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Opinión

Estados dentro de los Estados

Los Estados nacionales ejercen funciones que le son inherentes e indelegables, entre otras, declarar la guerra y concertar la paz

En occidente, desde hace unos 300 años, la figura institucional más importante es el Estado nacional, constituido conforme a derecho por grandes comunidades humanas que comparten territorios e identidades y asumen metas compartidas. Los Estados nacionales, gobernados centralmente, ejercen funciones que le son inherentes e indelegables, entre otras, declarar la guerra y concertar la paz.

No obstante, sobre todo en países menos desarrollados, operan fuerzas militares y/o políticas no controladas por los gobiernos respectivos, cuyo desempeño compromete la seguridad nacional de esos Estados. Situaciones de ese tipo están presentes en varias naciones de Oriente Medio, especialmente Líbano y Palestina. Se trata de Hamas y Hezbollah.

Por razones, no siempre bien comprendidas, algunas asociadas a la fe, al caudillismo, incluso al medio geográfi co, en los países del Oriente Medio en los cuales se fomentaron espléndidas civilizaciones y se gestaron las grandes religiones, las derivas del desarrollo, en lugar de a la democracia, al laicismo y a la observación de los derechos humanos, condujeron al autoritarismo y al fanatismo religioso.

A diferencia de lo ocurrido en Occidente, en varios de esos países no se desarrollaron las instituciones estatales, no se profundizó en la cultura política y el derecho desconoció la soberanía popular, el sufragio universal, la separación de poderes, la prensa independiente y otras prácticas democráticas, lo cual explica la debilidad institucional y el primitivismo político que, aún hoy los acompaña.

En Europa ocurrieron procesos análogos. La asociación del Papado con las monarquías imbricó a la Iglesia con el poder, con lo cual los sistemas políticos monárquicos se desviaron hacia el autoritarismo teocrático. Afortunadamente, movidas por poderosas fuerzas sociales, aparecieron la Ilustración, la Reforma religiosa, el laicismo y la democracia que abrieron otros caminos.

A propósito de artículos recientes en los cuales aludo el tema, Abdón Moretón, un hermano, hombre de fe y profundamente ilustrado en temas teológicos, me recordó algo escrito por Thomas Rausch: “...La religión islámica, escribió el autor, deja bien claro que los musulmanes fueron parte de la vanguardia de la humanidad. Esto fue durante muchos siglos. Pero cuando dejó de ser cierto, cuando se vieron atrasados y dominados por la civilización que siempre había sido su gran rival, se extendió sobre ellos un terrible desconcierto y una profunda crisis...”

Pudiera añadirse que, en varios países, la confusión y crisis no se han resuelto. No tengo nada contra el islam, ni creo que la islamofobia se deba sólo a la fe, sino que se basa en el rechazo a la antediluviana asociación de la religión con el poder y a la imposición de estilos de vida y prácticas sociales que inducen al atraso político y social. Paradójicamente lo mismo ocurre con Israel que es también un Estado teocrático.

No dudo del respaldo popular y de la autoridad política que en Gaza y el Líbano disfrutan Hamás y Hezbollah, pero su matriz religiosa en ciertos aspectos fundamentalista, constriñe su horizonte, plantea el conflicto con Israel desde la fe y no desde los intereses nacionales y conlleva a enfoques fanáticos.

El atraso político abre la posibilidad de que, paralelamente a algunos Estados, funcionen entidades no estatales movidas por enfoques religiosos, integradas por efectivos y liderazgos nacionales. Es decir, no se trata de invasores u organizaciones opuestas a los gobiernos que obran contra ellos, sino de fuerzas toleradas que operan en los límites de la legalidad como son los casos de las estructuras militares de Hezbollah y Hamás.

Hezbollah, cuyos antecedentes fundacionales se encuentran en la resistencia a la invasión israelí al Líbano, pudiera ser la entidad militar no estatal más poderosa del mundo a la cual se le calculan unos 100 mil efectivos dotados de alrededor de 100 mil misiles, blindados, de artillería, aviones no tripulados y drones.

Un caso extremo se plantea hoy con el desempeño de Hamas, organización política dotada de una poderosa estructura militar que gobierna en Gaza, la cual sin encomendarse a la Autoridad Nacional Palestina a la cual desconoce, ha planteado un escenario militar que, en 10 días ha costado la vida a casi 5 mil palestinos, desplazado cerca de medio millón y amenaza con la invasión israelí a Gaza lo cual conllevará a una catástrofe humanitaria mayor que la Nakba cuyas consecuencias tras 75 años no han podido ser resueltas.

Sin comprender estas y otras dinámicas culturales, no se podrán entender ni resolver las tendencias ni los conflictos políticos en la región.

Israel existe no porque lo quieran los sionistas judíos y los imperialistas occidentales, sino porque así lo quiso la ONU que lo acordó en 1947 como también acordó que, en el mismo territorio, debería existir un Estado palestino con fronteras definidas y prerrogativas estándar, cosa que han reconocido ya casi todos los Estados árabes y 120 países del mundo y acepta la Autoridad Nacional Palestina.

Un elemento imposible de soslayar es que los conflictos seculares, sostenidos y profundizados por la manera en que, en varios países árabes, en Persia y en Israel se vive la fe que, al oponer por razones ideológicas a comunidades humanas y Estados dotados de poderosos Ejércitos a los cuales se suman grandes entidades no estatales, arrastran a sus conflictos a potencias mundiales, lo cual da carácter global a la crisis. Es preciso una movilización mundial encabezada por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, según la Carta de la ONU responsables por la paz mundial, para detener a Israel y moderar a otras fuerzas, entre ellas a Hamas.

Es preciso apelar al Papa y a las jerarquías de todas las religiones para lograr la inmediata liberación de los rehenes, decretar el alto al fuego y alcanzar la paz total basada en la Resolución de la ONU que en 1947 creó dos Estados, uno de ellos palestino. Me emociono al escribir estas humildes letras que recuerdan a los palestinos e israelitas que sufren y cedo al deseo de citar a León Gieco, un cantor que elaboró un credo que conmovió al Papa: “Sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente. Es un monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente…”.

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