El pasado miércoles se realizaron marchas concurridas en Bogotá y las principales ciudades del país en respuesta al llamado del presidente Gustavo Petro.
Dos días antes, los colombianos presenciamos el espectáculo bochornoso del embajador en Caracas, Armando Benedetti, reclamándole telefónicamente a la Jefa de Gabinete, Laura Saravia, porque lo había dejado tres horas haciendo antesala sin permitirle entrar a verlo.
La voz y el tono parecían indicar que estaba alicorado. El lenguaje estaba más allá de lo aceptable aun queriendo ser laxos: era una sarta de obscenidades. Pero, sobre todo, dijo cosas que, de ser ciertas, lo encuadraban a él en el Código Penal y suponían un serio problema para el Presidente.
Dijo que le había conseguido 15 mil millones de pesos para la campaña en la costa Caribe, dio a entender que eran dineros non sanctos: ¿“qué tal que uno diga quién fue el que puso la plata allá en la costa?”; que le consiguió 700 mil votos que le dieron el triunfo y amenazó con contar secretos que lo llevarían a él a la cárcel, pero también harían caer a Petro: “con lo que sé, nos j…. todos”, dijo.
Llama la atención que lo que se supone era una conversación en el teléfono intervenido del embajador, sólo permitiera oír lo que él decía, pero ni una palabra, ni siquiera un sonido de su interlocutora. Es decir, lo que se publicó estaba editado.
Saravia, de 29 años, había participado en un cargo menor en el equipo de Benedetti cuando este fue senador y fue él quien se la recomendó al presidente Petro, quien la nombró Jefa del Gabinete, dueña de la agenda y la puerta del despacho del Presidente.
Por su parte, Benedetti (55), había saltado de un partido a otro siempre en el espectro de la derecha. Fue un entusiasta uribista cuando ya eran públicas algunas cosas que hubieran alejado de él a cualquier político decente.
Cuando empezó a aparecer acompañando a Petro en la campaña (hay una foto en que aparece besando la cabeza de un sonriente Petro), hubo extrañeza entre los seguidores del Pacto Histórico, porque esto iba más allá de las alianzas con antiguos contradictores para garantizar la gobernabilidad.
Así que se juntaron un vanidoso acostumbrado a la cercanía con el poder y ahora resentido porque se siente dejado de lado, y la prepotencia de una joven, posiblemente eficiente pero inexperta y ambiciosa, para acabar en ese espectáculo bochornoso.
Como si algo faltara, se conoció un chat del celular de Benedetti, de un intercambio suyo con el Presidente, que cinco minutos después fue borrado, pero alcanzó a ser grabado, poco antes de esta trifulca, en el que el político le dice a su jefe: Ok. Yo estoy calmado, y Petro le dice “Por hoy es silencio de ambos. Ya veremos cómo se solucionan las cosas. Ok mi Presidente, es la respuesta”.
Ante el revuelo que se armó, en que hubo hasta suposiciones de que se caería el Gobierno, el Presidente salió a decir: “Salen del Gobierno mi querida y estimada Laura Saravia y Armando Benedetti”.
Como siempre, de inmediato Petro respondió colocándose en el lugar en que se siente invencible: la plaza pública, e invitó “a todos los que apoyen el proyecto del cambio”, a marchar el 7 de junio.
Las marchas fueron concurridas, pero no apoteósicas, como en otras ocasiones, pero el Presidente salió a mostrar que estaba lejos de ser un derrotado y con tono militante llamó a apoyar el programa con el que fue elegido, que busca una Colombia potencia mundial de la vida y la paz total.
Como la oposición interpuso demandas contra él en la Comisión de Acusaciones de la Cámara, les respondió: “quieren hacer lo mismo que se hizo en el Perú: llevar al Presidente a la cárcel y cambiar el Gobierno. Eso es un golpe blando. Es un golpe de Estado. Es un golpe contra la voluntad popular. Pedro Castillo estaba solo. Aquí les decimos a quienes impulsan esa estrategia: Petro no está solo”.
Ante lo afirmado por Benedetti, dijo: “a mi campaña no entró un solo peso sucio de los que sí han sido amigos Gobiernos anteriores” y que su Gobierno no realiza interceptaciones ilegales. Y como la Fiscalía General hizo una indagación en las instalaciones de la Presidencia, en tono retador les enrostró que no habían podido encontrar nada ilegal.
Informó que viajaría (el pasado viernes) a La Habana a firmar un acuerdo de cese del fuego con el ELN y que quiere “una movilización popular alrededor de la paz. A recibir a quienes dejan de hacer la violencia: “quiero que construyamos el camino que se merece Colombia”. (El acuerdo fue firmado solemnemente en presencia de los presidentes de los dos países, con llamados a excluir a Cuba de la lista de naciones que fomentan el terrorismo y el agradecimiento por su apoyo en este logro y en general en la consecución de la paz en Colombia.
Finalizó el discurso con una reafirmación que, a la luz de la historia de este país no deja de ser escalofriante: “Si se atreven -y no importa qué me pase- si se atreven a destruir el Gobierno popular, el pueblo de Colombia volverá a poner el Gobierno popular en el sitio del poder.
Esta manifestación notifica que no va a pasar lo del 9 de abril (asesinato del candidato presidencial Jorge E. Gaitán), que no va a pasar lo del 19 de abril (robo de elecciones presidenciales en memoria del cual se fundó el M19), que el pueblo colombiano decidió el cambio y el cambio se hará en Colombia. Que no se atrevan, y lo digo de todo corazón, que no se atrevan a romper con la democracia en Colombia porque se encontrarán con un gigante: el pueblo de Colombia en las calles de este país”.