijo que eso era inhumano, indigno de revolucionarios, que en la Sierra Maestra ellos entregaban a la Cruz Roja a los soldados que capturaban.

El “Mono” ha sido acusado por exguerrilleras de -por lo menospermitir crímenes sexuales en las unidades bajo su mando. Es comprensible que la senadora lo recuerde como el jefe militar que dirigió campañas exitosas contra el ejército pero, ya en la paz y luego de conocer las declaraciones de tantas víctimas de estos crímenes, es inexcusable que lo presente como feminista. Aceptando que en sus años de guerra no se hubiera enterado, la información recopilada por la JEP en el macrocaso de crímenes sexuales brinda información comprobada judicialmente que ella, como senadora debe conocer.

El partido Comunes -el de la senadora- atraviesa una situación difícil; en medio de divisiones y subdivisiones parece estar haciendo un gran esfuerzo por no naufragar en la contienda electoral que se avecina por las presidenciales, y declaraciones como esta pueden contribuir a hacerle más difícil la situación. Muy bien la retractación, pero el daño ya ha sido hecho. Será un escollo más para su partido.

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