Ariel Avilés Marín
El 12 de octubre de 1936 un tristemente célebre enfrentamiento entre el general José Millán-Astray y el gran escritor Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca, fue motivo de un escándalo de corte internacional. El enfrentamiento referido hizo perder al militar los estribos y lanzó al mundo un terrible grito que aún resuena en el tiempo y el espacio: “¡Muera la inteligencia! ¡Muera la cultura! ¡Viva la muerte!”. Obviamente, Unamuno dio certera y puntual respuesta a esta manifestación de barbarie, pero se hizo blanco del encono de la Falange Española, que se hizo famosa por sus terribles actos de atropello y sangre durante la dictadura franquista.
Hoy, en pleno S. XXI, un hecho insólito está replicando este triste episodio. El actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, al inicio de su gestión, ha cancelado la existencia de la Secretaría de la Cultura. Este rubro, junto con deporte y atención a la ciudadanía, se han mal aglutinado en una dependencia de segundo nivel. Ya la cultura en Brasil estaba castigada, no se destinaba a este rubro más que un presupuesto ínfimo que no llegaba al 1% del gasto público; ahora, el panorama es más sombrío al no haber una secretaría específica para atender este renglón. El anterior presidente, que accede al poder mediante un golpe a la democracia, Michel Temer, había intentado hacer lo mismo; una lluvia de protestas populares le hizo dar marcha atrás; ahora, con Bolsonaro, la quejas han sido muchas menos. ¡Esto es preocupante!
¿Qué le está pasando el pueblo brasileño? Ya es alarmante que este pueblo, masivamente, haya votado para elegir a este reaccionario de extrema derecha para dirigir los destinos del país. Callar ante hechos como la cancelación de la Secretaría de la Cultura, confirma una tendencia popular muy delicada y lamentable. Bien ha dicho José Mujica: “Tenemos que gastar primero en educación, segundo en educación y, tercero en educación; un pueblo educado, no es un juguete en manos de un tirano”. Educación y cultura, van de la mano. ¿Será que nuestros pueblos se están acercando peligrosamente al fascismo? O es que la postura individualista, el estado de confort, se impone en la conciencia del ciudadano.
El incidente entre Millán-Astray y Unamuno tuvo lugar en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. Con motivo del “Día de la Raza” o “Día de la Hispanidad”, se llevó a cabo una sesión solemne en la universidad; en dicho acto un profesor de apellido Maldonado de Guevara pronunció un lamentable discurso fascista, en el cual llamó a los catalanes y a los vascos “cánceres de la patria a los que hay que extirpar”. La respuesta de Unamuno, que era vasco, no se hizo esperar y la dio con una fuerza arrolladora que provocó los desaforados gritos del general Millán-Astray. Ante estas manifestaciones de barbarie, Unamuno dijo: “Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte! Esto suena lo mismo que ¡muera la vida! Y yo, que me he pasado toda mi vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de deciros como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula y repelente. De forma excesiva y tortuosa ha sido proclamada en homenaje al último orador, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán Astray es un inválido de guerra. No es preciso decirlo en un tono más bajo. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no se tocan ni nos sirven de norma. Por desgracia hoy tenemos demasiados inválidos en España y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes se sentirá aliviado al ver cómo aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto: quiere crear una España nueva, a su propia imagen. Por ello lo que desea es ver una España mutilada, como ha dado a entender.
Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”. El célebre literato salió de la sala entre las agresiones e insultos de los falangistas, escoltado por Doña Carmen Polo de Franco. Fue obligado a recluirse en su casa, y falleció el 31 de diciembre de ese mismo año. El 22 de octubre el propio general Franco firmó su destitución como rector de la Universidad de Salamanca.
Tal parece que Bolsonaro ha escuchado en el devenir del tiempo el terrible y bárbaro grito de Millán-Astray y lo ha tomado al vuelo para hacerlo efectivo contra su propio pueblo. Bolsonaro ha emitido un grito silencioso, pero terrible, no de sonido, sino de hechos, y esto es mucho peor. Suprimir la Secretaría de la Cultura de cualquier país es un hecho lamentable que no debe tolerarse, el pueblo brasileño tiene la obligación ineludible de levantar la voz y pedir su reinstalación inmediata; de lo contrario, Brasil nos estará presentando un panorama muy lamentable; y lo peor, el mal ejemplo suele cundir. ¡Cuidado! Todas las naciones de Nuestra América debemos estar alertas para dar la batalla frontal a un fascismo que no descansa, que acaricia la posibilidad de entronizarse en más y más territorios. Debemos, como Unamuno, levantar la voz y defender los valores, la cultura, la educación, y con ellos la libertad de nuestros pueblos aún a costa de nuestra libertad y, si es necesario, de nuestra vida.
El terrible grito de Millán-Astray es un grito de trasciende en el tiempo, que representa un peligro real y constante para todos nuestros pueblos. Como dijo Unamuno, la lucha debe estar siempre del lado de la razón y del derecho.