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La nota colombiana: La comedia del horror

En su columna de hoy, Zheger Hay Harb comparte su opinión respecto a lo que ocurre en Colombia con los más cercanos colaboradores del presidente Gustavo Petro
Opinión de Zheger Hay Harb
Opinión de Zheger Hay Harb / Por Esto!

En una columna anterior escribí sobre un hecho de corrupción que ha empañado la imagen del presidente Petro, aunque no ha podido atribuírsele a él otra culpa que la de no saber escoger a sus colaboradores: el robo a la Guajira.

Pero a medida que se van conociendo los hechos aparece una burla macabra: los supuestos salvadores de los sedientos guajiros los usaron como telón de fondo de sus fechorías: no sólo no les llevaron el agua prometida, para lo cual se gastaron un billón -óigase bien, un billón de pesos, sino que alquilaron una maquinaria que llevaron hasta uno de los municipios de ese desierto polvoriento para tomarle la foto y publicarla como “prueba” de que semejante cantidad de dinero se había empleado en dotarlos de esa maquinaria.

El jefe de la banda, porque no puede llamarse de otra manera, le pidió perdón al Presidente, pero el daño está hecho; para sus adversarios, la corrupción es suya.

Ya se inició la competencia entre los implicados para ver quién denuncia primero a quién para alcanzar el principio de oportunidad que los libre de la cárcel. Según el abogado de Olmedo López, el izquierdista, el idealista, el militante de un partido de izquierda, “Hoy iniciamos la colaboración con la Fiscalía en donde se aportaron más de 200 folios como elementos materiales probatorios y continuaremos el día de mañana (6 de junio) en las conversaciones”. Allí se incluyen boletos aéreos y otras pruebas que hundirían a los demás implicados, antes copartidarios.

Por supuesto, los adversarios de Petro, cuya responsabilidad estriba en creer que sus antiguos compañeros en las filas de la revolución están santificados por ese solo hecho, han tratado de enlodar no solo al Presidente sino a su equipo de Gobierno. Así, intentaron vincular al Ministro de Justicia, un jurista sabio y concertador, a quien nunca nadie ha podido atribuirle ningún hecho fuera de la ley, porque aparece en alguna foto con el director de esta banda, pero ya los mismos abogados defensores de los implicados tuvieron que salir a desmentir el infundio.

Cualquiera que hubiera ido por esas fechas a la Guajira podía haber visto los carrotanques estacionados en las calles de los municipios de la guajira, todos ellos pueblos sin agua y rodeados de rancherías de indígenas en la mayor penuria, con niños literalmente muriéndose de hambre. Hambre, sed y muerte que conmovieron a Petro y lo llevaron a diseñar este programa que ahora se robaron. Los medios de comunicación empezaron a mostrar que meses después de haber sido comprados seguían inmóviles, sin ningún uso y se armó el escándalo.

El secretario de Transparencia de la Presidencia de la República se interesó en el hecho y demostró que habían sido comprados a empresas sin ninguna experiencia en esas materias.

La contraloría y la procuraduría general abrieron investigaciones sobre el caso; el Presidente le pidió la renuncia a quien había nombrado como director -no lo destituyó- y nombró en su reemplazo a otro militante de su antiguo partido, el Polo Democrático, quien ha contribuido en gran manera a destapar esta olla podrida.

En esa podredumbre parece haber implicados políticos de partidos de la oposición y, según han dicho los implicados, entregaron dinero a los presidentes del senado y de la cámara para que aprobaran las propuestas de reforma del Gobierno. Los señalados, como suele ocurrir, lo niegan.

Ya el subdirector de esta agencia de -qué ironía- “prevención y atención de desastres”, logró un acuerdo con la fiscalía y a cambio de sus delaciones pagará sólo cinco años de cárcel, seguramente en condiciones de privilegio. ¡Qué vergüenza! Quienes juraron -y efectivamente en un tiempo lo hicieron- dedicar su vida a la redención de los más desvalidos, resultaron escamoteándoles los recursos indispensables para asegurarles en un mínimo una subsistencia digna.

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