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Opinión

Dialéctica de la postverdad

Jorge Gómez Barata hace un recuento de la historia de la civilización universal y su evolución hasta la modernidad y los problemas actuales del siglo XXI

Dios mediante, según se afirma, en unos 300 mil años la humanidad se hizo a sí misma, creando las maravillas que forman parte de la civilización universal e incurriendo en errores antológicos entre los cuales figuran las guerras y la esclavitud, anomalías de las cuales la humanidad se deshace paulatinamente.

En encuentro de las civilizaciones propició la aparición del mercado mundial y, en los siglos XVIII, XIX y XX, junto con la Revolución Industrial, prosperaron las más trascendentales innovaciones sociales, entre ellas la aparición de la ideología liberal que, al abarcar los entornos económico, político, social y cultural, propició el establecimiento del modo de producción capitalista y el desencadenamiento de las revoluciones sociales en el Nuevo Mundo y en Europa, las cuales dieron lugar a la democracia moderna.

La democracia liberal, el establecimiento de la soberanía popular, las prácticas electorales y la separación de los poderes del Estado, echaron las bases para la legitimidad del poder con participación del pueblo. No obstante, debido a malformaciones estructurales del sistema capitalista, se instalaron la explotación, la injusticia social y las desigualdades que en Europa dieron lugar a respuestas a escala social.

La reacción de la intelectualidad y la clase obrera, dieron lugar a otra de las grandes innovaciones sociales cuando el pensamiento marxista, en sus diferentes versiones, dio lugar a las concepciones del Socialismo llamado científico abrazado por los comunistas, y al Socialismo democrático concebido por las corrientes socialdemócratas y la democracia cristiana. Por una extraña paradoja de la cultura política, el liberalismo y el marxismo que en la práctica se nutrieron mutuamente, se enfrentaron, situando al capitalismo y al socialismo en las antípodas.

Se formaron así las bases del orden político contemporáneo que, como una falla tectónica, exageró la naturaleza clasista de las estructuras del sistema y magnificó el papel que en su evolución desempeñaría la lucha de clases. A las realidades socioeconómicas objetivas se sumaron los posicionamientos derivados de visiones ideológicas y percepciones políticas que sembraron divisiones y prejuicios algunos de los cuales aún están vigentes.

Los liberales repudiaron a los marxistas y los marxistas rompieron con los liberales, los católicos demonizaron a los comunistas y estos adoptaron el ateísmo como filosofía y vademécum de su acción social. Instaladas en el poder, las derechas y las izquierdas, mientras más fuertes, más seguras de su absoluta posesión de la verdad, imponen sus puntos de vista, castigan la duda y el disenso, hasta que, por fin, tras siglos de confrontación, se impuso la globalización y la convergencia y, los que antes se enfrentaron en batallas económicas, militares y de ideas, con reservas o sin ellas, se encontraron y comenzaron una nueva era.

La posmodernidad ha instalado, sin imponerlas, realidades económicas y sociales en las cuales conviven prácticas e ideologías que admiten que las verdades definitivas no existen, sino que coexisten en forma de narrativas y visiones que, sin desmentir a la ciencia y las nociones éticas y morales universales afirman, sin intenciones de generalización, lo que cada sujeto cree. De ese modo el pragmatismo y el idealismo se dan las manos y el éxito y el bienestar se integran a la noción del progreso y la felicidad. La cultura, incluida la cultura política, la economía, la ciencia y la tecnología, como el arte no se atomizan, ni se imponen, sino que se integran.

El proceso en el cual la posmodernidad, con la realidad virtual y el metaverso incluidos, no es como, evidencia el salvaje primitivismo exhibido en Ucrania, un camino trillado, sino el escenario de otras batallas a librar contra especímenes políticos que, abusando de las enormes cuotas de poder que les otorgan fallas en la democracia, tratan de regir a la sociedad global con fórmulas antediluvianas, entre ellas la guerra, las sanciones y los bloqueos. Cuando la guerra en Ucrania termine sus promotores no estarán más adelante, sino más atrás y, en lugar de ganar, habrán perdido. No es una predicción sino una constatación. Por donde ellos quieren ir, ya la humanidad pasó y la experiencia fue terrible.

 

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