“El año pasado me enfermé de coronavirus, pese a los cuidados extremos para atender a los pacientes de la Unidad de Cuidados Intensivos, resulté contagiada. Durante semanas compartí el espacio con las personas a quienes debía atender”, María H. P., enfermera de profesión y especialista en terapia intensiva, con más de 20 años de carrera, es una de las muchas profesionales de primera línea de combate al COVID-19 que hay en Quintana Roo.
“El panorama era incierto por el desconocimiento que se tenía del SARS-CoV-2; sin embargo, después de varias semanas de luchar contra la enfermedad, la cual me mantuvo intubada algunos días, el cuidado de mis compañeras y todos los profesionales de la salud que me rodean y me pedían que le echara ganas, logré recuperarme. Ser enfermera es una decisión de la que jamás me arrepentiré”, aseguró.
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Pese a la vocación con la que el personal de enfermería ha enfrentado la peor cara de la pandemia, con turnos de hasta 12 horas, su sueldo no es equiparable con lo que reciben los profesionales de la salud en otras partes de la República, asegura Fabry Barrera Blanco, presidenta del Colegio de Profesionales de la Enfermería en Quintana Roo.
En la entidad se maneja un sueldo mensual aproximado de siete mil 791 pesos al mes, lo que la posiciona como la quinta entidad con los salarios más bajos que reciben estos trabajadores de la salud a nivel nacional, siendo la Ciudad de México, Tamaulipas y Puebla, las entidades que mejor pagan a sus enfermeros, con remuneraciones de más de 10 mil pesos mensuales.
Quintana Roo cuenta con profesionales de la enfermería certificados, así como especializados en diferentes áreas, asegura Barrera Blanco, por lo que la remuneración debería de ser mayor, ya que muchos de ellos se encuentran en la batalla directa contra el COVID-19.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), son de los hospitales con mejores salarios, los cuales oscilan entre entre los 8 mil y 10 pesos, respectivamente, debido a la tabulación que mantiene la federación en cuanto a sueldos, mientras que los hospitales privados en la entidad mantienen sueldos de hasta 4 mil pesos y los mejores de 6 mil, lo que no es coherente con las altas tarifas que se manejan en ese tipo de lugares, explica nuestra entrevistada.
A diferencia de Quintana Roo, en el Hospital General de México, de la Secretaría de Salud Federal, una auxiliar de enfermería 'A' gana un salario neto mensual de nueve mil 150 pesos al mes, poco más de cuatro mil pesos a la quincena, mientras que quienes entraron a los hospitales contratados por el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), por la contingencia sanitaria ganan entre 14 y 20 mil pesos al mes; sin embargo, sus contratos son temporales, de tres a cuatro meses y no cuentan con prestaciones.
Además del salario bajo, las cargas de trabajo son intensas, con turnos continuos de hasta 12 horas, frente a horarios normales de siete u ocho horas, lo que mantiene bajo mucho estrés a quienes se encargan de cuidar a los pacientes, estar pendientes de sus medicamentos, los insumos y demás cuidados que merecen y necesitan, y no están exceptos de enfermarse de COVID-19.
Desde el inicio de la pandemia se calcula que al menos 68 trabajadores de la salud se han contagiado en el estado, de los cuales 15 pertenecen al IMSS, 23 al ISSSTE y 30 a la Secretaría de Salud estatal, de los cuales tres fallecieron.
Todo lo anterior no impide que el personal haga su trabajo lo mejor posible, con los familiares lejos, ante las medidas de confinamiento general y las restricciones para entrar a los hospitales, los pacientes se quedan acompañados sólo del personal de salud; “hacemos justo la labor para la que estudiamos, los hemos cuidado y acompañado, con el costo de un gran desgaste físico y emocional”.
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El personal de enfermería, junto con doctores, camilleros, auxiliares y demás, están al frente de una amenaza inédita; sin embargo, se mantienen el pie de lucha. “Hice un compromiso, encendí una luz cuando me titulé para velar por mis pacientes y luchar por ellos, por eso hago un llamado a la ciudadanía a cuidarse, a creer en la enfermedad y a ser responsables, tal vez no por ellos, sino por su familia, por sus seres queridos, por sus amigos y compañeros, porque aunque se tienen profesionales de la enfermería comprometidos con lo que hacen, también son seres humanos y también tienen miedo”, concluye María H.
CG