Parece evidente que la paz en Ucrania no llegará como resultado de las operaciones militares que han aportado todo lo que podían dar, por lo cual, descartada la posibilidad de que una de las partes se rinda, todo depende de la comprensión de ambas de que no pueden ganar, tal como ocurrió en el 1953 en Corea cuando se pactaron tablas.
Es obvio que, debido a la abrumadora asimetría en la correlación de fuerzas, Ucrania no puede vencer. La otra noticia es que tampoco puede hacerlo Rusia que no ha conseguido conquistar y pacificar Donbass, y carece de solvencia para ocupar a Ucrania, desbandar a sus fuerzas armadas, anular a su Gobierno y desmoralizar al país para implantar allí un Gobierno títere. La intención de alejar a la OTAN de sus fronteras ha tenido resultados contrarios a lo esperado.
La principal limitante para Rusia es el carácter local y convencional del confl icto que no rebasa las fronteras de Ucrania y excluye el empleo de armas nucleares que, según lo acordado, bajo ninguna circunstancia serán empleadas contra países que no las posean, como es el caso de Ucrania que, por añadidura pudo ser la tercera potencia nuclear del planeta y, en el 1990, renunció a unas 3 mil armas nucleares que entregó precisamente a Rusia, que entonces ofreció garantías de seguridad.
El acuerdo que incluyó a Kazajistán y Bielorrusia, prohibió expresamente a los garantes, Estados Unidos, Rusia y Gran Bretaña utilizar armas nucleares contra estos Estados. El Memorándum de Budapest suscrito en el 1994, fue respaldado por las firmas, entre otros, de Bill Clinton, Boris Yeltsin y Leonid Kravchuk.
A la luz de los hechos y no de las extravagantes narrativas de Occidente y Rusia, exageradamente manipuladas, la paz tiene más chances en la mesa de negociaciones que en los campos de batalla, propósito al cual se consagran varios actores que, como China, Turquía, Brasil y México adelantan gestiones que hasta ahora se han visto limitadas al no impactar a los protagonistas principales: Washington, Moscú y Kiev, sin los cuales toda gestión es inútil.
Joe Leahy y Cristopher Miller, reporteros del Financial Times observan que, mientras el presidente chino, Xi Jinping, se ha reunido o ha llamado al presidente Vladimir Putin al menos cinco veces desde el inicio de la guerra, sólo recién la semana pasada ha hablado con el líder ucraniano Volodomir Zelensky. En contraste, el presidente de Estados Unidos lo ha hecho en varias oportunidades, aunque no para hablar de paz, cosa que han hecho algunos líderes europeos y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, mientras el mexicano Andrés Manuel López Obrador y el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva se han abstenido de viajar a Kiev para interactuar directamente con uno de los dos protagonistas principales. Hablar de paz en Ucrania sin Ucrania carece de sentido.
En la búsqueda de la paz, tal como han manifestado líderes como el presidente Enmanuel Macron, de Francia; Olaf Scholz, de Alemania; Georgia Meloni, primera ministra de Italia; Viktor Orbán, de Hungría, y otros, Europa no necesita ser convencida porque, a pesar de las posiciones antirrusas recalcitrantes de Polonia, los países bálticos, así como las de Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se inclinarán hacia donde lo hagan Estados Unidos y Ucrania.
En cualquier caso, si bien las propuestas de Xi Jinping y Lula pueden contar con importantes apoyos en todo el mundo, porque contienen el llamado a alto al fuego y el respeto a la integridad territorial y a la soberanía nacional ucraniana que son coherentes con el derecho internacional y la Carta de la ONU, son rechazados por Moscú que considera no negociables las incorporaciones a Rusia de Crimea y Donbass.
Los astronómicos costos económicos de la guerra, iguales para ambas partes y a los cuales Rusia suma el efecto de las sanciones, las pérdidas humanas también cuantiosas y la pérdida de capital político que afecta mayormente a Rusia y sobre todo la evidencia de que la victoria militar es imposible deberían auspiciar la paz. La guerra en Ucrania que no debió haber comenzado debe ser detenida, porque además de ser absurda, injustificada y contraria a derecho, cuenta con potencial suficiente para implicar directamente a más países, entre ellos a Estados Unidos y la OTAN, lo cual significaría una línea de no retorno ante la cual las gestiones realizadas y la sangre derramada habrá sido inútil. Todavía hay tiempo.