Con el paso del tiempo me doy cuenta de que cada generación dice que está viviendo momentos históricos. Que esto o lo otro nunca había pasado, que la crisis económica está peor que nunca, que el mundo está cada vez más amenazado con una guerra nuclear o que el hambre mundial está a niveles nunca vividos.
Tal vez todo esto sea cierto, porque sólo vivimos una vez, pero si nos remontamos al pasado, veremos que la historia está plagada de grandes acontecimientos, iniciando con el día uno de esta era, con el nacimiento de Jesucristo. Las tremendas plagas, las hambrunas africanas, las guerras mundiales, los grandes dictadores que sojuzgaron por décadas a sus países, la esclavitud en los EE.UU., la colonización cruenta de Europa sobre países de África y Asia, el dominio del Imperio Romano sobre una vasta parte de la tierra.
¿Y qué decir de México? La Conquista, la Independencia y la Revolución, que nos han dejado millones de muertos de forma por demás sangrienta y dolorosa, y no se diga las pandemias.
Pero finalmente llegamos al México democrático que, se puede decir, nace en el siglo XX con la creación de los partidos políticos cuyas ideologías distintas y en muchos casos distantes, le fueron dando forma a los procesos electorales donde pasamos de la manipulación casi absoluta de un partido de estado (PRI), incapaz de aceptar derrotas pero capaz de “embarazar urnas”, hacer el “ratón loco”, agredir a los adversarios, expulsar de las casillas sin razón a los representantes de la oposición, robarse las urnas, etc., hasta la creación de Institutos electorales ciudadanos, organizadores de elecciones profesionales, creíbles y confiables, como hoy es el INE.
En medio de todo ello, nace el Partido Acción Nacional (PAN), en septiembre de 1939, casualmente el mismo mes de mi nacimiento, más no el mismo año, soy un poco más joven.
Sus fundadores, Don Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Aquiles Elorduy, Luis Calderón Vega, Rafael Preciado Hernández, Juan Gutiérrez Lascuráin, entre otros, dedicaron su vida a transmitir valores universales como el respeto a la dignidad de toda persona, la solidaridad, la subsidiaridad, el bien común y algo por todos muy anhelado, la democracia a través del voto libre y secreto.
El PAN durante años fue un partido testimonial que tenía como misión difundir su doctrina y llevarla a todos los rincones de la patria, su objetivo primero y principal fue y deberá seguir siendo, el formar ciudadanos. Antes del PAN nunca estuvo en ningún discurso ni programa de gobierno, el concepto de democracia.
Acción Nacional no tuvo como objetivo primordial ganar elecciones, ni llegar al poder por el poder mismo, sino para servir a los mexicanos, sin corrupción y sin privilegios.
Fueron años, yo diría, maravillosos en los que después de una elección, nos quedaba claro que no era “lucha de un día sino brega de eternidad”, y como también decía Don Manuel: “Nunca pues, celebremos la llegada: cada día, todos los días conmemoraremos y reiniciaremos la partida y seguiremos continuando...” Es decir, lo importante no era o no es el cargo, ni llegar al poder, lo más importante es hacer conciencia, crear cultura democrática y tener como claro objetivo, el formar ciudadanos, porque entonces ya no va a importar quién nos gobierne, sino que tan preparados estemos los ciudadanos para exigir a los gobernantes que nos rindan cuentas, que actúen con transparencia y eficacia, que sean demócratas y respetuosos de las leyes y apegados a la justicia.
Lo que hoy se vive en Mérida y en Yucatán no se construyó en un día, ni siquiera en una generación, fueron muchos años de miles de personas que en campañas y fuera de ellas, brindaron su tiempo, su esfuerzo, su dinero, su talento e incluso su vida en al- gunas ocasiones, para construir una nueva opción, para lograr gobiernos que trabajaran para todos y que le dieron estabilidad a nuestro municipio con servicios de calidad que demandaban los ciudadanos, con justa razón.
Ese es el México al que aspiro, donde las nuevas generaciones no repitan las conductas y los vicios de los políticos del pasado y del presente. Los ciudadanos estamos hartos de la violencia, la inseguridad, la falta de empleos bien remunerados, de no tener un buen sistema educativo y de salud.
Nos preocupa el fácil acceso de los jóvenes a las drogas, la corrupción y la falta de rendición de cuentas de los servidores públicos y desde luego, los líderes mesiánicos.
La pregunta es: ¿qué quieren los jóvenes? ¿A qué aspiran? ¿Todo fácil? ¿Rápido? ¿La mesa servida? ¿Estirar la mano para que caiga una beca, aún sin merecerla, porque ni estudio, ni me preparo para trabajar? O elijo forjar mi carácter y construir mi futuro a base de una preparación sólida, del esfuerzo propio llevado al cabo día a día, ya que la satisfacción será siempre grande cuando nos cuesta más trabajo llegar a la meta por méritos propios y no por dádivas o por cuotas compensativas, ni por estar bien con “el de arriba”.
No me cabe la menor duda de que la apuesta para vislumbrar un mejor futuro para México, y un partido sólido y congruente como soñaron los fundadores, son los jóvenes, es por su talento, su vigor, sus ideas renovadoras y acordes con los tiempos actuales, sin perder los valores que nos caracterizan como demócratas, lo que hará que tengamos la esperanza de un verdadero cambio.
Mérida, Yucatán y México serán tan grandes, prósperos, justos y plenamente demócratas cuando su gente también lo sea, en especial las nuevas generaciones, sin dejar de abrevar de las experiencias pasadas y siempre con base en los valores universales.