El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, aún no se ha posesionado, pero ya hay evidencias de que un cambio de fondo se avecina.
Con la convocatoria del gran acuerdo nacional en el cual incluyó a quien ha sido su acérrimo contradictor, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, ha dado señales claras de que no va a cobrar venganza, sino a instalar un sistema de justicia, equidad y paz; para tranquilizar los mercados y desactivar la campaña que desde el plebiscito por la paz siembra el miedo al supuesto peligro de expropiación y serenar a los mercados, nombró a un economista serio, reconocido en los organismos internacionales como su ministro de Hacienda.
Pero sus pasos para conciliar democráticamente las diferencias no opacan sus señales de que su Gobierno será el de la búsqueda de la paz y de un país más justo e incluyente y que desde el primer momento se consagrará a la implementación del proceso de paz con las FARC, a buscar la desmovilización del ELN y el sometimiento a la justicia de las bandas criminales.
De eso son muestra los nombramientos de una indígena arhuaca en la embajada ante la ONU, de una indígena embera en la Unidad de reparación de víctimas y de un indígena nasa en la Unidad de restitución de tierras, y el de Luis Gilberto Murillo, fórmula vicepresidencial de Sergio Fajardo, su oponente en las elecciones presidenciales, un afrodescendiente de la región más atrasada de Colombia, en la embajada de Estados Unidos.
Como una muestra de justicia simbólica al partido de la Unidad Popular (UP), víctima de un genocidio que cobró la vida a 4 mil de sus miembros, ha nombrado ministra de Cultura a una de sus militantes que ha dedicado su vida al teatro y la creación cultural con los más excluidos.
El nombramiento en el ministerio de Agricultura de una política liberal abanderada de la reforma agraria y del desarrollo del capítulo correspondiente del Acuerdo de Paz, que ya antes había ocupado esa cartera así como la dirección de Planeación Nacional, muestra el compromiso con la paz.
Hace dos días se conoció que el nuevo ministro de Defensa será Iván Velásquez, el exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia que dirigió las investigaciones conocidas como de la parapolítica que llevaron a la cárcel a varios congresistas de las huestes del expresidente Álvaro Uribe así como a varios de sus más cercanos colaboradores y dirigió la comisión de la ONU contra la corrupción en Guatemala, a la cual se atribuye la renuncia de su Presidente, presionado por las evidencias. Ese parece ser el que más ha molestado a los militantes del Centro Democrático, quienes ya han iniciado la campaña de terror contra él presentándolo como enemigo de los militares.
El Presidente electo le ha encargado a este funcionario el traslado de la Policía a un nuevo Ministerio de la Paz. Técnicamente, esta debería hacer parte del ministerio del Interior y ser un cuerpo civil, pero la existencia del conflicto armado propició su conversión en un ejército más, con lo cual se crearon problemas graves en cuanto al Derecho Internacional Humanitario. No tengo claro por qué el Presidente ha decidido crear este nuevo ministerio, al cual probablemente se adscribirán las unidades encargadas de temas de paz como la Unidad Nacional de Víctimas, pero aún es prematuro conceptuar informadamente porque sólo se conoce el anuncio. Por su parte, Iván Duque ha decidido agotar las mieles de su presidencia viajando con una numerosa comitiva de la cual hace parte su hermano, a pesar de no tener ningún cargo público, lo cual da idea de un Gobierno en vacaciones permanentes. No de otra manera puede entenderse su último viaje a Portugal el día en que debería haber recibido el informe de la Comisión de la Verdad.
Ante eso, se vio a Petro recibiendo, como si ya fuera presidente en ejercicio, los resultados del trabajo de la Comisión que, sin conocerlo, Duque y sus aliados han pretendido presentar como un ataque a la fuerza pública y una exoneración de la guerrilla. Pero nada es más alejado de la verdad porque en él no sólo se muestran sus crímenes, sino que en audiencia pública convocada por esta entidad debieron soportar una muy dura confrontación con sus víctimas, que les mostraron el horror que padecieron por su culpa.
Como si no bastara con la liviandad de Duque, dos periodistas independientes, presentaron una investigación sobre el robo de 500 mil millones de pesos destinados a la paz. (En ese entonces, con el dólar a 3 mil 800 pesos aproximadamente). Dicen los dos investigadores que todo parece indicar que la Fiscalía, el ministerio de Justicia y la Dirección de Planeación Nacional están comprometidos en ese terrible desfalco a la paz.
Los agoreros del desastre que se relamían cuando el dólar se pegó una trepada hasta casi cinco mil pesos, atribuyéndolo a la llegada de Petro, ahora que ha bajado hacen mutis por el foro.
La delegación de pesos pesados de su Administración que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha designado para reunirse con Petro, algo inusual para un presidente aún no en ejercicio, en preparación de su reunión luego de la posesión del colombiano, encabezados por Jon Finer, asesor adjunto en Seguridad Nacional, antes colaborador del Secretario de Estado John Kerry y hoy funcionario clave en la política exterior de Estados Unidos; Phil Gordon, asesor de Seguridad Nacional de la vicepresidenta Kamala Harris; Brian Nichols, secretario adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, y Juan González, director para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, de origen colombiano, ayudarán a profundizar un ambiente de confianza y tranquilidad ante la llegada de un exguerrillero y una mujer negra, por primera vez en la historia, a la dirección de este país. La reivindicación de los nadie, como dice Francia Márquez, la futura vicepresidenta.