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Opinión

En su columna de este día, Zheger Hay Har compartió su opinión respecto a la paz ofrecida por el presidente Gustavo Petro

Hace poco menos de dos años subió a la Presidencia de Colombia, Gustavo Petro, ofreciendo como prioridad de su Gobierno el logro de la Paz Total, que cobijaba a todos los grupos armados ilegales. Ha sido un convencido de la paz toda su vida pública y lo ha demostrado en su carrera como representante a la Cámara, senador, alcalde de Bogotá y ahora como Presidente.

Se atravesaron desde el inicio problemas jurídicos; uno de ellos, si el grupo de Iván Márquez -La Nueva Marquetalia- podría incluirse en un nuevo proceso de paz, puesto que él ya se había comprometido con su firma a desmovilizarse como comandante dé su antigua organización, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El reconocimiento como políticas de algunas de esas organizaciones, que son consideradas más como grupos narcotraficantes y vinculados a la minería ilegal -ante el descenso del precio de la coca por sobreproducción- que organizaciones políticas, creó problemas desde el inicio. Pero la evidencia indica que hoy en día todos los grupos ilegales participan de actividades de esa naturaleza.

El Presidente nombró sus delegados para negociar la desmovilización del Ejército de Liberación Nacional (ELN), del Clan del Golfo (también se hacen llamar Autodefensas Gaitanistas en honor al caudillo liberal cuyo asesinato dio paso a la terrible época conocida como La violencia) y del llamado Estado Mayor Conjunto (EMC) también disidencias de las FARC, pero, a diferencia de Iván Márquez, no firmaron el Acuerdo de Paz, sino que se declararon en rebeldía y se retiraron de la mesa de negociación.

Hoy en día tenemos a un ELN que se resiste a su desmovilización y ha declarado su vuelta al secuestro y un EMC, con su jefe Iván Mordisco, que tiene incendiado el departamento del Cauca, con alta presencia de población indígena, mediante bloqueos de la Vía Panamericana que une todo el Sur y Suroccidente con el resto del país, toma de poblaciones y carrobombas.

El Presidente se vio obligado, ante la violación permanente del alto al fuego por parte de esta organización y la presión de la opinión pública, a darlo por terminado. Ya sin ese por lo menos formal freno, ese grupo intensificó su ola de terror. El EMC no tiene una comandancia central; son más de 20 grupos que no dependen de Iván Mordisco. La situación de anarquía criminal es tal que el senador Ariel Ávila, firme defensor de la paz, considera que con él no sólo hay que levantar el cese del fuego, sino también la mesa de negociación, que sin duda desbocará una oleada terrorista, pero el Gobierno debe prepararse para enfrentarla.

El problema es que, según ese senador, la Inteligencia Militar está desbaratada no sólo por el retiro que hizo de 52 oficiales apenas se posesionó sino porque desperdició la oportunidad de fortalecerla mientras estaba vigente el cese del fuego; no lo hizo y sin apoyo de la Inteligencia la entrada de la Fuerza Pública a las zonas se haría a ciegas, sin ninguna prevención.

El descabezamiento de esos altos mandos del Ejército, muy posiblemente con justificación ante los periódicos escándalos de corrupción en las Fuerzas que salen a la luz pública, pueden haber creado un estado de inmovilidad para no dar lugar a sanciones. Es posible también que su orden, inspirada en el humanismo, de no bombardear sitios donde se pensara que había niños, a diferencia del expresidente Iván Duque, cuyo ministro de Defensa dijo que los niños eran máquinas de guerra, haya puesto a la defensiva al Ejército, con o sin intención de entorpecimiento, para evitar la baja del servicio.

Es evidente que la seguridad se ha deteriorado; al terrorismo que sufre el departamento del Cauca se suma un auge de la extorsión y el atraco en las ciudades; que después de ordenar la baja de 30 generales el Presidente haya tenido que llamar a uno en retiro para que asumiera la Comandancia del Ejército lanza señales de desconfianza en sus oficiales activos y fi suras graves en ese campo; las mesas de negociación continúan a pesar de todo, pero varias voces, entre ellas la del expresidente Juan Manuel Santos, quien logró la desmovilización de las FARC, le piden al Presidente contundencia contra los grupos criminales. Como dijo Santos, una negociación es con zanahoria y garrote, pero sin garrote no hay zanahoria

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