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Opinión

El futbol profesional en México, fábrica de ilusiones y de fracasos

Desde el año 1970, cuando fui testigo del Campeonato Mundial de Futbol en México, cada 4 años la historia se ha repetido, un partido más, un partido menos y los resultados siempre son los mismos: desilusiones y fracasos.

Está más que demostrado que las capacidades de los directivos de la Selección Nacional tienen un límite, y es justo cuando comienza la auténtica competencia donde ya no hay un mañana. Es todo o nada. Ganar o perder, únicas alternativas.

Recuerdo bien aquel 1970, cuando en la casa de mis padres en una televisión Philco, de las primeras a color, seguí con detalle cómo México pasó a la segunda ronda ocupando el segundo lugar de su grupo, después de la Unión Soviética.

Y fue en la siguiente instancia cuando Italia, con su portero Dino Zoff, su defensa Giacinto Faccheti y su delantero Gianni Rivera, entre otros, nos mostró realmente el sitio que le corresponde al futbol mexicano, aun jugando en su estadio y en su país.

Desde entonces mis ilusiones, comenzaron a desvanecerse lenta, pero irreversiblemente y con el paso del tiempo, partido más, partido menos, la Selección Nacional siempre jugó para ganar, pero siempre perdió como de costumbre.

En el Mundial del 1986, cuando México repitió la sede, los alemanes se encargaron de terminar con aquella ilusión derrotando a la oncena Tricolor en serie de penales. De ahí en adelante, tanto la Liga de Futbol Profesional como los Mundiales, al menos en México, se han convertido en auténticos y jugosos negocios, y de paso, sí se es dueño de una empresa televisiva con cobertura nacional, pues imagínense el tamaño del filete.

Pero, ¿y el futbol? ¿la Selección Nacional? ¿el Himno que pone a llorar a muchos, incluyendo a los jugadores?... ¿Dónde quedan? ¿Qué pasó con ese deseo e ilusiones repetidos una y otra vez, cada cuatro años?

Lo que pasó con México en Qatar fue otra gran decepción, una más. Los jugadores -para un servidor-, salieron a cumplir con el planteamiento y la estrategia de un técnico contratado exprofeso para esto, y ¿qué pasó?, bueno que contra Polonia se salió con miedo y a especular, no a ganar; contra Argentina mejor ni hablamos y dejémosle al técnico argentino Martino -que por cierto “ya peló gallo”- decir lo que pasó y por qué pasó, y contra Arabia Saudita la Selección salió como “una jauría de leones hambrientos”. ¿Por qué no jugaron así desde el inicio del torneo?

¿Acaso no sabe el “laureado” técnico Martino que a un Mundial de Futbol se va a ganar y no a especular o dejarse ganar? ¿Por qué contra los saudí árabes jugaron como nunca, pero quedaron fuera como siempre?

El futbol en México está en poder de un puñado de empresarios -AMLO, les llama oligarcas-, dueños de equipos y medios de comunicación, a los que les importa ganar dinero, mucho dinero, nada más.

El deporte, el futbol, la afición, el Himno y el orgullo de ser mexicano son lo que menos les importa. Total, justificaciones hay un millón y ya vimos una, la de Yon de Luisa, “flamante” presidente de la Femexfut que declaró: “La selección se quedó a un gol de pasar a la siguiente ronda”.

Cree este tipo que los mexicanos somos estúpidos.

No, claro que no. Pero lo que sí debo señalar y reconocer es que los mexicanos no tenemos memoria. En seis meses, tal un año o dos, volveremos a depositar nuestras esperanzas en un deporte que como ningún otro une y reúne a los mexicanos, sean indígenas, obreros, burócratas, empresarios, científicos, políticos y hasta gobernantes.

Parece mentira, pero el propio AMLO lo dijo en una de sus mañaneras. “Mucha afición para el poco desarrollo del deporte”, en obvia alusión de la Selección y hasta se dio el lujo de agregar: “si necesitan, los apoyamos (a los dueños de equipos, claro)”; lo cierto es que la afición mexicana no se merece este tipo de resultados”.

Y lo vemos, por ejemplo, con la dignidad, entrega, y desde luego estrategia, aplicadas por combinados como Corea del Sur, Japón, Croacia y ni qué decir de Uruguay (con apenas 3 millones de habitantes). Además de la formación de talentos, todos los sectores productivos invierten en el deporte y formación de talentos para que el país gane y en esa medida trascienda en un mundo que durante un mes está íntimamente ligado a un deporte, donde un balón con un diseño específico, atrae las miradas y la atención de millones de personas.

Usted dirá, ¿qué fue de mi ilusión? Le responderé que la sepultaron en el Mundial del 1986. Desde entonces y hasta ahora, veo cómo las nuevas generaciones también caen víctimas de la misma estafa, del mismo engaño, y veo cómo sus ilusiones también se van diluyendo con el paso de los años.

El seleccionado se propone un quinto partido. ¡Carajo! Les debo recordar que no es el límite, hay más instancias como el tercero, el segundo y, ¿por qué no? el primer lugar; real, tangible, que motiva a los millones de jóvenes a superarse en esta y otras disciplinas deportivas, y como efecto dominó en todas las áreas productivas y por lo tanto en el logro de un desarrollo social, económico y deportivo que, entonces sí nos ubique ya no en el Grupo de los 20 (G20), sino en el grupo de los 7 (G7). ¿Por qué no aspirar? ¿Por qué ponerle un límite al futbol? Pero, el volver a soñar, a ilusionarse, en certámenes de balompié, para mí, al menos, dejó de tener sentido desde México 1986.

Hasta la próxima. Sean felices. Siempre hay un mañana

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