Vivir en Cancún significa residir en un lugar que siempre está en constante movimiento. Alberga a personas que vienen de todo el mundo, muchas de los cuales deciden quedarse e iniciar una nueva historia de vida.
La de Surema y Luis es muy particular. Su proyecto de vida surge con el trato a diario, que ha dado paso a siete años de matrimonio y dos niños.
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Son un ejemplo de cómo las fronteras son infranqueables; ella es de Guatemala y él, de Felipe Carillo Puerto, poblaciones de países distintos, pero cuna de la cultura maya.
El amor surgió en Cancún, lugar al que ambos llegaron con sueños por realizar. Se conocieron en una pizzería, donde ambos trabajaban. “Nos conocimos hace ocho años”, dijo Surema sonriente, mientras Luis la escucha recordar esos primeros meses, antes que ella accediera a comenzar su relación.
“Fui difícil, y no porque Luis no me atrajera, sino porque hay gente cercana a mi familia que me hacía dudar de tener una pareja, porque sus historias habían sido difíciles y tristes. Tenía la idea que los matrimonios nunca eran exitosos”, dijo, mientras abrazaba a Luis.
Nos compartieron que tras ocho meses de trato comenzaron su noviazgo; no vivieron juntos, pero estaban decididos a casarse, lo cual hicieron por el civil, a los cuatro meses de iniciada su relación formal.
Como muchas, su historia tuvo sus dificultades, pero aseguraron que desde el primer día no ha faltado el amor ni han existido vendavales que derroten su certeza de permanecer juntos en la pobreza y en la riqueza, en la enfermedad y en la salud.
“De ella admiro que aunque hemos vivido épocas buenas y malas, siempre ha estado conmigo, nunca me ha dejado caer, siempre fluye positivamente, luchando; es una mujer como pocas hay en el mundo. Creo que si fuera otra no estaría conmigo, porque he pasado cosas muy difíciles y siempre está a mi lado. Es leal, fiel y también es quien me respalda cuando lo necesito”, comentó Luis, mientras mira enamorado a Surema cuando cocina un burrito y dos hamburguesas en el pequeño negocio que tiene la madre de Luis, y en el que ella diariamente es una cocinera que ama lo que hace.
Ella lo vuelve a mirar; Luis la mira y un beso nace en el instante y se miran, mientras beso con beso también sonríen y ella entonces expresa todo lo que ama de su compañero y esposo: “es tan responsable y amoroso con nuestros hijos, además que no es como muchos que se van y no vuelven, o que eligen mejor la fiesta y no la familia como eje de vida. Es un hombre respetuoso, no es machista”, afirmó emocionada y feliz.
“Y sí, somos una historia de éxito. Una familia fuerte y tenemos un hogar y sueños a diario. Yo pondré un negocio de belleza, un salón, y un restaurante también”, afirmó Surema, mientras Luis agregó que su proyecto también es grande: “apoyarla, porque dicen que la unión hace la fuerza y así como ella lo ha hecho conmigo, deseo corresponderle. Siempre toca hacerlo y me gusta verla feliz”, afirmó.
Es la noche, en un pequeño puesto de comida, una guatemalteca y un quintanarroense que se conocieron en Cancún; un hombre que trabaja como repartidor de refrescos y una mujer que ama cocinar y trabajar en eso; se miran y sonríen, mientras atrás, Jonhatan y Carolina, sus hijos, juegan cerca de ellos, y Cancún, la ciudad que los hizo coincidir, los celebra.
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