Les voy a contar una anécdota de mi vida, que marcó mi camino y el derrotero que seguiría por algunas décadas. Ocurrió hace más de veinte años, no recuerdo con exactitud la fecha, estaba deprimida, decepcionada de mi partido, de algunos personajes en los que confié y en general de la política. En aquel entonces me debatía en sí debía abandonar o no la lucha que inicié desde muy joven para cambiar lo que del mundo me molestaba: la explotación laboral, el racismo y el machismo, entre otros temas. Contribuir a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
Fue entonces cuando un hombre que yo admiraba por su labor periodística y cultural en la sección Unicornio del periódico POR ESTO!, en donde intelectuales y académicas reconocidas difundían sus conocimientos, me invitó a comer en un restaurante de comida árabe cercano a mi lugar de trabajo y me dijo: “Georgina, tú ya pasaste a la historia”.
“Gracias, Hernán, pero no lo creo, en unos años pocos sabrán que existo, estoy a punto de emigrar de mi partido y ni siquiera tengo dónde escribir para defender mis ideas”, le respondí.
“Anda a ver a Mario, seguro le encantará platicar contigo”, insistió.
“No creo, Hernán, después de todos estos años como articulista de otro periódico, dudo que me acepte”.
“Anda, yo sé lo que te digo”, replicó.
Finalmente, siguiendo su consejo llegué a las oficinas de POR ESTO!, después de pasar por la recepción y encontrarme con aquellos cuadros gigantes donde diversos personajes cosían las banderas de Latinoamérica, pude conocer las oficinas de uno de los más grandes periodistas y luchadores sociales que ha tenido México. Me encontré en ese espacio, además de libros, a un muñeco de trapo, un monstruo verde, fornido y gruñón (Shrek), que seguro lo representaba, al cual no podía dejar de mirar.
Había escuchado diversas versiones sobre el carácter del muy famoso director de POR ESTO!, entre ellos, sus gritos desaforados cuando algo no se hacía correctamente en el periódico, los cuales se podían escuchar en todo el edificio. Sin embargo, yo me encontré con un rostro sonriente y amable que me inspiró confianza y empatía desde el primer momento:
“¿Qué pasó, linda? ¿En qué te puedo ayudar?”, escuché la voz de Don Mario R. Menéndez.
“Don Mario, quiero escribir en su periódico”.
“¿Y quién te lo impide?”
“No sé, quería saber si usted me lo permite”.
“Linda, este es tu periódico, escribe cuando quieras”.
“¿Lo que yo quiera? Digo, ¿existe alguna restricción sobre los temas o línea editorial?”.
“Ninguna, es tu periódico, escribe lo que quieras”.
Gracias, Don Mario, se lo agradezco muchísimo, esta oportunidad es muy importante para mí”.
Y así comenzó una larga relación de amistad con Don Mario, basada en la confianza que él nunca traicionó, cumpliendo su primer ofrecimiento. POR ESTO! se convirtió en mi casa editorial, donde siempre pude escribir en plena libertad, sin restricciones, desde temas académicos difundidos en Unicornio, hasta mis opiniones políticas, sin ninguna censura ni restricción. ¡Y sobre todo!, sin importar los cambios en mi militancia, situación política o personal, lo que nunca me cansaré de agradecer.
Es por eso que sentí como si alguien me golpeara en el pecho cuando después de cruzar el Atlántico, esperando en el aeropuerto de la Ciudad de México, mi vuelo a Mérida, acompañada de mi esposo y de mi hija, leí en mi celular la desbastadora noticia.
“¿Por qué lloras, mamá?”, me preguntó mi hija, y le contesté que había fallecido un muy querido amigo, Mario R. Menéndez Rodríguez. “No llores mamá, al contrario, debes celebrar que tuviste la gran fortuna de conocerlo y de que fuera tu amigo”. “Tienes razón, hija, soy afortunada, pero comprende, cuando un gran hombre como Mario Renato muere, significa que se acaba una era extraordinaria, que él marcó con su lucha y a la cual yo pertenecí. Con su muerte siento que muero yo también un poco”.
“No, no es verdad”, replicó, tú sigues viva, otras personas como tú también y continuarán la lucha y el camino que se trazaron”.
Entonces recordé una escena reciente y parecida a la que viví hace un par de décadas, a mi amigo Rodrigo Menéndez diciéndome:“Ve a ver a Alicia, le encantará platicar contigo”. “¿Será?, hace mucho que no escribo en el periódico”. “Sí, anda, te aseguro que le gustará verte”.
De nuevo recorrí el mismo edificio, los mismos cuadros de personas cosiendo banderas, la misma oficina con el muñequito verde sobre el escritorio. La misma sonrisa en otro rostro, igual de amable, sintiendo el afectuoso abrazo, sellando de este modo una nueva etapa de mi productivo y muy valorado vínculo con el periódico.
Adiós, querido Mario Renato, nos veremos pronto en el Eterno Oriente, te extrañaré, extrañaré nuestras pláticas, tu sonrisa, el apoyo que siempre me diste. Saludos afectuosos a Alicia Menéndez Figueroa, un gran abrazo a ella y a su madre, gracias por estar y continuar con la misión fundamental de su padre, con su propio estilo, visión y capacidades. Gracias por brindarme de nuevo el espacio de mi querida casa editorial, el periódico POR ESTO!
Mi hija tiene razón, se nos adelantó en el camino un gran hombre, pero la vida continúa y también nuestra lucha por una sociedad más justa. ¡Larga vida al POR ESTO!