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Quintana Roo / Chetumal

Esfuerzo diario para mantener a su familia; esta la historia de Emelda

Pese a diversas dificultades, Emelda lucha por salir adelante con un negocio de frutas.
Su pequeño puesto donde ofrece productos frescos a conductores y peatones, y que comenzó por necesidad, le ha permitido ver por cada uno de sus seis hijos
Su pequeño puesto donde ofrece productos frescos a conductores y peatones, y que comenzó por necesidad, le ha permitido ver por cada uno de sus seis hijos / Jorge Villagómez

En un cruce de semáforo del centro de la ciudad, Emelda y dos de sus hijas instalan un pequeño puesto todas las mañanas para ofrecer fruta de temporada a los conductores que transitan por la zona, un trabajo en familia con el cual se sostienen económicamente. A pesar de tener dificultades para caminar debido a la diabetes, la situación económica y la falta de una pensión o apoyo social, Emelda se ve obligada a mantenerse fuerte y, con su labor, seguir adelante. 

Junto a sus hijas y su esposo, quien se encarga de adquirir las frutas directamente de productores de comunidades, sacan a flote este emprendimiento chetumaleño.

Arriban por la mañana, a veces sin desayunar bien por la prisa, y regresan a casa sólo cuando han vendido todo su producto. Su marido tiene un puesto en el mercado Ignacio Altamirano, donde con sus ganancias procura dejarle un poco a Emelda para los gastos del día y la comida.

Gracias a su esfuerzo ha podido sacar adelante a tres de sus hijos

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Llegar al cruce de las avenidas Juárez y Venustiano Carranza no siempre es sencillo, comentó Emelda, ya que no tienen un vehículo propio. En ocasiones, transportar sus huacales en el coche de algún familiar o en el triciclo de su esposo. Los taxis o Uber no son una opción debido a la cantidad de carga, y los motoservicios les cobran hasta 150 pesos

Mía, una de sus hijas, ha querido aprender a manejar motocicleta para facilitar el traslado, aunque es un objetivo que aún no logran, pero esperan que en los próximos meses ya no tengan que lidiar con ese inconveniente.

En su rutina diaria, además de las tareas del hogar, en las que sus hijas la apoyan, también preparan desde temprano los productos que venderán. “Tenemos que lavar y desinfectar la fruta, lo que es la jícama, el pepino. La naranja y la mandarina no, pues ya ves que vienen con cáscara, pero así le hacemos”, comentó Emelda. 

Bajo una sombrilla, en su modesto puesto, hoy ofrecen naranja, mango, piña, mandarina, elote preparado y también paquetes mixtos que incluyen pepino. Sin embargo, aclaró que en los próximos meses tendrán nuevos productos de temporada. “Dentro de poco ya comienza la época de guaya y nance”. 

Una de sus mayores preocupaciones es el incremento en el precio de los bultos de frutas. “Ahora está subiendo mucho, demasiado. Si antes te salía en 100 pesos el costal, ahorita te vale 150 o 180. La mandarina ya está escaseando y me dice mi esposo que cuesta 180 pesos”.

Emelda relató que este negocio, que comenzó por necesidad y no por gusto, les ha permitido sacar adelante a sus seis hijos, algunos ya con sus propias familias. “Poquito a poco hemos comprado nuestra casita y así hemos crecido a nuestros hijos”.

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El amor por la venta de frutas surgió con el tiempo, y ahora, junto a sus hijas, disfruta de ese espacio en el que conductores y peatones se detienen en busca de un refrigerio. En estos días, la piña y el mango son los preferidos.

Mía y su hermana, quienes han pasado toda su vida en la colonia Forjadores, van y vienen por el camellón con las bolsas de fruta en mano. En los pequeños momentos en los que no hay tráfico, aprovechan para sentarse a descansar, ya que el calor es intenso.

Mientras espera la próxima luz roja del semáforo, Mía comenta que también le ha tomado cariño a la venta, una labor agotadora, pero a la que se entrega con entusiasmo

Los últimos meses no han sido sencillos, dijo Emelda. A pesar del esfuerzo, la vida no siempre es justa. En su hogar sufrieron un pequeño incendio que causó daños y pérdidas, además de un robo por parte de una persona de la colonia. Aunque en su momento lloró por la situación, hoy mira hacia atrás y ve que también superaron esos obstáculos.

“Las cosas materiales vienen y van”, reflexionó. Pese al saqueo y a perder varias pertenencias, han ido recuperando poco a poco lo que necesitan, siempre con dedicación y esmero en sus puestos de frutas.

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