Ariel Juárez García
Algunos teólogos empezaron a enseñar en el siglo IV que el “espíritu santo” era una persona de algún modo igual a Dios. Sin embargo, ni las Sagradas Escrituras ni los primeros cristianos enseñaron algo semejante.
Una respetada obra católica (Diccionario de la Biblia, edición preparada por Serafín de Ausejo) explica que “el espíritu santo no se concibe en el Antiguo Testamento como una persona”, sino como “la fuerza por la que Yahvéh interviene”. De hecho, afirma que “en la mayoría de los pasajes del Nuevo Testamento se presenta al espíritu santo como ‘algo’, no como ‘alguien’”.
Dicha obra, también indica que “las expresiones ‘espíritu santo’ y ‘virtud’ (o poder)” se usan como sinónimos.
En las Sagradas Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento) se deja claro que el “espíritu santo” es la fuerza que Dios emplea para llevar a cabo su voluntad. Un ejemplo representativo es lo que dijo el ángel Gabriel cuando anunció a María que tendría un hijo, aun siendo mujer virgen: “Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, también, lo que nace será llamado santo, Hijo de Dios” (Ver Lucas 1:35). Sus palabras indican que existe una relación entre el espíritu santo y el “poder del Altísimo”.
Esta misma idea se repite en otros pasajes de la Biblia. El profeta Miqueas, por ejemplo, declaró: “Yo mismo he llegado a estar lleno de poder, con el espíritu de Jehová” (Ver Miqueas 3:8). También, hay que tener en cuenta que Jesús prometió a sus discípulos: “Recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes” (Ver Hechos 1:8). El apóstol Pablo, a su vez, usó la expresión “poder de espíritu santo” (Ver Romanos 15:13, 19).
En vista de lo anterior, cabe preguntarse: ¿qué relación hay entre el espíritu santo y el poder de Dios? La respuesta acertada es: “El espíritu santo es el medio por el que el Dios verdadero Jehová ejerce su poder”; de ahí que pueda definirse como “el poder de Dios en acción”.
El espíritu santo de Dios es una fuerza realmente asombrosa: apenas alcanza uno a imaginarse el poder que se necesitó para crear todo el Universo. Para tener una ligera idea, en la Biblia se hace la siguiente invitación: “Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquél que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas falta”. (Ver Isaías 40:26).
El espíritu santo también produjo las más complejas formas de vida que habitan la Tierra. Jehová Dios usó su fuerza activa para crear una asombrosa variedad de animales y plantas (Ver Génesis 1:11, 20-25). Entre ellos se pueden encontrar innumerables ejemplos de organización, simetría y belleza que revelan un diseño del más alto nivel. Además, se valió de su espíritu para formar al hombre, la obra maestra de su creación terrestre, a partir de elementos extraídos del suelo (Ver Génesis 2:7).
El ser humano fue creado con la capacidad de amar, de decidir libremente e incluso de entablar amistad con Dios. Por eso no sorprende que su cerebro sea tan distinto al de los animales. Fue diseñado así, para que pudiera tener la dicha de aprender acerca de Jehová Dios y sus obras por toda la eternidad.
Otro magnífico ejemplo de cómo usa Jehová su espíritu santo (su fuerza activa) es la Biblia, pues sus escritores “hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo” (Ver 2 Pedro 1:21). Toda persona que la estudie con empeño, fortalecerá su fe en que Jehová Dios hizo todas las cosas (Ver Apocalipsis o Revelación 4:11). Fue el amor, su cualidad más atrayente, lo que lo impulsó a crear todo lo que rodea en su beneficio al ser humano (Ver1 Juan 4:8).
Las Sagradas Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento) aclaran muy bien lo que es el espíritu santo y cómo puede beneficiar a todo hombre y mujer. Cuando Dios derrama su espíritu sobre sus siervos, en la Biblia a menudo se dice que ‘se llenan’ o ‘están llenos de espíritu santo’. Tal fue el caso de Jesús, Juan el Bautista, Pedro, Pablo y Bernabé, así como los discípulos reunidos el día del Pentecostés del año 33 (Ver Lucas 1:15 y 4:1; Ver Hechos de los apóstoles 4:8 y 9:17; También, Hechos 11:22, 24 y 13:9).
Ahora bien, ¿puede ‘derramarse’ una persona sobre otras? ¿O puede un grupo de personas ‘llenarse’ de alguien? No tiene ninguna lógica, no es posible ¿verdad? Según la Biblia, uno se puede llenar de sabiduría, de entendimiento e incluso de conocimiento exacto, pero nunca se menciona que alguien se llene de otra persona (Ver Éxodo 28:3;… 1 Reyes 7:14;… Lucas 2:40;… Colosenses 1:9).
Por lo tanto, ¿de qué sirve conocer la verdad acerca del espíritu santo? De mucho, pues para recibir la ayuda de Dios, se le debe pedir en oración dicho espíritu. Por ejemplo, ¿Quién no se ha sentido alguna vez sin fuerzas para seguir adelante, ante situaciones difíciles? Es en esos momentos cuando hay que aprovechar esta recomendación que Jesús hizo a sus discípulos: “Sigan pidiendo, y se les dará;... si ustedes... saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará el Padre en el cielo espíritu santo a los que le piden!” (Ver Lucas 11:9, 13). ). El apóstol Pablo lo confirmó al declarar: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de Aquél que me imparte poder” (Ver Filipenses 4:13).
No hay que olvidar, la palabra espíritu se traduce del término griego pnéuma, que transmite la idea de una fuerza invisible. Está claro, entonces, que el espíritu santo no puede ser una persona.