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Opinión

Una segunda oportunidad sobre la tierra

“Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”. (Gabriel García Márquez, discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura).

Colombia potencia mundial de la vida, eslogan de la campaña presidencial, tendrá que ser, de ahora en adelante, el lema del nuevo gobierno, el primero de izquierda en la historia nacional. Ya Gustavo Petro no es el candidato del Pacto Histórico, ya no es sólo el primer presidente de izquierda: es, por encima de todo, el presidente de todos los colombianos, el que tiene que crear una Colombia unida en sus diferencias y con todos sus conflictos.

Los nadie, los siempre preteridos, los que no se enteraron de sus propuestas leyendo los periódicos que no les llegan o viendo en televisión que no siempre pueden encender por falta de energía eléctrica, sino viéndolo y oyéndolo cuando visitó sus comunidades para llevarles su propuesta; los que tuvieron que salir de sus casas inundadas y caminar kilómetros para ir a depositar su voto, los que llorando a sus víctimas dijeron ¡Presente! con la esperanza de que por fin verán la justicia, ahora se sienten ganadores. Es su primera victoria, el triunfo es suyo y exigirán la satisfacción de sus esperanzas.

Los jóvenes que hace un año se tomaron las calles reclamando sus derechos y con dolor vieron caer a sus compañeros, hacen ahora un carnaval festejando la presidencia que consideran suya porque sus movilizaciones fueron un anticipo de la campaña presidencial.

Los ambientalistas, hayan votado por él o no, esperan del nuevo presidente la realización de su promesa de campaña de promover el cuidado de la vida, de consentir con amor a la tierra, las aguas, el aire, los animales, de educarnos para respetar la naturaleza que se nos ha prestado con la obligación de que la cuidemos para nuestro bienestar y el de las futuras generaciones.

Muchas de las regiones más maltratadas por la acción humana son también las de la ubicación de cultivos de coca y amapola, pobladas por comunidades atadas contra su voluntad a la clandestinidad y el peligro de esa actividad, la única que les permite devengar el sustento. Campesinos, comunidades negras e indígenas están presos en su propia tierra, sometidos a grupos armados ilegales, verdaderos yugos de los que no pueden escapar. Para ellos es urgente la realización de los prometidos planes de inclusión social.

Las comunidades campesinas desplazadas por actores armados aún esperan el retorno a su tierra y la garantía de poder habitarlos en paz. La solución definitiva de sus problemas pasa por las propuestas para acabar con el narcotráfico y la realización de un acuerdo de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), otra de sus promesas de campaña que en todo el país, pero especialmente en los territorios, en la Colombia profunda, movilizaron a esas regiones para apoyar al nuevo presidente.

El mapa de la votación muestra precisamente que Petro ganó en el Occidente, la región Pacífica, casi en su totalidad poblada por indígenas y comunidades afro, que tan duramente han padecido las consecuencias del conflicto armado. Así mismo la región Sur, con gran cantidad de resguardos indígenas, dio su respaldo al candidato de izquierda que prometió resolver los problemas que con mayor gravedad los aquejan: desplazamiento, grupos armados ilegales, narcotráfico y casi todas sus necesidades esenciales insatisfechas.

La costa Caribe también dio su respaldo a Petro: allí, de acuerdo con su cultura, los pueblos y ciudades se volvieron una fiesta promoviendo a su candidato. En esa zona los paramilitares realizaron varias de las peores masacres y hay castas políticas enquistadas en el poder hace años. En Barranquilla, por ejemplo, las casas políticas acostumbradas a poner presidentes, alcaldes y congresistas y que hace un año fueron sacudidas por el escándalo de la revelación de la compra de votos, esta vez fueron derrotadas. Petro barrió en toda la costa, dando un mensaje contundente de que inaugura una nueva forma de hacer política.

Los artistas, gestores culturales, curadores, escritores, caricaturistas, pintores, en general personas vinculadas con la cultura, hicieron campaña por Petro, por un país en paz, por una forma honesta de vivir, por un país que ponga el acento en la importancia de la cultura en el diseño y ejecución de toda política pública de largo aliento.

Como una política que engloba todo lo anterior, la promoción de la paz deberá ser el eje de la presidencia de Petro. Ello incluye la implementación honrada del Acuerdo de Paz firmado entre el Estado colombiano y las FARC que este gobierno que termina se dedicó a escamotear y a buscar uno con el ELN que, aunque con contradicciones, ha dado algunas señales de que aceptaría acogerse a un proceso de paz.

Con los grupos armados ilegales y las disidencias de las FARC otra forma de pacificación tendrá que ser estudiada, pero es urgente desactivar los focos de confrontación armada. No es posible que al lado de un país que goza de las ventajas que da una vida en paz, con educación, salud y trabajo, haya otra Colombia relegada, sometida al terror por grupos armados y sin las mínimas condiciones para realizar una vida plena.

Esas son las generaciones que merecen otra oportunidad sobre la tierra. Que no pasen cien años más de soledad antes de que la felicidad y el amor puedan ser cosas ciertas. Ese es el reto.

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