Rodeada por toda una comunidad, principalmente su familia y llena de mucho amor, así fueron las últimas horas de Lucely Uc antes de ser sepultada junto al cuerpo de su mamá en Hopelchén, Campeche; todo diferente a los últimos momentos de su vida, estando lejos de su hogar y de la tierra que la vio nacer.
Horas sin dormir, rostros angustiados y enojo, todo reflejaba el pesar de familiares y amigos de Lucely, quienes desde las primeras horas de perder contacto con ella comenzaron a preocuparse.
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Era una hija ejemplar, jamás le provocó un disgusto a su familia; por lo mismo, sabían que algo estaba mal cuando desapareció.
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Finalmente ese dolor y todos los sentimientos que guardaban, los dejaron salir cuando vieron las luces de la carroza fúnebre que se acercaba a su casa, donde era esperada por su padre, amigos y conocidos, quienes mostraron su solidaridad y permanecieron desde tempranas horas del pasado miércoles, a la espera de su cuerpo de Lucely, el cual llegó a las 4:00 de la madrugada de ayer.
Algunos asistentes se encontraban frente a la vivienda con fachada pintada de color azul tomando una bebida caliente ante una noche fresca, otros contaban anécdotas vividas con Lucely y otros más dejaban salir el enojo por lo que le sucedió.
En la sala de la vivienda colocaron una mesa con una veladora y una pequeña foto de Lucely. En el suelo, cuatro ramos de flores amarillas y blancas esperaban el féretro con sus restos. El llanto irrumpió cuando, por fin, Lucely regresó a casa.
Aún no amanecía cuando fue ofrecida una misa de cuerpo presente, en la que se pidió por su eterno descanso y para que se le dé un castigo ejemplar para el presunto responsable, quien dejó a esta familia destrozada.
Por la mañana, hombres, mujeres y niños acompañaron los restos mortales de Lucely a su última morada, el Panteón Municipal de Ukum, Campeche, junto a los restos de su madre. La multitud demostró su amor por ella, quisieron que sus últimos momentos antes de que su cuerpo finalmente descansara, estuviera rodeado de quienes la quisieron y jamás le hubieran hecho daño; nada igual a como fueron sus últimos minutos antes de que le arrebataran la vida.
Un padre destrozado regresó a su domicilio a vivir su duelo. “En nuestra pobreza se logró que fuera profesional. Fue la única de la familia que estudió su licenciatura en el Tecnológico de Hopelchén. Su madre enfermó de cáncer y murió hace unos meses, por lo que mi hija dijo que lucharía. Partió a la aventura con entusiasmo, pero le cegaron la vida y es por ello que quiero que mi opinión se tome en cuenta para que las próximas legislaturas consideren la pena de muerte. Ya basta de que los asesinos sigan sueltos, causando daño a gente inocente”.
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CG