Derivado de la publicación de esta columna el día de ayer, en la que damos cuentas de las, digamos, peripecias del Secretario escandaloso, es decir, Pablo Bustamante, titular de Desarrollo Social del Gobierno del Estado, por obvias razones se desató una serie de rumores, normales en estos casos, respecto a la suerte que tendría o debería correr el novel aspirante a político.
Los acontecimientos no pasaron desapercibidos, nada de eso; son muchos los que se cuestionan respecto a las consecuencias, porque no estamos hablando de algo menor y eso, naturalmente, generó reacciones, al grado que trascendió que varios Secretarios, compañeros del susodicho, le reprocharon su deleznable actitud, mientras que otros lo hicieron objeto de burlas.
Ahora bien, entrando en materia del resultado de esas especulaciones, algunas de las versiones apuntan a que la Gobernadora, Mara Lezama, estaría valorando removerlo de su cargo, en atención a dar una respuesta contundente a la sociedad del Estado, mediante la cual dejaría muy en claro que no va a permitir ningún abuso de poder de parte de sus colaboradores, que en su Administración no hay margen para los excesos y comportamientos distendidos.
Incluso aprovecharía para designar en su lugar a alguien oriundo/a de Chetumal, la capital del Estado, toda vez que, a pesar de sus grandes esfuerzos personales, no ha logrado penetrar en la sociedad capitalina, y esta oportunidad le permitiría congraciarse con su sociedad. Pero como estamos en Quintana Roo, y no en Suiza, otras interpretaciones van en el sentido totalmente contrario, de tal suerte que no sólo lo mantendría en la posición, sino que continuarían con el plan original de hacerlo candidato a un cargo de elección popular federal en los comicios del 2024.
Esto, por supuesto, sin regularizar la anomalía ya expuesta en ocasiones anteriores; nos referimos a que Pablo Bustamante, además de ser Secretario del gabinete estatal, es un servidor público en funciones, que no ha aclarado si se mantiene o no como dirigente estatal del Partido Verde Ecologista, lo que, de suyo, y de ser así, es un delito.
Ambas circunstancias, combinar un cargo público y, al mismo tiempo, otro de dirigencia partidista política, amén de los escándalos que protagonizó tanto en Isla Mujeres como en Tulum, de los que precisamente dábamos cuenta en la publicación de ayer, podrían no hacer mella en la ruta trazada de convertirlo en Legislador federal.
Pero claro, como esto es un acto de voluntad personalísima de la Mandataria, que no obedece a un código de ética, sino de intereses políticos, e insistimos, no estamos ni en Suiza ni en alguno de los países escandinavos, en los que un político que hubiera transgredido, como lo hizo Bustamante, el más mínimo respeto al cargo que ostenta, hubiera renunciado por decencia, antes incluso que se le pidiera su renuncia.
Como no se trata de resultar ingenuos, y tampoco estamos en Disneylandia, desde este punto de vista desde nuestra personal opinión, nos inclinamos a pensar que quienes terminarán atinándole al pronóstico y tendrán la razón, son aquellos que piensan que, al menos ésta, Bustamante sí la va a brincar.
Y apuntamos con claridad “al menos ésta”, porque sin ninguna duda, Bustamante, más temprano que tarde, volverá a cometer algún error personal, administrativo o político; entonces habrá que ver, como él tanto se ufana, hasta dónde le va a alcanzar el manto protector que hoy lo cobija.
Es muy probable que al enterarse de los sucesos ya narrados, en los que su colaborador dio rienda suelta a toda su prepotencia, y sin ningún recato, a una soberbia in- descriptible, sobre todo delante de un gran número de testigos que, por lo mismo, hacen imposible negar lo acontecido, Mara Lezama se haya enojado con él y seguramente hasta lo haya regañado; el tema, en todo caso, es ver hasta dónde llegará su paciencia.
Porque más allá de afectos personales, madrinazgos e intereses políticos de grupo, es ella, y nadie más, la gran y última responsable en la cadena de mando; las fallas de sus empleados, sobre todo los del primer nivel, son suyas también, si no se corrigen; entonces estamos hablando de permisividad y complicidad.
El sol no se puede tapar con un dedo y todavía falta mucho tiempo para postular candidatos; son muchos los segmentos de la población de toda la Entidad que día con día se enteran de lo que acontece en el desarrollo de una Administración Gubernamental y de los comportamientos de sus funcionarios.
La que ganó la elección fue ella, la Gobernadora, y lo que pasa al interior de su equipo es su responsabilidad; le corresponde, pues, no sólo cuidar al detalle coyunturas de este tipo, sino también dar la cara, respuestas y establecer que no forma parte de contubernios.
Existen circunstancias en las que no hay margen de maniobra, en donde no puede haber segundas oportunidades cuando el límite se rebasa, o como en este caso, se sobrepasa; de tal forma que, si se mantiene el silencio oficial y no hay una medida correctiva drástica de por medio, además que otros colaboradores tengan la tentación de caer en las mismas actitudes, la interpretación general será que, en efecto, algunos funcionarios cuentan con “patente de corzo”.
Mara Lezama prometió como candidata muchas cosas en campaña; sería bueno, y eso es más que un deseo, que al menos fuera congruente en lo esencial, porque a lo largo de un sexenio hay obras o acciones que no terminan de realizarse por diversas razones entendibles, como la falta de recursos, por ejemplo.
Si bien no es el escenario ideal, ese tipo de circunstancias pueden comprenderse y perdonarse; pero la promesa de una conducción del Gobierno seria, responsable, transparente y honesta, no es opcional, no es una cuestión de criterios, sino simple y llanamente, de estricto cumplimiento; y gobernar implica eso en su totalidad.