Cuando el planeta pasó de la Era Mesozoica a la Cenozoica, periodo conocido como Cretácico, se cree que un meteorito extinguió al 75% de las especies que hasta ese momento lo habían habitado, mismo que, según la teoría científica más aceptada, cayó en Yucatán.
El choque de este meteorito con la Tierra provocó la extinción de los animales que por 180 millones de años habían dominado al mundo, los dinosaurios.
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A pesar de que por muchos años se investigó acerca de dónde había comenzado esa extinción, fue hasta la década de los setentas que ingenieros de Petróleos Mexicanos (Pemex) encontraron una estructura de un cráter generado por el impacto de un meteorito.
Su hallazgo se dio a unos kilómetros al este de Puerto Progreso, abarcando la costa de Dzilám de Bravo a Celestún, cerca del poblado de Chicxulub.
No obstante, hasta 1991 la UNAM, de mano de la NASA, analizó muestras de los pozos perforados por Pemex y confirmaron las dimensiones del cráter, determinando así que éste era el más grande y mejor preservado en todo el planeta hasta ahora encontrado.
Tiene 2.5 km de profundidad y un diámetro superior a los 200 km. Según investigaciones, impactó a una velocidad de 72,000 km por hora y generó temperaturas de hasta 18 mil °C.
Asimismo descubrieron que los cenotes vistos desde el espacio forman un arco en forma de medio círculo, como hecho por un compás. Ante lo cual, Adriana Ocampo, científica colombiana, propuso que fue el mismo impacto de un asteroide, gigante y violento, el que marcó a Yucatán con formas que continúan revelándose 66 millones de años después.
Tras varios años de investigación, se concluyó que ese anillo corresponde al borde del cráter. El asteroide medía 12 km de ancho y explotó con una fuerza inimaginable que convirtió la tierra en agua.
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