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Yucatán

Roldán Peniche Barrera

Eran los años cuarenta del siglo pasado. Gobernaba el Estado Ernesto Novelo Torres, hombre desconfiado que no daba crédito a los rumores hasta no comprobarlos personalmente.

Por aquellos días la prensa denunció irregularidades en el reglamento de las cantinas de la ciudad así como “ataques a la moral” y otras barbaridades en aquellos antros. “No haga caso señor Gobernador, le aconsejó uno de sus ayudantes, son chismes de la prensa. Todo está bajo control”.

-Bueno, eso dices tú -respondió el gran jefe-, pero tengo que comprobar yo mismo si esos “chismes” son verdaderos.

Dicen los de aquel tiempo que Novelo Torres decidió salir de ronda por las noches y recorrer los antros para comprobar si aquellas eran “fake news” (Trump dixit) o eran ciertas. Para ello hizo a un lado el traje y la corbata, se vistió de overoles viejos y ajados, se calzó los zapatos deportivos y se cubrió con una suerte de abrigo que culminaba con una capucha que le cubría la cabeza. Después de comprobar ante el espejo que con esta indumentaria disimulaba su identidad, hizo que dos o tres de sus ayudantes se vistieran de igual modo y partieron todos al recorrido de aquella Mérida de hace 80 años, dormida en un silencio de siglos. Recorrieron las cantinas del centro pero sólo consumían refrescos: “Nada de licor -indicó a sus subalternos-; tenemos que estar alertas”. Y esta rutina la continuaron durante varias noches, retirándose al amanecer sin que nadie descubriera su identidad.

-No hay novedad señor Gobernador -le indicó uno de sus ayudantes ya cansado de tanta mala noche-. Creo que debemos suspender las rondas.

-Todavía no -respondió el otro-. Tenemos que descubrir si se ha quebrantado el reglamento de cantinas o se han llevado al cabo actos reñidos con la moral, como asegura la prensa.

Pero una noche, al inclinarse ante el mostrador, se le resbaló ligeramente la capucha al mandatario dejando ver parte de su rostro que el cantinero reconoció inmediatamente: -¿Ud. aquí señor Gobernador…? Es un gran honor para mi negocio su presencia. ¿Quiere un Johnnie Walker o un Chivas Regal…? ¿Un vodka polaco? ¿Un tequila? Es Ud. mi invitado. El Gobernador dio las gracias y seguido de sus ayudantes abandonó el antro tan velozmente como pudo sin haber logrado ninguna averiguación.

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