Residentes del fraccionamiento Villas Otoch Paraíso, en la Región 259 de Cancún, se dicen olvidados por las autoridades municipales que no hacen nada para bajar la incidencia delictiva y rescatar a los jóvenes de los vicios y grupos criminales que abundan en ese lugar.
Dicho fraccionamiento, también conocido como “las favelas de Cancún” registra la mayor concentración poblacional en sus 17 mil 160 departamentos, por lo que presenta una alta incidencia en vandalismo, drogadicción, alcoholismo, desintegración familiar y embarazos prematuros.
Por tal motivo, no existe desde 2019 un conteo o número aproximado de niños y jóvenes que se encuentran en peligro de ser captados por las células de “narcomenudistas” o que resulten lesionados por la guerra que mantienen dichos grupos al margen de la ley.
En noviembre pasado las autoridades dieron el banderazo a la llamada Estrategia Nacional de Prevención de Adicciones y anunciaron una campaña integrada por distintas dependencias municipales. Sin embargo, los residentes del sector coincidieron en que todo quedó en un bonito evento en el que hubo un torneo relámpago de futbol, pero nunca una atención especializada para rescatar a los jóvenes de las adicciones.
Mencionaron que en los pasillos de este asentamiento humano es más fácil conseguir un cigarro de marihuana que un buen samaritano que te regale 10 pesos para comprar tortillas, “todo está podrido”, aseguran.
A pesar de la alta incidencia delictiva, en el fraccionamiento se pueden observar menores de edad que corren entre los pasillos y se acercan a cualquier persona para pedir una moneda a cambio de un mandado.
Hacen de todo, desde ir por un botellón de agua hasta por cervezas, pues en ese lugar parece que no existe restricción para la venta de bebidas alcohólicas a menores de edad.
Todo pasa en un pequeño espacio lleno de miles de personas, en el que la vida parece ir más deprisa.
Desde los pisos superiores de los departamentos y en las escaleras de algunos edificios, jóvenes de aproximadamente 17 años de edad, comparten una “caguama” y un cigarro, mismos que pasan de boca en boca como si no existiera el peligro de contagiarse de COVID-19; observan de arriba a abajo a quien ose atravesar ese pasillo, porque para hacerlo hay que pagar una cuota: 10 pesos, para cruzarlo, excepto quienes viven ahí, ellos no pagan.
De acuerdo con la policía municipal, en esa región por día se registra por lo menos una docena de robos a transeúnte y seis robos a casa habitación, pero cuando es fin de semana la cifra se duplica.
Mencionaron que incluso como policías tienen que esperar refuerzos, porque nadie sabe quién pueda estar observando desde uno de los departamentos. De hecho, aseguran que es uno de los peores lugares para ser asignados como patrulleros.
El martes pasado un niño de ocho años recibió un disparo en el abdomen mientras se encontraba en las máquinas tragamonedas, que por cierto son ilegales, dentro de una improvisada tienda de abarrotes; una bala perdida que disparó un asaltante lo impactó y lo mantiene delicado de salud en el Hospital General de Cancún.
De ese hecho los vecinos aseguran que era uno de los tantos menores que se gana una moneda haciendo mandados a todo el que se los pide y vaga por las calles desde el mediodía hasta entrada la noche.
CG