Quintana Roo / Chetumal

“Semaforeo", una oportunidad laboral en Chetumal

Muchas personas optan por dar espectáculos e incluso vender en los altos para poder subsistir día a día.
David Hernández se esfuerza para obtener al menos 400 pesos para un cuarto para su familia / Jorge Villagómez

Para varias personas, los puntos de semáforos de Chetumal representan una opción para obtener ingresos económicos frente a la falta de oportunidades, desde niños hasta adultos mayores, entre los cambios de luces trabajan con la esperanza de conseguir dinero de los conductores.

David Hernández llegó con su familia desde la Ciudad de México a la capital del estado, unos meses atrás. La primera semana recuerda que fue muy dura: se recuperaba de unas heridas de quemadura que sufrió como parte de su show como traga fuegos y malabarista, no sacaba dinero suficiente, por lo que un espacio a la interperie, en el hospital de la ciudad, les servía como refugio.

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"Fue difícil porque venía y no sacaba nada y luego mis hijos me pedían comida", relató. Ahora, se mueve entre dos semáforos de la avenida Insurgentes. Desde la mañana hasta a la noche, en cada luz en rojo, prende su material y hace un show de llamas para entretener en esos segundos a los conductores.

Cada día, su meta es juntar más de 400 pesos para pagar la habitación donde duerme con su esposa y sus dos hijos, y también para comprar los alimentos. Como David, en distintos semáforos de la ciudad hay quienes se dedican a vender dulces, pepitas, obleas o productos que ellos manufactura. Un chico se encarga de sacar una parte de la venta, mientras su madre lo demás; un grupo mayor de jóvenes se dedican a limpiar parabrisas.

Incluso gente mayor de edad debe trabajar bajo el sol vendiendo dulces / Jorge Villagómez

Uno de ellos dice que es un trabajo como cualquier otro, con el que saca dinero para comer, para él o los que le esperan en casa. Considera a los otros "semaforeros" como su familia, a todos se les respeta, cada quien en su zona y si alguien quiere sobrepasarse con ellos, se les defiende.

A sus 82 años, Don Juan está desde temprano en algunos de los semáforos de Chetumal, pues va rotando en cuales pedir caridad. Atravesó la Península de Yucatán desde su natal Chiapas, encontrando aquí un lugar para conseguir dinero para subsistir. "No tengo mi papel para la pensión", comentó.

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Por lo que, debajo del sol, se entrega a la voluntad de que le den los automovilistas cada día, para comer un pan o una buena platillo, dependiendo de como le vaya durante el día, y también para pagar el cuarto que renta.