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Opinión

Regreso de garganta profunda

La personalidad y el desempeño político de Donald Trump son ejes de eventos políticos que han dado lugar a una desafortunada coyuntura en la sociedad estadounidense, que muchos homologan con un escenario de guerra civil. El récord negativo de Trump como presidente es tan impresionante como su acumulado como expresidente.

En una actitud basada en una doctrina chovinista operada bajo los lemas de “América Primero” y “Hacer Grande a América otra vez”, Trump la emprendió con las realizaciones de Barack Obama, entre otras el Obamacare, el Programa de Acción Diferida (DACA) el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), el Convenio sobre el Clima adoptado por 195 países en París y el Tratado 5+1 con Irán para desactivar un peligro de proliferación nuclear.

En la región, entre otros retrocesos estuvieron la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la desactivación de los avances logrados en las relaciones con Cuba, la política hacia Venezuela, incluido el robo de activos y el endoso de la payasada escenificada por Juan Guaidó. Las disputas basadas en un enfoque proteccionista con China, México, Canadá y Europa configuraron guerras comerciales.

Simultáneamente, la emprendió con la inmigración insistiendo en la construcción de un muro en la frontera con México, la prohibición de aceptar emigrantes de varios países, la persecución de los indocumentados y la intención de suprimir la “ciudadanía por nacimiento”. La política medioambiental se caracterizó por una desregulación obsesiva que conllevó a la anulación de unas 60 normas federales relacionadas con el medio ambiente, entre ellas la escandalosa retirada del Acuerdo del Clima de París.

Un signo distintivo de sus manías fue el menosprecio a la Unión Europea y la OTAN, la ONU y sus agencias, entre ellas UNESCO, FAO y OMS, a la vez que mostraba una extraña proximidad con Rusia, creándose una situación que llevó a sospechar de algún tipo de complicidad, lo cual fue investigado durante 22 meses por el fiscal especial Robert Mueller, quien no pudo probar qué hubo “colusión” entre Rusia y la campaña de Trump para interferir en las elecciones de 2016, pero que, tampoco lo exoneró.

Siendo presidente hubo tres hechos que por sí solo muestran el rostro del que para muchos estudiosos clasifica como el peor presidente de los Estados Unidos. Se trata de los insólitos caprichos con que manejo el COVID-19, el desconocimiento de su derrota en las urnas y el asalto al Capitolio de Washington. Como expresidente el récord de Trump que no puede ser peor, se enriquece al dar lugar a una acción policiaca extrema como el registro del domicilio familiar cosa que, autorizada por un juez, acaba de ocurrir en su residencia Mar-a-Lago, en torno a la cual, él mismo ha levantado la idea de que existe un “topo”, generando un remake de historia del garganta profunda que en 1972 orientó a Bob Woodward y Carl Bernstein del Washington Post en la investigación en torno al caso Watergate y que provocó la renuncia de Richard Nixon.

A Trump no parece faltarle razón porque, sin un informante capaz de suministrar al secretario de Justicia suficientes argumentos que justificaran la decisión del juez Bruce Reinhart que, pasando por encima de la IV Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que lo prohíbe, autorizó el registro del domicilio.

Las preguntas del momento son: ¿Existían o no en poder de Trump documentos que aludieron a asuntos relacionados con armas nucleares? Y ¿Quién es ahora el “¿garganta profunda, conocido como CI1? La forma como se comportaron los hechos ha conducido al expresidente a sospechar que existe un “topo” y, con razones o sin ellas, parece haber fijado la atención en su esposa, Melania y en su yerno Jared Kushner quien parece un mejor candidato por su condición de exconsejero del presidente para el Medio Oriente, incluidos Irán, Israel, Emiratos Árabes y Arabia Saudita donde los asuntos nucleares están a la orden del día.

Obviamente, si bien muchas personas pueden haber visto el trasiego de las 20 cajas que luego ocupó el FBI, conocer lo que había dentro de ellas debe haber sido privativo de un reducido círculo del que, si bien Melania Trump formó parte, difícilmente le interesaran los papeles y, aun cuando los hubiera visto, es improbable que pudiera discernir cuando se trataba de asuntos nucleares. El caso es que la cámara húngara se ha desatado y Estados Unidos disfruta tanto como padece de un nuevo escándalo. La velocidad de los acontecimientos hace difícil relatarlos, no obstante, trataré de no perder el paso.

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