A sus 50 años, Lula Rodríguez tenía una depresión muy fuerte y se sentía tan mal que no quería ni levantarse ni saber nada de nadie.
–Estaba yo enferma y había decidido –cuenta– dejarme morir. Entonces tuve un sueño: escuché a mi madre muerta, doña María Margarita del Socorro, que me decía: Lula, hija, no te rindas, tú todavía tienes por qué vivir, tienes a tus hijos, tienes a tus nietos, tienes a tus hermanos, no te rindas, tienes que luchar.
Entonces, cuando despertó pensó Lula:
–Sí, es cierto, mi mamá tiene razón, yo tengo por quien vivir: tengo a mis hijos, a mis hijas, mis hermanos, mis hermanas, mis nietos. Al pensar eso, y que mi mamá fallecida estaba preocupada por mí, tomé la decisión de ir a un especialista, un psiquiatra, que me curó y aquí estoy, 13 años después, visitando a mi mamá y a mi papá (en el panteón Xoclán) y poniéndoles flores. Somos 3 hermanas, Concepción, Lourdes y Lucina Rodríguez, que les trajimos flores a mi mamá que falleció hace varios años y a mi papá José Rodríguez que falleció hace dos años. También tenemos 4 hermanos. Ellos vinieron a pintar la tumba hace unos días y hoy nos toca a nosotras poner las flores.
–Doña Lula, qué bueno que logró hablarle su mamá aunque sea en sueño3s, porque me han dicho que nuestros familiares fallecidos siempre están tratando de hablarnos, de darnos consejos, de guiarnos, pero la mayoría no logra que los escuchemos, y cuando no lo logran, sufren. Por eso siempre, ante cada circunstancia, debemos pensar cómo les hubiera gustado a ellos que actuemos.
La descuidaron
Allá mismo, en el panteón Xoclán, encontramos una tumba con dos corazones, uno de los cuales corresponde a una niña, de la que nos dijo su abuelo: es mi nieta, murió de deshidratación a los 12 años, le dieron fiebres y creo que no la cuidaron bien, como sus papás están separados, la niña no tuvo una buena atención y este fue el injusto resultado.
Allá mismo, entre los vendedores de ocasión, porque van cada 2 de noviembre, encontramos a doña Carmen Salazar y a don Pablo Canul, quienes llevaron las tradicionales “piedras” para vender en bolsas de 5 por 15 pesos, que por cierto estaban muy buenas, y también llevaron kibis, pero esos no los probamos.
(Roberto López Méndez)