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Cultura

Tesoros que nunca volverán

Foto: Internet
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México dentro de Latinoamérica, es una de los países que cuenta con un vasto patrimonio precolombino, que brindan identidad y que actualmente sirve como atractivo para atraer turismo local o internacional. Pero la pérdida de este, es un gran problema que ha aquejado desde el origen de la nación.

Uno de los documentos que da testimonio de este fenómeno, es el libro México insólito en Europa, del investigador Miguel Gleason. En sus páginas se hallan miles de piezas nacionales en más de cuatrocientos museos, iglesias y otros espacios del mundo. Sitios como el Museo Británico de Londres, el Museo Real de Arte y de Historia de Bélgica o el Museo de las Culturas del Mundo de Frankfurt, son solo la punta del iceberg.

En recientes días la UNESCO lanzó la campaña internacional “El verdadero precio del arte”, cuyo objetivo es sensibilizar al público y amantes del arte sobre la devastación de historia e identidad que sufren los pueblos todos los días.

Alertando que se mueven más de 10 mil millones de dólares anuales en el tráfico ilícito de bienes culturales, situó a cinco piezas perdidas en escenarios que recuerdan a espacios donde bien podrían estar como adorno. ¿Por qué no aplica para los museos?

Todos sabemos que con el contacto europeo con el “Nuevo Mundo”, inmediatamente comenzó la costumbre del tráfico de mercancías y piezas que hoy se consideran patrimonio. Estos objetos en un inicio fueron visto como “exóticos y maravillosos”, sirvieron para satisfacer curiosidad ante lo desconocido.

A continuación, presento una lista de los más relevantes y que lamentablemente, es casi imposible su retorno.

Penacho de Moctezuma

Este fue uno de los primeros objetos que llegó Europa y actualmente se encuentra en el Museo de Etnología de Viena, Austria. Ha sido protagonista de múltiples enfrentamientos de declaraciones entre ambas naciones y ha abierto el debate, sobre si debe retornar a México a pesar del daño que pudiera sufrir en su traslado.

Sobre su origen, existen múltiples líneas. Una de las más sólidas es que formó parte de los regalos y presentes que Moctezuma entregó a Hernán Cortés en 1519. Este a su vez los envió a la corono española. Esta versión se respalda en los relatos de Bernal Díaz Castillo y Pedro Mártir de Anglería, siendo el de este la que mejor descripción hace del objeto.

Durante las primeras décadas del siglo XVI, el penacho como el resto del “Tesoro de Moctezuma”, fue exhibido en Sevilla, Toledo, Valladolid y Flandes; a partir de este punto comienzan a dispersarse las piezas en diferentes direcciones. Muchas de ellas terminan en el Museo Etnológico de Viena.

Entre 2010 y 2012, tras investigaciones llevadas de forma binacional entre México y Austria, surgió la versión de que nunca perteneció al gobernante azteca, sino que solo era una más de las piezas que Cortés había enviado a Europa. De ahí que de pronto se le comenzara a denominar como “Penacho del México Antiguo”.

Aún así para el pueblo mexicano, sigue siendo uno de los grandes emblemas del arte prehispánico del territorio, cuya polémica no acaba aún.

Vamos a remontarnos al gobierno del presidente interino Abelardo L. Rodríguez, quien demostró un amplio interés por que retornara al país; si bien nunca llegó a más, lo mejor que consiguió fue que se hiciera una réplica que puede ser admirada en el Museo Nacional de Antropología e Historia.

Ya en 1987, se inició una fuerte campaña para que se restituyera el penacho. Las protestas llegaron a organismos internacionales, como la de 2006. Se trató en el Parlamento austríaco, poniéndolo al nivel del busto de Nefertiti que está en Berlín, y los Mármoles de Elgin o Partenón, según británicos o griegos.

Buscando una forma de suavizar la solicitud, el gobierno mexicano llegó a proponer un intercambio temporal por la carroza dorada del emperador Maximiliano de Habsburgo y el escudo Chimalli del Museo Nacional de Historia (devuelto a México por el archiduque).

La actual visión que se tiene del Penacho de Moctezuma, es considerado como un antecesor de la actual “banda presidencial”, representa al poder político, económico y espiritual de ciertos sectores del país, Algunos creen que si regresa, habría “un cambio de mentalidad”.

Recientemente los austriacos alegan que el estado de conservación hace imposible el viaje a América, a tal punto de que podría perderse para siempre.

La disputa continuará así muchos años, cada parte presentará argumentos sólidos. Partiendo del pensamiento de John Henry Merryman, quien definió a la situación como nacionalismo e internacionalismo cultural. Para él, cada pieza debe albergarse donde se desarrolló la cultura. A esto se suma la opinión del arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, quien, basándose en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972, asegura que el Penacho de Moctezuma es propiedad de los mexicanos.

Serpiente azteca de dos cabezas

Dentro de las creencias de los mexicas, las serpientes eran criaturas sagradas, a tal punto de brindarles un profundo culto. Bien podía ser significado de fertilidad, también se le atribuía el poder de unir al inframundo con el agua y el cielo.

Quetzalcóatl, representado por una serpiente emplumada, o Coatlicue con su falda hecha de estos animales, son claro ejemplo.

Maquizcóatl es un ser mitológico de dos cabezas, con largos y filosos colmillos que, si bien podía ser solo vista por la élite, también significaba una señal de mal augurio.

Data del año 1400 d.C. y 1521 d.C., y se cree estuvo en las manos de Moctezuma II, pues era usado como pectoral.

Hecha de cedro y concha de ostra espinosa en su cuerpo, la escultura de Maquizcóatl también presenta detalles de sus colmillos que contrastan con el turquesa del resto.

Aunque no se sabe cómo salió del territorio, se cree que fue un regalo de Hernán Cortés para los monarcas españoles. Fue hasta 1894 que el fondo Christy de Londres lo adquirió y actualmente se encuentra en el Museo Británico de Londres.

Códice Borbónico

Dividido en cuatro secciones (dos mayores y dos menores), es un elemento que ayuda en la comprensión del calendario mexica y las deidades junto con sus rituales. En la sección mayor aparece un tonalámatl, calendario ritual de 260 días, el más elaborado de los conocidos. La segunda, muestra los ritos asociados a cada una de las 18 ceremonias anuales del tonalpohualli. También aparecen la pareja primordial, Oxomoco y Cipactónal; así como Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, dioses relacionados con el transcurso de la humanidad.

Sobre su elaboración, hay quienes creen que fue de manufactura prehispánica; sin embargo, es más posible que se haya hecho después de la conquista española. Esto se basa en glosas de este idioma que aparecen en ciertos espacios del códice, Tal vez se hizo durante los primeros años de la época colonial, siguiendo los preceptos prehispánicos.

Es seguro que su origen es México-Tenochtitlán, y aunque no se sabe sobre su arribo a Europa, se supone que llegó a Felipe II. En 1829 y tras perder varias páginas, fue adquirido por la Biblioteca del Palacio Borbón (de ahí su nombre) por 1 mil 300 francos. Actualmente reposa en la Biblioteca de la Asamblea Nacional Francesa, en París.

Máscara de Tezcatlipoca

Esta pieza es una representación del dios del cielo y la tierra, Tezcatlipoca. También estaba ligado como fuente vida, tutela y amparo del hombre en la cultura azteca. Fue elaborada en el siglo XV, sobre un cráneo humano. Este fue cubierto con piel de venado e incrustaciones de piedras turquesa. Sus ojos son de hierro pulido y concha blanca. Actualmente se encuentra en el Museo Británico de Londres.

Tezcatlipoca es, señor del lado norte del universo, que se identificaba con el Mictlán, región del reposo. Se asocia con el color negro, con la imagen del Técpatl o cuchillo de pedernal.

Máscara de Quetzalcóatl

Elaborada por la cultura mixteca o azteca entre los siglos XV y XVI d.C., representa al dios Quetzalcóatl, serpiente de plumas preciosas. Considerado creador y patrono del gobierno, sacerdotes y mercaderes, también se le asociaba con Ehécatl como viento divino.

Está hecha de cedro, cubierta con un mosaico de turquesa; sus dientes están manufacturados con la cáscara del molusco strombus. Sus dimensiones aproximadas son de 17 centímetros de altura por 16 de ancho.

Resaltan dos figuras de serpientes, una de turquesa azul y otra verde que se enroscan alrededor de nariz, ojos y boca, cuyas colas originalmente eran doradas.

En la actualidad forma parte del acervo del Museo Británico.

Códice Dresde

También conocido como Codex Dresdensis, es un libro maya del siglo XI o XII. Se cree que es una copia de un texto original que lo precede unos cuatrocientos años.

Con 39 hojas escritas por ambos lados y una longitud de casi cuatro metros, originalmente se doblaba en forma de acordeón; en la actualidad se exhibe en dos partes en el museo de la Biblioteca del estado sajón en Dresde Alemania.

Vital para el desciframiento de los glifos mayas, el Código Dresde fue comprado en 1739 por Johann Christian Götze, director de la Biblioteca Real de Dresde, a un propietario privado de Viena. No se sabe como llegó a Austria, aunque se cree que fue enviado por Hernán Cortés en 1519 como homenaje al rey Carlos I de España, quien lo había nombrado como gobernador y capitán general del territorio recién conquistado.

A pesar de que, en 1810, Alexander von Humboldt publicó cinco de sus páginas en su atlas Vues des Cordillères et Monuments des Peuples Indigènes de l’Amérique, fue hasta 1853 cuando Charles Étienne Brasseur de Bourbourg identificó el texto como un manuscrito maya.

Entre 1880 y 1900, se logró descifrar la sección del calendario, incluyendo los numerales mayas. Posteriormente se decodificó a las deidades glifos específicos por Paul Schellhas en 1897, y no se puede dejar atrás al desciframiento fonético de Yuri Knorozov en los cincuenta.

Durante la Segunda Guerra Mundial, fue alcanzado por un bombardeo sufriendo daños importantes por agua. Aunque fue restaurado, algunas páginas ya no se acomodaron de forma correcta dentro de sus paneles de cristal; se han mantenido así porque es posible que las áreas pintadas se hayan adherido al vidrio.

De los tres códices mayas que pueden asegurarse que son auténticos, el Dresde está hecho de papel amate, corteza de jonote aplastada y cubierta de cal, doblada de pliegues en forma de acordeón. Tiene 78 páginas sobre 39 hojas con longitud de 3.56 metros.

Códice Aubin

También conocido como el manuscrito 1576, es una larga cronología de varios siglos de la historia del pueblo mexica, desde su migración de Aztlán en el siglo XII hasta la conquista española en 1521. Se integra por 81 folios contienen la fundación de Tenochtitlán, los ciclos de siembra, el linaje de gobernantes y otros eventos importantes. Contienen imágenes y texto escrito en Náhuatl.

Fue hecho por los escribanos y pintores mexicas, mejor conocidos como tlacuilos.

Inicia con la explicación del calendario tradicional de 52 años, que se divide en cuatro secciones, cada una con trece numerales y cuatro cargadores (caña, pedernal, casa, conejo), los cuales se representan al centro con el sol. Posteriormente viene el relato de la peregrinación de Aztlán a lo que se convirtió en Tenochtitlán,

Destacan momento como su primer tlatoani, Acamapichtli, la llegada de los españoles, la conquista, una matanza de nobles indígenas durante la fiesta tóxcatl en mayo de 1520. Se observan la transición hacia la colonia y se interrumpe el registro hasta 1590.

En una parte del documento explica que “fue escrito aquí hoy en México el 27 de mes de septiembre de 1576”. Es probable que se haya hecho cerca del barrio tenochca de San Juan Moyotla, cabecera de la ciudad indígena colonial; pues hace alusión a las iglesias de San José de los Naturales y el mercado de San Hipólito.

Está manufacturado en papel europeo, con 79 fojas en total, mide 15 por 11 centímetros. Su estado de conservación es bueno, aunque con algunas manchas producidas por el agua.

Se tiene conocimiento que perteneció a Lorenzo Boturini Benaduci, quien lo hizo público en 1746. Entre 19830 y 1840, el coleccionista francés Joseph Marius Alexis Aubin, adquiere el documento en México y lo lleva a su París. El 22 de mayo de 1880, es comprado por el Museo Británico a M.J. Des Portes, quien al parecer estuvo al servicio de Aubin y se lo cedió por pago de servicios prestados. Ahí continúa, en el departamento de Etnografía con el número Add. MSS 31219.

Existen copias en la Biblioteca Nacional de Francia, una más en Berlín, y otra en la biblioteca de la Universidad de Princeton en la colección de Robert Garrett.

Cráneo de Moctezuma

Se sabe que es confusa la muerte del tlatoani Moctezuma, sin embargo, la versión más utilizada es que fue apedreado y de los golpes en la cabeza, falleció.

El médico y explorador belga Augustín Ghiesbrecht, llegó a México para residir en San Cristóbal de las Casas. Sin saber cómo, compro lo que se supone es el cráneo (parcial) del emperador azteca. Aunque no existe la certeza de que sea realmente la osamenta, terminó donándolo al Departamento de Antropología del Museo del Hombre de París.

Penacho de Cuauhtémoc

Llamado así por el investigador mexicano Miguel Gleason, autor del libro México Insólito en Europa, explica que de esa forma fue registrado en el siglo XIX en el inventario de Boban, como en el Museo de Etnografía del Trocadero en París.

En el primer caso, se dice que es un objeto que le perteneció al último Emperador de México, Cuauhtemoctzin. Fue ofrecido a Maximiliano por el Emperador de Austria para el Museo Nacional de México.

Si es o no de él, su importancia radica en que es de los pocos objetos mesoamericanos que han llegado a la actualidad.

El diámetro de la cavidad central, donde se colocaría la cabeza, es de 8.5 cm. Mientras que la parte exterior, incluyendo las plumas, es de 28 centímetros.

Tesoro de Chichén Itzá

El historiador Pedro Castro Martínez en su libro “El fabuloso saqueo del cenote sagrado de Chichén Itzá” señala como un vil robo el que realizó el estadounidense Edward Herbert Thompson de 1904 a 1911 en la zona de Chichén Itzá. Sin preparación técnica o científica, sustrajo del cenote sagrado más de 30 mil piezas arqueológicas mayas que envió de forma ilegal a sus mecenas y cómplices del Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard.

Aprovechando su cargo como cónsul americano en Yucatán y Campeche, Thompson compró con 300 pesos la Hacienda de Chichen Itzá en 1894, unos 160 kilómetros cuadrados que incluían el cenote. Comenzó en tierra, pero su obsesión bajo el agua se concretó cuando instaló una draga de hierro (que sigue en el sitio) con la que pudo extraer cerámicas, vasos ceremoniales, discos de oro y cobre, decenas de piezas de jade, esqueletos de jaguares y venados, así como cráneos de jóvenes y adultos.

Pedro Castro llegó a esa información gracias a que tuvo acceso a su correspondencia durante esos años, donde a manera de inventario relataba sus “hallazgos” recientes.

Nican Mopohua

Este documento histórico, posiblemente el más importante del continente, contiene el relato en Náhuatl sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego en el cerro del Tepeyac en 1531. Compuesto por cuatro bifolios-16 páginas, se encuentra en la Librería Pública de Nueva York, Estados Unidos.

A pesar de que muchos documentos indígenas comienzan con el Nican Mopohua, estas dos palabras iniciales han permanecido por antonomasia para identificar este relato. El título completo es: “Aquí se cuenta se ordena como hace poco milagrosamente se apareció la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra Reina; allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe”.

En realidad, este libro es la unión de dos escritos, el Nican Mopohua de Antonio Valeriano y el Nican Motecpana de Fernando de Alva Ixtlixóchitl, con adiciones personales de Luis

Existe un debate sobre la fecha de publicación del Nican Mopohua; la mayoría de las autoridades en el tema refieren a que fue escrito en 1556.

Para tranquilidad de los creyentes mexicanos, Ramón Abajo y su equipo de trabajo han logrado una réplica idéntica.

Conclusión

Espero que este recorrido sirva para hacer una reflexión o revalorización del arte prehispánico nacional. Si bien es cierto que el Penacho de Moctezuma o Penacho del México Antiguo, es considerado como un emblema, es necesario redescubrir el resto del legado según sus regiones.

Es cierto que, en aquel momento, cuando estos objetos salieron del país, no existía la legislación vigente y mucho menos se contemplaba un respeto hacia lo que ahora conocemos como patrimonio. Nunca se pensaron en las consecuencias de las acciones propias o colectivas. El nacionalismo e internacionalismo cultural seguirán confrontándose en los años venideros.

Ahora se tiene noción de qué son, dónde están y lo importantes que pudieron llegar a ser. De nosotros depende su preservación, pero también que se desenvuelvan en el ambiente que fueron creadas.

 

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