Los pesticidas utilizados en las zonas agrícolas de Bacalar y la Ribera del Río Hondo terminan depositados en la Laguna de los Siete Colores y la Bahía de Chetumal, en donde por el efecto de la presencia de los mismos, en la década de los 90 se registró una mortandad de peces, efecto que no se ha repetido desde aquel entonces.
En el Sur de Quintana Roo se tienen identificados dos sitios donde más se utilizan plaguicidas y pesticidas: el primero en la zona agrícola de Bacalar, en la que los menonitas tienen sus cultivos, principalmente de sorgo y maíz; y el segundo es en la Ribera del Río Hondo, donde la principal actividad es la producción de la caña de azúcar.
Por su cercanía con el Río Hondo, los químicos utilizados en el cultivo de la vara de azúcar terminan en este afluente, y por consiguiente, en la Bahía de Chetumal.
Fue precisamente en este escenario, donde en 1993 se registró una mortandad de bagres que motivó a diversos institutos, entre ellos el Colegio de la Frontera Sur, a realizar estudios para determinar la causa, concluyendo que se trató de una muerte relacionada a la contaminación de ese cuerpo acuífero principalmente por materia fecal y metales pesados.
El estudio también concluyó que los desechos de pesticidas utilizados en la producción de la caña había sido un factor principal, por lo que se tomaron acciones concretas para evitar que se continuara realizando un uso constante de los mismos.
Un estudio más reciente, realizado por la Universidad de Quintana Roo en 2004, por el Departamento de Ciencias e Ingeniería, demostró que existían concentraciones de materia fecal y metales pesados en Balneario Dos Mulas, Bellavista, Balneario Punta Estrella y la desembocadura del Río Hondo.
Los muestreos se realizaron en el sedimento de la bahía en dos épocas diferentes del año, en temporada de seca (febrero) y en temporada de lluvias (septiembre), para conocer la concentración de los mismos.
Hasta el momento no se ha realizado ningún estudio nuevo sobre la contaminación en la Bahía de Chetumal.
En el caso de la Laguna de Bacalar, los ambientalistas han señalado que se encuentra en riesgo por los plaguicidas y pesticidas utilizados por las comunidades menonitas ubicadas en la zona rural de ese municipio.
Sin embargo, hasta el momento el daño no ha generado que la laguna pierda sus siete tonalidades, puesto que, aunque en su momento se determinó que hubo un cambio de tonalidad entre el 2020 y 2021, éste obedeció a los escurrimientos provenientes desde otros puntos geográficos y por efectos del paso de una tormenta tropical.
Sin embargo, se realizaron diferentes estudios en aquella oportunidad, uno de ellos el de la bióloga Luisa Falcón Álvarez, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM.
Este estudio determinó que, si bien las lluvias fueron factor determinante para el cambio de la coloración, el incremento de la agricultura intensiva también pone en riesgo el equilibrio ecológico, debido al uso de esta clase de pesticidas.
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CG