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Yucatán

Librerías, tiendas y estanquillos de antaño

Roger Aguilar Cachón

Nuestra ciudad y nuestros años vividos nos permiten realizar un esbozo de todas aquellas experiencias que tuvimos cuando acudíamos a alguno de los sitios antes mencionados en el titular de la presente nota. He de mencionar que por lo general, y no se porqué, siempre iba con mi tía Betty (para los lectores asiduos ya sabrán que vive en la casa del Señor desde ya hace algunos años) cuando mediaban los primeros quince años de mi vida, ya posteriormente iba solo a ellos.

Ir a la plaza grande era una aventura para el de la letra, ya que implicaba algún obsequio de la tía, que podía consistir en alguna revista, un dulce o bien un refresco Garci Crespo, que en aquellos años era un pequeño lujo. Recuerdo una Librería que estaba por la Catedral que se llamaba Selecta, se podía encontrar algunas revistas religiosas, la vida de algún santo (en el mayor de los casos era para la tía Rita) o bien alguna otra que traía patrones de moda (la tía ganona era la anterior) noticias del mundo de la mujer, me refiero a Mignon, Maribel, El Hogar, La Familia o bien una de las revistas que gustaba mucho a mis tíos, Life en español. Era atendida por unas señoritas delgadas y muy religiosas, se les veía la pinta.

Otra opción era ir a una librería donde se compraban revistas y novelas, la conocíamos como la Sucursal o la bodega. En ella se apilaban las novelas de vaqueros de Estefanía y otros autores de western, las de policías, Susi o relatos del Corazón, Corín Tellado, Dr. Kildare, ahí conocí una de las autoras que hasta la fecha leo y releo, Agatha Christie. La primera novela que leí, aunque no creo que me la haya regalado la tía fue 10 Negritos. El olor a revista nueva y a la tinta llenaba mis pulmones y hasta el día de hoy lo sigo expirando.

Ya que nos referimos a revistas, haré hincapié en los libros, para tal efecto, aunque habían otras más, siempre íbamos a La Literaria, que además de papelería, libros de texto y juguetes, había en la parte superior, hoy mezanine, una pequeña área de libros selectos y algunas revistas de estampas. Recuerdo una revista para leer y pegar estampas de Robinson Crusoe y otros temas más. Allí aprendí a leer a Ken Follet, a Luis Spota, a la misma Agatha Christie, y muchos autores más, viene a mi mente mis idas a ese lugar ya entrado en la licenciatura, era un Edén.

Entre las tiendas de por la plaza, más por el Correo, se encontraba una famosa que recibía el nombre de Beto Barato, sobre la calle 65 entre 56 y 58. Era un lugar de ilusiones y fantasía. Seguramente algunos caros y caras lectoras de mi edad la recordarán. En ese sitio encontrábamos a los famosos luchadores, a los vaqueros sobre caballos de diversos colores, si había un poco más de dinero podíamos acceder a comprar un helicóptero para hacerlo volar en el patio de la casa. Bolsas con soldaditos de color verde o gris, apaches y vaqueros. Canicas, ahhhh también las pistolas de mixtos, cuya funda eran un lujo si tenían flecos. Los tarzanes eran también una atracción, ya sea montados en un león o un tigre, llenaban nuestras horas de ocio. Muchos juguetes que nos proporcionaban horas de sano entretenimiento nos lo proveía esa famosa y recordada tienda de Beto Barato.

Recuerdo que sobre la 58 había una tienda de chinos, pero no con el concepto de hoy, en ese lugar que iba con mi tía Tere, atendido por una pareja, supuestamente esposos, de baja estatura, delgados y no tan jóvenes, se expendía al menudeo y por piezas, polvo de arroz para la cara y todo tipo de artículos que se usaba en aquellos años para resaltar la belleza de las yucatecas. Recuerdo un olor penetrante que aún afecta mi sentido del olfato, aquel que se utilizaba para rizar el cabello.

Más allá de la Catedral, contra esquina del Parque Manuel Cepeda Peraza se encontraba una de las tiendas más famosas que existieron en nuestra ciudad y ya entrado en los años ochenta tendía a desaparecer para darle sitio a otro giro. Pues bien mis caros lectores me refiero a la tienda de discos y regalos Disco Libros Hollywood. Era el lugar ideal para encontrar discos de 45 y 33 rpm, stended play (discos pequeños de hasta 4 canciones) y long play (discos grandes que podían contener por cara hasta 8 ó 10 canciones). Recuerdo que hubo una época en que llegaron en colores llamativos y los de los Beatles eran una manzana partida por la mitad. Ray Conniff, Roberto Carlos, los Socios del Ritmo, Los Babys, Chico Che, Enrique Guzmán, todos los cantantes de la época tenían sus éxitos en ese lugar. Si teníamos suerte nos regalaban algún poster de nuestro artista favorito.

Había un lugar ubicado en el paradero de mi camión de la Alianza (69 Vicente Solís), sobre la calle 60 con 67, era el conocido como Estanquillo Tilín, vendía periódicos y también el famoso Alarma o el Diario de la Tarde (de la familia del Caballo Martínez), revistas o como les decíamos cuentos de Disneylandia, Pájaro Loco, La Zorra y el Cuervo, Archie, Tarzán, El Llanero Solitario, Lorenzo y Pepita, Los Supermachos, Tom y Jerry, etc. Este estanquillo desapareció ya por los años ochenta.

Cabe mencionar que también habían otros estanquillos a los cuales acudí por muchos años hasta que hace aproximadamente 5 o más años se cerraron para darle sitio o lugar a otro giro de ventas. En los bajos del Novedades había una serie de estanquillos dedicados a la venta de revistas y de mayor escala a periódicos de la Ciudad de México como La Jornada, Excelsior, El Heraldo, El Sol de México, etc. Uno de ellos era La Espiga de Oro mismo que era atendido por su propietario del que sólo supe su nombre, don Cuco o Cucovich, para los extranjeros. Se podía encontrar revistas deportivas como el Esto y las famosas y hoy desaparecidas Hit y Super Hit.

Cada vez que veo que las maestras y maestros de la escuela del de la letra están realizando algún trabajo manual, no puedo hacer a un lado de mi mente una de las tiendas que durante muchos, pero muchos años fue la luz del faro de las maestras de artes o manualidades, me estoy refiriendo a Marzap. Recuerdo que en la primaria nos “marcó” la maestra de Manualidades realizar un cisne de veladora, para tal efecto mi mamá, acudió de la mano de un servidor -para que no me perdiera-, una vez adquirida la veladora, la más grande de la marca El Faro, recuerdo muy bien que fuimos por la tarde a comprar la cabeza del cisne así como el cuello, que creo era un material que ahora se llama limpia pipas, un lote de alfileres de cabecita y lentejuelas de color rojo. Estuve toda la tarde prendiendo alfileres con lentejuelas en todo el cuerpo del cisne o sea, la veladora hasta forrarla completa y creo que mi mamá me ayudó a colocar el cuello y la cabeza. Quedó muy bonita. Lo recuerdo muy bien. Todo lo que ahora puede encontrarse en algunas tiendas dedicadas a telas y este tipo de enseres, se podía encontrar en un solo lugar: Marzap.

De seguro mis caros y caras lectoras habrán hecho un repaso en su memoria y habrán recordado alguno si no todos los sitios que letras anteriores he comentado. Hasta aquí alguno de mis recuerdos.

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